Si las creencias
religiosas siguen manejando el comportamiento sexual de los humanos, vamos a continuar estrellados. O tan
confundidos y desconcertados como hasta ahora. Las nuevas generaciones “nos
harán pistola” mientras los adultos intentamos seguirles dando consejos,
recomendaciones y valores en los que ellos ni creen ni practican. Porque es
obvio que el mundo cambió –está cambiando en todos los aspectos del
comportamiento- y nos corresponde construir propuestas reales o cada vez más la
brecha generacional entre ellos y nosotros, será mayor. Perdiendo la
oportunidad más valiosa de todas que es la de poder acompañarlos en su proceso
de vida. Ojo, escribí acompañarlos y no manipularlos, ni criticarlos, ni
juzgarlos, ni siquiera guiarlos, porque no son como nosotros quisiéramos que
fueran. No lo son ni lo serán porque sus tiempos y los nuestros no son los
mismos.
Para las
religiones, el sexo sólo tiene sentido en la medida que sirve para la
reproducción. El placer en sí mismo está condenado para las creencias
religiosas. De allí que todo lo sexual que no esté dentro de las condiciones de
las religiones, sea prohibido, pecaminoso o transgresor. Pero los cambios han
minimizado el valor de las religiones y sus “conceptos” sobre la sexualidad. Los
jóvenes son cada vez más libres y aún mas, presionados con el bombardeo mediático
sobre el sexo. Ellos quieren experimentar y practicar. El mundo entero les está
repitiendo que el sexo es “lo máximo”. (¿Será que sí?) Y así como un beso era “demasiado” para otras
generaciones, hoy el coito es un juego sexual que practican y experimentan como
el equivalente al beso de épocas anteriores. ¡Hoy nadie se escandaliza porque
dos personas se besen!
Entonces, existen
dos opciones: seguimos diciendo no al sexo. O educamos para que lo vivan con
responsabilidad. Seguimos creyendo (tan ingenuos) que los adultos podemos
“retrasar” su iniciación sexual o los preparamos para que la vivan responsablemente
cuando ellos lo decidan. El sexo no es malo, ni pecado, ni prohibido. Y aun
cuando suene muy fuerte, se puede tener sexo sin amor sin que signifique por
ello que sea una práctica censurable. Hay sexo con amor y hay sexo sin amor.
Las nuevas generaciones tienen que aprender a distinguirlo y no creer que los
adultos decidan que porque no es con amor, no lo pueden tener o es censurable.
¿Quién dijo? ¿Las creencias religiosas?
¿Existe algún
educador o padre de familia que cree que su hijo o hija de 12 o 14 años no ha
visto imágenes sexuales o no ha experimentado con su propio cuerpo en busca de
placer? Desmitificar el contacto sexual permitiría que ellos vayan aprendiendo
por sí mismos y comprueben la diferencia entre el sexo ocasional y el sexo con
amor. Ellos son capaces de diferenciar (y aprender) cuando se supriman la
presión y la moralidad religiosa.
Claro es precisamente la aceptación del “juego sexual” el que puede
facilitar el camino para que se dé un encuentro profundo y estable entre dos
personas, al lograr diferenciar lo que significa sexo con amor y sexo sin amor.
Pero mientras creamos que somos los adultos los que manejamos sus emociones, lo
único que se produce son represiones, culpas, frustraciones o embarazos indeseados,
cuando los jóvenes se dan cuenta que no “cumplen” las expectativas de los
mayores. Eduquemos para que lo vivan con responsabilidad no para que no lo
tengan. Eduquemos bajo la premisa científica de que el sexo no es malo.
Entonces la realidad será coherente con la naturaleza humana. Y habrá muy
seguramente generaciones más estables y armónicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario