lunes, 27 de mayo de 2013

Exilio y exclusión


Los factores psicológicos están presentes en todas las dimensiones de la existencia. En el individuo, en la familia, en la escuela, el trabajo, en el vecindario, en la región, en el país. ¡Y en la historia! aún cuando sea difícil aceptarlo. Por ello, “heredamos” los conflictos de nuestros antepasados a nivel familiar,  comunitario o regional. La herencia de nuestros ancestros impregna el presente y nos lleva a actuaciones “inexplicables” que sólo tienen sentido si conocemos, aceptamos y “reparamos” nuestra historia. De lo contrario, estamos condenados a padecer las fallas de los antepasados. ¿Por qué en el Valle tenemos cosido a nuestras entrañas la exclusión, el rechazo, el canibalismo? ¿Por qué otras regiones trabajan “más fácil” su sentido de pertenencia, sus raíces, su sentido de apoyo a los suyos?  
Hace unos días estuvo en Cali Ali Moussa-lye, africano, quién lidera la reconstrucción de “La ruta del esclavo” como una forma de reparar las injusticias de la sociedad frente a la raza negra a través de su historia. Venidos de Africa a América, en condiciones infrahumanas, como esclavos, la exclusión del sistema social siempre ha marcado sus vidas. La exclusión, en cualquier espacio, genera una deuda que hay que cancelar ya sea en esta o en otras generaciones. Porque existe un “alma” comunitaria que queda herida y hasta que no se repare, el dolor sigue generando más dolor. La exclusión produce más exclusión. De allí la necesidad psicológica de reparar a las víctimas comunitarias cuando se dé alguna forma de violencia, agresión o exclusión.  
Cali es la ciudad que tiene el mayor número de personas de raza negra en Colombia. Y creo que la segunda, en Latinoamérica. Para bien o para mal la exclusión de los afrodescendientes  la “pagamos” todos como parte de la deuda social pendiente. ¿De qué manera en el Valle “padecemos” la exclusión de la raza negra? Los ejemplos son contundentes: aquí vivimos excluyéndonos, nos ponemos zancadilla, nos destrozamos como “auténticos” vallecaucanos y es más fácil reconocer al de afuera que a uno de los nuestros. Y si esto pasa a nivel de la clase dirigente, ni qué pensar de lo que sucede en otros espacios donde pareciera que la solidaridad, el apoyo, la participación, la fraternidad, fueran palabras borradas del léxico vallecaucano. Sí, podemos estar viviendo crisis fuertes a nivel económico y social pero la crisis más fuerte se vive a nivel del “alma vallecaucana”, a nivel de la credibilidad, de la confianza, de la reparación. De allí que aquí en el Valle tengamos problemas muy particulares donde la exclusión es el sello que “nos distingue”. ¿Por qué dañar (el bellísimo túnel de la Avenida Colombia) lo que puede enorgullecernos y unirnos como comunidad? ¿Por qué “agredir” la imagen vallecaucana? También, los adolescentes en los centro de reclusión, son hijos de la exclusión ya de su raza, de su región o de la misma ciudad que “creyeron” los acogería. ¿Por qué somos así? Antioquia, por ejemplo, totalmente regionalista, “acoge” a los suyos, ellos van primero y  se apertrechan frente al “extraño”. Ningún “extranjero” tiene más importancia que uno de ellos.  ¡Esa es la diferencia!
Exilio y exclusión van de la mano. Generan un pendiente. Los muchachos del atentado en Boston son “hijos” de la exclusión de los pueblos del Cáucaso. Así como el musulmán en Lóndres, es otro hijo de exclusión. En muchos lugares del mundo los grandes problemas se generan por “hijos del exilio” o la exclusión. Es un pendiente universal que hay que sanar y mucho mas ahora con la movilidad de la globalización. Los “otros” aun cuando de distinto color de piel, sexo, religión, nacionalidad o lenguaje, son nuestros hermanos…

lunes, 20 de mayo de 2013

¿El sexo es malo?


