Debo confesar mi pecado. Más de una
vez, me muero de envidia con Antioquia. Me “arde” la manera como el Gobernador
Fajardo construye política. Y me arde porque se envidia lo que más se admira.
En su filosofía (y la de su compañera de vida) cada pieza del rompecabezas
intenta encajar para no terminar haciendo una colcha de retazos sino un tejido
coherente donde todos los hilos obedezcan a un sentido. Entonces, hay
coherencia, lo más difícil, lo más complejo, lo más estrambótico del mundo
político. Y si realmente deseamos que el mundo cambie, no se puede continuar
haciendo lo mismo. Para que el mundo se mueva, los hechos deben ser diferentes.
Enfrentando cambios profundos donde las estructuras sean las que
definitivamente se modifiquen. Nosotros movemos el cambio haciendo cambios en
lo que cotidianamente creemos y hacemos. No es magia. Nadie “nos mueve” el
mundo: lo hacemos nosotros mismos en la medida en que estemos convencidos de
que hay que untarse Porque, repito, haciendo
lo mismo, todo sigue igual.
Nos quejamos con marchas, trinos y
“desgarramientos” momentáneos del trato y violencia que rodea la vida de muchísimas
mujeres en esta cultura. La agresión y atropello contra ellas, a todos los
niveles, se parece a un cáncer enquistado en las entrañas. A esta “enfermedad”
no se le puede aplicar una crema para untar sobre la piel: hay que llegar al
meollo, a la esencia, a las entrañas. ¿Qué quiere decir ser mujer para los
hombres de nuestra cultura? ¿Cuál es el estereotipo de mujer en nuestra
sociedad? Sergio Fajardo acaba de
prohibir reinados de belleza en los colegios de Antioquia: no más a la
competencia por belleza, por medidas o por las dos a la vez. La mujer no es
solo cara y cuerpo. En nuestra sociedad las diferencias descalificadoras entre
hombres y mujeres son tan grandes hasta el punto de generar formas de vida
totalmente desiguales: hay reinados femeninos y no masculinos porque a las mujeres
y a los hombres se los evalúa socialmente de otra forma. La mujer se queda con
la imagen y el hombre con el contenido.
Y vale la pregunta, en esta desigualdad, cuál sexo pierde y cuál gana.
Los encargados de la moda se quejaron
por la filosofía de Fajardo y mas después del exitoso Colombiamoda en Medellín.
“Perjudica el negocio” argumentaron y hasta Pilar Castaño optó por decir que
las niñas “necesitan” esta clase de actividades en su formación para tener
mejor autoestima. Es bien interesante comprobar cómo la mirada mercantilista es
el primer estímulo para emprender cualquier actividad. Lo demás es
secundario...podría argumentarse entonces que como la droga es rentable hay que
permitirla. Qué bueno que exista la moda pero en aras del negocio y de la
actividad no puede permitirse la “utilización” del cuerpo y la imagen femenina
para cosificarla. Si la industria de la moda respetara verdaderamente a la
mujer, contribuyendo a que su calidad de vida fuera diferente, no promocionaría
desfiles de modas solo para flacas. Las vitrinas, las modelos, las propagandas,
todo “vende” un estereotipo de mujer fuera de la cual se es invisible. ¿Cuánto
sufrimiento y dolor genera esta actitud? ¿Cómo reaccionan los hombres y cómo
reaccionan las mujeres frente al mundo de la apariencia? ¿Qué tiene que ver
esto con la violencia doméstica? La medida de Fajardo es excelente porque es
contribuir a formar otra clase de valores en la cultura donde la mujer deje de
ser el “decorado” de la cultura. ¡Por allí es!
Esta es la llave para abrir una nueva mentalidad y por lo tanto nuevos
comportamientos.
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