Y si fuera cierto que nos están avisando que estamos
adportas del fin del mundo, ¿usted qué haría? Y si se cumple la mala
interpretación de la profecía Maya, ¿cuál sería su reacción? Y si ahora, para
Diciembre, algo se detiene, o mejor, todo se paraliza: su vida, la mía, el
tiempo, la energía, la vida de los que lo rodean, la naturaleza, el aire, la
comida, el dinero, el agua…¿qué haríamos? ¿Qué tan descabellado es imaginar el
límite? ¿Acaso no es lo más seguro que tenemos? Así sea, basándonos en la mala
interpretación de la profecía, que pasa si ya es el epílogo? Porque algún día
tenía que pasar. Y si es ahora, con nosotros, en nuestra época, cuando toca
enfrentar el fin del mundo, qué? Y si el
planeta, en su proceso evolutivo, terminó esta era y nos tocó ser
contemporáneos de su extinción, ¿qué pasaría? Es interesante el ejercicio de
imaginar, al menos, que es el final porque en nuestra programación la cultura
no educa para enfrentar desenlaces sino que por el contrario, recalca opciones,
duración, eternidad, probabilidades, mundos sin fin. Difícilmente le gastamos
tiempo a imaginar la muerte o la consumación y vivimos en un eterno presente
como si fuéramos inmortales. Pero, no hay nada más equivocado, más dañino, más
psicótico, que creer que así como estamos, siempre estaremos. Entonces, el
ejercicio de suponer el fin del mundo no solo es necesario sino también sanador.
La incertidumbre es la condición que mejor
retrata al ser humano porque nos recuerda lo finito, lo desleznable que somos, como
“briznas movidas por el viento”, sin tener, en absoluto, control de nuestro
futuro. El sólo ejercicio de pensar en la muerte, para muchos, es aterrador.
Aún más en Psicología se conceptúa que todos los miedos que experimentamos en
definitiva remiten al miedo a la muerte. Pero no educamos para poder
asimilarla, para aceptarla como parte de la existencia sino, por el contrario,
soñamos con derrotarla. Con que pueda desaparecer de nuestra vida. Con que
nunca llegue para vivir “con este cuerpo” eternamente. Claro, por eso nos toma por sorpresa. Por eso
nos incomoda. Por eso es “demasiado pronto” o quedaron cosas por hacer, o “dame
más tiempo”. Pero no hay escapatoria posible.
El ejercicio individual de mirar la muerte puede
ser ahora una práctica colectiva. La interpretación de lo que puede suceder, de
acuerdo a la Profecía Maya, depende de
las creencias de cada quién. ¿Vida y muerte son entidades separadas
o son las dos caras de la misma moneda donde sólo cambiamos de “empaque”? Más
claro, ¿sólo cambiaremos de dimensión? ¿Existe la reencarnación? ¿Qué sabe de
los mundos paralelos? Es obvio que se están experimentando cambios reales a
nivel energético y necesariamente esas
vibraciones nos llegan a todos. Usted tiene la libertad de creer o no, “el que
tenga ojos para ver que vea, el que tenga oídos para entender que entienda…” El
fin del mundo puede interpretarse como el final de una dimensión absolutamente
concreta, “manejada” por el tiempo y el espacio para ascender a otra donde lo
intangible es tan claro como lo concreto de hoy. El tema de las dimensiones
puede explicar, en parte, los sucesos de los próximos días. Es obvio que sí
estamos abocados a un cambio y cualquiera que sea la interpretación y el
desenlace, debemos “programar nuestro computador” para momentos diferentes
donde se experimentarán sensaciones increíbles. Desde la conciencia, no desde
la razón, el final de este mundo es absolutamente necesario. Y ya está
aquí…
No hay comentarios:
Publicar un comentario