lunes, 20 de agosto de 2012

¿El lugar de la madre?


Soy consciente de que mi comentario, hoy, va a generar roncha. No es fácil “tocar” ciertas instituciones culturales porque atreverse a revisarlas produce miedo. Y angustia.  Que le muevan a uno el andamio donde se para no es tarea agradable. Sin embargo la necesidad de entregar una información que ayude a construir mejores seres humanos, donde cada quién pueda ocupar el lugar que le corresponde, dentro de la estructura familiar, es un compromiso ético que asumo con claridad. Estamos “amarrados” al alma familiar y su pasado condiciona nuestra vida. El lugar que cada quien ocupe en esa estructura es definitivo en la construcción de la personalidad. La familia es la plataforma de nuestras desgracias o de nuestros logros. De allí que en la familia se gesta nuestro futuro...                                    
Los medios de Comunicación han celebrado (y con razón) la liberación de Sigifredo López. Cada uno a su manera intentó enfocarlo con originalidad tratando de tocar las fibras sensibles ante el despropósito de la acusación. Con excepción de El País, los medios enfocan a Sigifredo como el hijo de doña Nelly. La madre al lado del hijo. Ella, como toda su familia, debió preocuparse y sufrir en silencio toda la angustia inimaginable ante la injusticia. Pero...
Cuando los seres humanos crecemos, dejamos de ser hijos. Pasamos a ocupar otros roles: o somos compañeros y compañeras o somos padres o madres. Ya no somos hijos no porque nuestros afectos hacia nuestros padres desaparezcan, sino porque el lugar primordial debe estar al lado de la pareja que escogimos. Si seguimos siendo prioritariamente hijo o hijas, no podremos construir familia y no existirá el linaje que perpetúe la especie. Seríamos entonces “niños grandes” dependientes de nuestra madre mientras nos “entretenemos” con nuestra pareja, lo que es un absurdo. Nadie puede sentarse en dos sillas a la vez. Y no en vano, la biblia dice “dejarás a tu padre y a tu madre...” no sólo en el terreno físico, sino, y he allí el asunto, en el terreno simbólico para que el compañero o compañera, se convierta en la prioridad de nuestra vida. Esta “escogencia” es vital en la construcción de familias más sanas y armónicas. La famosa frase materna “primero conociste máma que esposa” es una lápida para las relaciones de pareja. Y todas las mamás deberíamos tener esta claridad de dar un paso al costado, para aceptar y dejar que nuestros hijos construyan su propia vida sin inmiscuirnos y querer “manipular” sus vidas, claro “por el bien de ellos”.
Ni al hijo ni a la madre les conviene esa dependencia. Hay que crecer, amar y “soltarse”. La madre debe tener una actividad diferente de “criar hijos” o dedicarse totalmente a ellos. (Los papás generalmente han tenido vida propia independiente). Si la mujer se dedica al hijo, lo “atrapa” con su afecto. Y así el cuerpo crezca, su mundo interior seguirá apegado a su mamacita del alma y la pareja llega de “segunda”, ocupando un lugar equivocado en la formación de la nueva familia. El mundo hoy está plagado de historias de hombres y mujeres que no “logran” construir pareja estable por la intromisión de las familias políticas, en especial de la madre.
El caso de Sigifredo es una buena justificación para revisar cómo son nuestras creencias y cómo la cultura perpetúa estructuras enfermizas. Los medios generan cambios pero también “anclan” creencias que nuevos enfoques científicos han revaluado. Es hora de revisar, discutir y actualizarse. Si sólo hay cupo para una sola, ¿cuál debe ocupar la silla: la esposa o la madre?