Si las creencias religiosas siguen manejando el comportamiento sexual de los humanos,  vamos a continuar estrellados. O tan confundidos y desconcertados como hasta ahora. Las nuevas generaciones “nos harán pistola” mientras los adultos intentamos seguirles dando consejos, recomendaciones y valores en los que ellos ni creen ni practican. Porque es obvio que el mundo cambió –está cambiando en todos los aspectos del comportamiento- y nos corresponde construir propuestas reales o cada vez más la brecha generacional entre ellos y nosotros, será mayor. Perdiendo la oportunidad más valiosa de todas que es la de poder acompañarlos en su proceso de vida. Ojo, escribí acompañarlos y no manipularlos, ni criticarlos, ni juzgarlos, ni siquiera guiarlos, porque no son como nosotros quisiéramos que fueran. No lo son ni lo serán porque sus tiempos y los nuestros no son los mismos.  
Para las religiones, el sexo sólo tiene sentido en la medida que sirve para la reproducción. El placer en sí mismo está condenado para las creencias religiosas. De allí que todo lo sexual que no esté dentro de las condiciones de las religiones, sea prohibido, pecaminoso o transgresor. Pero los cambios han minimizado el valor de las religiones y sus “conceptos” sobre la sexualidad. Los jóvenes son cada vez más libres y aún mas, presionados con el bombardeo mediático sobre el sexo. Ellos quieren experimentar y practicar. El mundo entero les está repitiendo que el sexo es “lo máximo”. (¿Será que sí?)  Y así como un beso era “demasiado” para otras generaciones, hoy el coito es un juego sexual que practican y experimentan como el equivalente al beso de épocas anteriores. ¡Hoy nadie se escandaliza porque dos personas se besen!
Entonces, existen dos opciones: seguimos diciendo no al sexo. O educamos para que lo vivan con responsabilidad. Seguimos creyendo (tan ingenuos) que los adultos podemos “retrasar” su iniciación sexual o los preparamos para que la vivan responsablemente cuando ellos lo decidan. El sexo no es malo, ni pecado, ni prohibido. Y aun cuando suene muy fuerte, se puede tener sexo sin amor sin que signifique por ello que sea una práctica censurable. Hay sexo con amor y hay sexo sin amor. Las nuevas generaciones tienen que aprender a distinguirlo y no creer que los adultos decidan que porque no es con amor, no lo pueden tener o es censurable. ¿Quién dijo? ¿Las creencias religiosas?
¿Existe algún educador o padre de familia que cree que su hijo o hija de 12 o 14 años no ha visto imágenes sexuales o no ha experimentado con su propio cuerpo en busca de placer? Desmitificar el contacto sexual permitiría que ellos vayan aprendiendo por sí mismos y comprueben la diferencia entre el sexo ocasional y el sexo con amor. Ellos son capaces de diferenciar (y aprender) cuando se supriman la presión y la moralidad religiosa.
Claro es precisamente la aceptación del “juego sexual” el que puede facilitar el camino para que se dé un encuentro profundo y estable entre dos personas, al lograr diferenciar lo que significa sexo con amor y sexo sin amor. Pero mientras creamos que somos los adultos los que manejamos sus emociones, lo único que se produce son represiones, culpas, frustraciones o embarazos indeseados, cuando los jóvenes se dan cuenta que no “cumplen” las expectativas de los mayores. Eduquemos para que lo vivan con responsabilidad no para que no lo tengan. Eduquemos bajo la premisa científica de que el sexo no es malo. Entonces la realidad será coherente con la naturaleza humana. Y habrá muy seguramente generaciones más estables y armónicas.

martes, 14 de mayo de 2013

Entre hermanos


Sin terminar aún de apagar los festones por la celebración del día de la madre,  el tema de la pelea entre hermanos se vuelve público, a raíz de los enfrentamientos entre hermanos famosos y poderosos. ¿Dónde quedó la familia “perfecta”? ¿Dónde se guarda el mapa de la familia ideal donde “todos nos queremos” o donde “todos somos iguales”? ¿Dónde está la unión familiar, eje de la cultura? ¿Qué se hizo la célula vital de la sociedad que no puede cuestionarse porque así como está, es perfecta? La madre ideal construye familias ideales, ¡pero ni lo uno ni lo otro existen! Pareciera que por fin estamos poniendo los pies sobre la tierra y empezando a convivir con seres de carne y hueso. Porque son los hechos los que develan la realidad. Cuando idealizamos instituciones es como si quisiéramos esconder verdades. No todo es malo, pero tampoco todo es perfecto. Como bien lo decía mi profesor psicoanalista aún no se investiga el bullying familiar, el matoneo hogareño, donde se suceden múltiples atropellos y donde (parece) no hay mas ley que la de papá y mamá, de los dos o de uno solo. Ellos se convierten en “juez y parte” y cualquier análisis de situaciones hogareñas pareciera prohibida de ante mano. ¡Como la familia es perfecta! Entonces los hijos entran en esa rivalidad (a veces sana, a veces destructora) por obtener el premio mayor: ¡el reconocimiento paternal! La competencia puede ser feroz…bajo la mirada paterna y todavía pequeños las situaciones se manejan. Pero las “cuentas de cobro” quedan guardadas hasta cuando crecen. Entonces…
A los hermanos los alimenta “la misma leche” sin embargo sus diferencias son abismales. Las peleas entre ellos deberían verse como  normales (como seres humanos con diferencias) pero como se parte de la premisa de la familia perfecta, se espera que no peleen, no discutan o que no tengan intereses personales que puedan ir en contravía de los intereses familiares o viceversa. ¿Qué tal el que lucha y sale adelante y qué tal “los parásitos” que a nombre del vínculo familiar esperan que los lleven “en coche”?  ¿Qué tal la mirada “preferencial” de mamá o papá por alguno?  ¿Y al que le “arde” el triunfo de los otros?
La familia es una institución humana y no está blindada contra los problemas. El golpe se da cuando al idealizarla, se cree que quienes primero apoyarán o salvarán son los de mi “misma sangre”. Por ello no hay puñalada más tenaz que la propiciada por la propia familia (idealizada). De extraños se podría esperar cualquier cosa. Pero de los “míos”…sin embargo, “los míos” tienen intereses, parejas propias, expectativas o diferencias que marcan abismos. Y es allí donde empieza la realidad. Y el caos. Y la desilusión. Y la lucha a muerte por lo que se considera “nos pertenece”. Que en definitiva es de todos…
Cualquier pelea entre hermanos remite a la historia familiar. Desde las actitudes de papá y mamá, los abuelos, el lugar que se ocupa en esa historia, el nombre que se tiene (¿repetido de los ancestros?), el sexo, todo son indicios por investigar. Los hijos pueden terminar siendo herederos de las frustraciones paternas y esta “carga” emocional, complica el devenir presente.
Las peleas entre hermanos famosos por política, por poder, por ambición, por dinero, por complicidad, por traición, por envidia, están a la orden del día. Las rivalidades y los celos destruyen imperios, destrozan vidas y, lo peor, enquistan odios que mientras no se reparen, los heredaran las generaciones futuras. Y si sucede entre famosos (¿más educados?) ¿qué no sucede en la base de la pirámide?

domingo, 5 de mayo de 2013

¿Mamá fomenta el bullying?

Las cosas no son ni buenas ni malas, sólo existen. Y están allí para que los seres humanos aprendamos. Se necesita el que enseña y está el que aprende. Y para aprender se requiere “la enseñanza” que no siempre es la que “deseamos”. Pero toca, porque sino ¿cómo aprendo? Esta cultura ha mitificado a la madre y la considera perfecta, maravillosa, sin errores, queriendo siempre “lo mejor” para sus hijos. Para la cultura engañosa, una mujer da a luz un hijo e ipso facto, se convierte en un ser de luz. Como si la maternidad “graduara”, como si ser madre “limpiara” la esencia de la mujer en sus cualidades y defectos…
La mitificación de la madre es una de las mayores causas de problemas emocionales en los hijos e hijas. Una madre “perfecta” sólo puede tener a su lado seres “incapaces”, inválidos emocionales o dependientes. Pero la sociedad “no se atreve” a revisar el concepto de madre por el miedo que genera tener que asumir la responsabilidad de nuestra propia vida. El chantaje emocional y la culpa van de la mano y la madre sí que es experta en esta “asignatura”.
Pues bien, no en todos los casos pero si en gran proporción, el niño o la niña mas cuidados, sobreprotegidos o dependientes de mamá, son más propensos al bullying o matoneo de sus compañeros. Como si mamá al cuidarlo en exceso, le limitara la sana capacidad de protección o las sanas dosis de agresividad para enfrentar la vida. Y de paso le impide desarrollar la opción de defenderse de sus compañeros (cuando corresponda), de pelear cuando sea el caso, o de enfrentar las dificultades sin necesidad de tener mamá al lado para que “lo salve”. Esta madre lo hace “obediente”, sin capacidad de tener criterio propio y por lo tanto un hijo o hija con “personalidad obediente” claro que obedecerá. Primero a la madre y luego a cualquiera que “lo mande” y de paso se convierte en el hazmerreir del salón por su falta de criterio para oponerse o defenderse. Mamá con problemas personales “atrapa” a su hijo en su problemática y lo convierte en su bastón, en el motor de su vida. Lo que  impide que ese niño “crezca” o se defienda solo, porque si esto sucede la madre se queda “sin empleo” y sin sentido de vida. Esta maternidad “volcada” en el hijo es una trampa que el hijo o la hija pagan con creces.  Una mujer-madre que no enfrenta sus problemas, “contamina” el mundo de sus hijos e hijas generando culpas y chantajes emocionales. No es obligatorio que la madre sea el primero de los afectos.  Una madre gana o pierde cariño de acuerdo a sus actuaciones. Pero esta realidad no se acepta fácilmente porque va en contravía de la cultura.. A todos los hijos no se los quiere por igual y todos los hijos no deben tener a la madre como su “principal” amor.
La sobreprotección atrae  problemas como la miel a las moscas. La debilidad (que no es un defecto) se “huele” y propician en el inseguro-agresor, las ganas de “medir fuerzas” con el “debilucho”. Allí está el problema “perfecto” puesto que ambos se necesitan (¡) el agresor y el agredido. Pero en el agredido hay un componente de incapacidad para enfrentar la vida y las situaciones difíciles, muy posiblemente fruto de su educación y su entorno. ¿Qué tanta dosis de “exceso de mamá” ha tenido que vivir? 
La mamá es un ser humano y ningún humano es perfecto. Ensalzarla hasta la categoría de diosa le hace daño a todos porque “prohíbe” encontrar los verdaderos sentimientos hacia ella. ¿Se atreve a revisar?