SE
nos olvida porque parece natural. Pareciera que “lo merecemos”, que nos
corresponde, que es parte de “nuestro” derecho y por lo mismo no le damos la
suficiente importancia. Parece normal que todos los días estemos vivos, que
todos los días nos rodeen los seres que nos aman, que todos los días nuestra
vida esté “organizada” y funcionando. Es tan corriente que sólo cuando algo
interrumpe “esa” normalidad, caemos en cuenta del valor de lo cotidiano. Sólo
cuando llega un inconveniente, despertamos, caemos en cuenta de lo que hemos
tenido y disfrutado y entonces es cuando valoramos lo que ya no tenemos o está
en crisis. Mientras tanto, en el automático, o en la normalidad, todo fluye...
Por
ello es tan valioso, tan sanador, el sentimiento de la gratitud. Tanto desde el
punto de vista espiritual como psicológico, agradecer es de las emociones mas
reparadoras y energéticas que existen. No, no nos merecemos “porque si” una
sonrisa. Cuando la recibimos, podemos agradecerla. Como también lo puedo hacer
cada mañana cuando sentimos que la vida continúa en nuestro cuerpo. Que las
cosas que nos rodean siguen allí...toda la humanidad no se despierta con la
sensación de que su mundo está
tranquilo. ¿Cómo se acuestan y se despiertan en el Oriente medio? Mas cercano
aún, como es la vida para nuestros compatriotas en Chocó y Cauca?
Independiente de las causas de los conflictos si hoy la vida nos ha “regalado” una situación de existencia diferente, es el momento de agradecerlo. Y si somos tan amigos de copiar o crear cuanta celebración extranjera y comercial se nos ocurre, es hora de que se ponga de moda la celebración de thanksgiving que traducido en lenguaje simple significa “gracias por dar” o gracias por recibir. ¡Hay tanto por agradecer! Y no depende de factores económicos o de posición social, no. Depende de cómo la vida está en nosotros, nos alienta, nos sostiene, nos da la capacidad de sentir, escuchar, ver...Estar vivos es ya un privilegio porque en vida es cuando realizamos nuestro proceso de conciencia. Annie Marquier decía en su bellísimo libro “El maestro del corazón” cómo la gratitud expandía el corazón y se “sentía” la energía de ese corazón agradecido a su alrededor, “contagiando” de esa vitalidad reconfortante de quién “está en paz” con su momento presente.
Ojalá
que esta celebración no se convierta en fiesta de regalos materiales cuando
existe tanto para dar en el terreno de emociones y sentimientos. La
gratitud no tiene equivalente material.
Hay que sentirla y exhalarla para que llegue a quien esté dispuesto a resonar
en esa onda de dimensión diferente a lo concreto. Y siempre existe alguien para
quien una manifestación de agradecimiento puede sanar o mejorar. Reunirse en
torno a la comida es significativo porque el alimento tiene que ver con los
afectos: ¡no invitamos a comer enemigos! No olvide, entonces que la gratitud es
contagiosa porque siempre hay razones para dar y recibir, siempre hay algo por
agradecer, siempre existe alguien a quien
dar
las gracias. Y si cree en Dios, no el de las religiones, sino el de la
espiritualidad, sentirlo y vivirlo
produce todas las gratificaciones imaginables. Es necesario a su vez, aprender
a recibir los agradecimientos de los que nos rodean como una experiencia
enriquecedora. Y sorpréndase, por aquí está el camino de la salud mental. Una
persona agradecida es una persona cuya energía ayuda a sanar a quienes se
cruzan en su camino. Además, ¡es tan fácil! Y no cuesta nada. Gracias por estar
allí y leerme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario