Sí, el Dios de las religiones sí es
misógino porque las religiones fueron creadas por los hombres (varones) en su
afán de explicarse el mundo. Y para ellos sólo existía una sola manera de mirar
la vida, la patriarcal, la de ellos. Entonces, las religiones se fueron
cimentando sobre la valoración excesiva del hombre, en detrimento de la mujer.
Y basta hacer un recorrido por algunas de las religiones más “representativas”
para encontrarse con esa agresiva y fatal discriminación. El domingo 25 de
Noviembre se celebra el día mundial de la “no violencia contra la mujer”:
hubiese sido interesante conocer la explicación de esas religiones patriarcales
frente a su discriminación absoluta contra la mujer. Cómo pueden argumentar que
la mujer no ocupe el mismo lugar del hombre en su jerarquía religiosa: ¿cómo lo
justifican? Además, es interesante
conocer si se atreven a revisar qué tanto de las creencias religiosas que ellos
vivencian y pregonan, puede ser material “de apoyo” que fomenta la violencia de
género contra las mujeres. ¿Qué tan responsables son las religiones
patriarcales de la violencia de género? Porque tanto el Papa, como el Dalai
Lama, los monjes Zen o los budistas no permiten una mujer cerca a sus vidas.
Pareciera que se “contaminaran” y no aceptan su presencia en sus vidas. Ah, me
equivoco, para servirlos sí, para limpiar, arreglar, cocinar, planchar la ropa…
Para estas religiones, la mujer tiene una energía tan poderosa, a la que le
tienen pavor, por eso la necesitan sometida, controlada, dominada.
Y cuando se transmite ese mensaje
“divino” de que la mujer debe obedecer, someterse, bajar la cabeza ante el hombre
que manda, ¿cuántos varones no hacen de sus casas unas pequeñas “iglesias”
donde el poder masculino se debe imponer a toda costa con la obligación de la
mujer de obedecer todos sus criterios y vejámenes?
La
sexualidad de la mujer ha sido durante siglos un misterio para los hombres. Como
no saben qué es lo que ellas sienten, les aterra no tener dominio sobre ese
“poder femenino”. La historia está plagada de ejemplos de sometimiento sexual: los
famosos cinturones de castidad, la ablación femenina, el clítoris como “atrofia” del pene, la histeria
como negación del placer, la inquisición y persecución a las brujas, la prohibición a que goce y sienta, todos estos
“criterios” masculinos tan contaminados de religión que han invadido la cultura
y que se vuelven controles “naturales”. Pero estas ignorancias culturales
tienen el sello de las religiones y de ser “opiniones” masculinas pasan a ser
“opiniones divinas” produciendo el aval para que el abuso tenga la “bendición”
religiosa. Porque, quieren imponerle a la mujer, que ni su cuerpo, ni su mente
ni su deseo le pertenezcan. Son “propiedades” masculinas, avaladas por las
religiones que también la discriminan desde las jerarquías sin intentos de
modificación.
Entonces el cuerpo de la mujer es
malsano. Ella peca, es bruja, es mala. ¿Qué tanto tiene que ver este Dios
misógino con la violencia de género? ¿Cuántas veces la justificación de esa
violencia tiene sello religioso? ¿Se atreven a preguntárselo religiones
patriarcales?
El Dios de la espiritualidad no es
misógino. El Dios que no tiene ni necesita religión, el Dios de los casados, de
los separados, de los fieles, de los infieles, de los homosexuales, de las
lesbianas, de las mujeres y de los hombres, de los buenos y de los “malos”, ese
Dios no es misógino. Ni excomulga, ni castiga, ni condena. Ese es un Dios de
amor, el Dios, que en definitiva, está en el interior de cada quién. ¿Para qué
entonces los intermediarios religiosos?