lunes, 13 de agosto de 2012

Reinas en colegios


Debo confesar mi pecado. Más de una vez, me muero de envidia con Antioquia. Me “arde” la manera como el Gobernador Fajardo construye política. Y me arde porque se envidia lo que más se admira. En su filosofía (y la de su compañera de vida) cada pieza del rompecabezas intenta encajar para no terminar haciendo una colcha de retazos sino un tejido coherente donde todos los hilos obedezcan a un sentido. Entonces, hay coherencia, lo más difícil, lo más complejo, lo más estrambótico del mundo político. Y si realmente deseamos que el mundo cambie, no se puede continuar haciendo lo mismo. Para que el mundo se mueva, los hechos deben ser diferentes. Enfrentando cambios profundos donde las estructuras sean las que definitivamente se modifiquen. Nosotros movemos el cambio haciendo cambios en lo que cotidianamente creemos y hacemos. No es magia. Nadie “nos mueve” el mundo: lo hacemos nosotros mismos en la medida en que estemos convencidos de que hay que untarse  Porque, repito, haciendo lo mismo, todo sigue igual.
Nos quejamos con marchas, trinos y “desgarramientos” momentáneos del trato y violencia que rodea la vida de muchísimas mujeres en esta cultura. La agresión y atropello contra ellas, a todos los niveles, se parece a un cáncer enquistado en las entrañas. A esta “enfermedad” no se le puede aplicar una crema para untar sobre la piel: hay que llegar al meollo, a la esencia, a las entrañas. ¿Qué quiere decir ser mujer para los hombres de nuestra cultura? ¿Cuál es el estereotipo de mujer en nuestra sociedad?  Sergio Fajardo acaba de prohibir reinados de belleza en los colegios de Antioquia: no más a la competencia por belleza, por medidas o por las dos a la vez. La mujer no es solo cara y cuerpo. En nuestra sociedad las diferencias descalificadoras entre hombres y mujeres son tan grandes hasta el punto de generar formas de vida totalmente desiguales: hay reinados femeninos y no masculinos porque a las mujeres y a los hombres se los evalúa socialmente de otra forma. La mujer se queda con la imagen y el hombre con el contenido.  Y vale la pregunta, en esta desigualdad, cuál sexo pierde y cuál gana.
Los encargados de la moda se quejaron por la filosofía de Fajardo y mas después del exitoso Colombiamoda en Medellín. “Perjudica el negocio” argumentaron y hasta Pilar Castaño optó por decir que las niñas “necesitan” esta clase de actividades en su formación para tener mejor autoestima. Es bien interesante comprobar cómo la mirada mercantilista es el primer estímulo para emprender cualquier actividad. Lo demás es secundario...podría argumentarse entonces que como la droga es rentable hay que permitirla. Qué bueno que exista la moda pero en aras del negocio y de la actividad no puede permitirse la “utilización” del cuerpo y la imagen femenina para cosificarla. Si la industria de la moda respetara verdaderamente a la mujer, contribuyendo a que su calidad de vida fuera diferente, no promocionaría desfiles de modas solo para flacas. Las vitrinas, las modelos, las propagandas, todo “vende” un estereotipo de mujer fuera de la cual se es invisible. ¿Cuánto sufrimiento y dolor genera esta actitud? ¿Cómo reaccionan los hombres y cómo reaccionan las mujeres frente al mundo de la apariencia? ¿Qué tiene que ver esto con la violencia doméstica? La medida de Fajardo es excelente porque es contribuir a formar otra clase de valores en la cultura donde la mujer deje de ser el “decorado” de la cultura. ¡Por allí es!  Esta es la llave para abrir una nueva mentalidad y por lo tanto nuevos comportamientos.

lunes, 6 de agosto de 2012

Amamantar con equilibrio


¿Entenderán los pediatras que quien amamanta un hijo no es un “dispensador” de leche? ¿Podrán aceptar que la mujer-madre no deja de ser humana con su propio mundo cuando da a luz un hijo? Si han montado en avión, habrán escuchado acaso, cuando se da el ejemplo de la mascarilla que cae con la despreurización, que no le puedo dar aire a nadie mientras yo me ahogo? Entonces, con el símil del avión, no puedo dar leche a nadie mientras yo me consumo de angustia. La campaña prolactancia es muy importante, ni mas faltaba, pero no se puede “invisibilizar” a la mujer madre para ponerla “al servicio” de su hijo, ni desconocer el mundo psicológico donde la dependencia de un hijo a través de la lactancia hasta los dos años puede causar problemas insospechados. No somos tan solo “cuerpo biológico”: los factores psicológicos de apego y manipulación de los hijos son de tal proporción que no se puede caer en el extremo de  privilegiar el cuerpo “arrasando” con lo demás.
Sí, es necesaria la alimentación de la madre a su hijo, es importante su vínculo afectivo, pero existen otros factores valiosísimos que deben incluirse para lograr el equilibrio. ¿Han escuchado acaso el dolor de esta mujer madre cuando dice que su marido ya no la busca porque permanentemente “huele a leche”? ¿Para este chiquito lo más importante será “haber sido alimentado por mamá” pagando el precio de que papá y mamá se distancien? ¿Han trabajado con su sentimiento de culpa porque debe irse a trabajar y el pediatra de su hijo la regaña porque no le da suficiente pecho? ¿O se queda en casa por alimentar y que “fluyan” los problemas económicos? Tener un hijo no puede convertirse en una tarea de esclavitud donde la cultura patriarcal la “obliga” a olvidarse de sí misma para que su hijo “la utilice” cada que se le antoje. La lactancia impuesta es, psicológicamente, uno de los factores que mas rechazo puede causar porque la maternidad vuelve a ser la cadena con la cual se “detiene” el mundo femenino. ¡Un hijo no puede “secuestrar” a su madre a través de la lactancia!
Equilibrio y no culpa. Equilibrio y no amarres. Escucharla a ella en su ansiedad, en su miedo, en su alegría, en su dolor, tal vez no sea el trabajo del Pediatra y si de la Psicología, pero no puede desconocerse lo que esta mujer madre experimenta. La libertad de opciones genera responsabilidad y compromisos sanos donde la culpa (y la rabia) no terminen haciendo estragos. ¿Y cuál es la participación masculina en este paseo? Claro, la mujer madre está entre su hijo y su marido y si el medio no la ayuda, ella debe equilibrar, balanceando la atención entre sus “dos amores”. ¿Saben señores pediatras de que les hablo? ¿Son capaces de “sintonizar” con la angustia femenina? O para ustedes lo único importante es el niño “a cualquier precio”.  Mas de una mujer dice que ante el pediatra se siente como frente a un padre que la juzga y la regaña. ¿Ayuda esta actitud a la lactancia? Qué injusta y patriarcal me suena la campaña prolactancia sin tener en cuenta a la mujer, su deseo, su necesidad, su ilusión y su propia vida. Si se piensa que un hijo es el rey de la casa y que todo gire en torno a él, ¿no fomentamos acaso la cultura de niños y adolescentes “igualados” donde sus padres y el mundo “les deben” porque siempre se satisfizo todos sus deseos? No sólo nos “alimentamos” de leche materna. También el ánimo, la actitud y el respeto por la mujer-madre, se convierten en saludables vitaminas para el crecimiento integral.