Abrir un periódico,
leer una revista, escuchar noticias, ver televisión, leer un twiter, puede convertirse en un ejercicio diario de
confrontación. Si la persona receptora de cualquier medio de información tiene
formado un criterio mas o menos coherente, puede encontrarse diciéndose en
silencio “no, así no es” o de pronto “pero cómo lo interpretan de esa manera”.
Los enfoques que realizan los periodistas o comunicadores están hechos bajo “su
lente” y de acuerdo a ello analizan los hechos. Que pueden ser muy diferentes a
los que en su silla personal, “interpreta” o lee el receptor. Lo que sucede sin
embargo, es que cuando no hay un criterio formado, esa palabra dicha, oída o
leída, puede causar un impacto muy grande porque “forma” criterio. Genera
opinión. Y “desde un solo lado” o con una sola manera de mirar, no se está
formando un criterio imparcial para que el receptor decida. Los medios
“deciden” por los espectadores. Y allí se da un compromiso muy serio.
Porque lo que sí es
muy claro es que ante el día a día cada uno interpreta de acuerdo a su historia
y a su creencias. Así sea periodista. Desearía uno que a mayor formación, mayor
amplitud de criterio para poder analizar los hechos. Hay momentos en que se
percibe ignorancia, elementalidad, “cobro de cuentas”, revancha, amiguismo. Sin
desconocer que el poder es absolutamente embriagador. No existe pasión humana
mas potente que el poder, así se lea como pleonasmo. El poder es superior al
amor, al sexo, al dinero porque –se supone- el poder “lo puede todo”. Claro,
los comunicadores, los arquitectos, los políticos, los psicólogos, los médicos,
los abogados, son humanos. Es imposible (y dañino) pedir imparcialidad. Buscando
poder (o influencia en este caso) se pueden atropellos. La sola actitud de
aprender a oír “las dos orillas” ya de por si es más equilibrado y sanador.
Además, no puede olvidarse que en la condición humana cualquier acto tiene una
intención. Y aquí sí, radica, el meollo del asunto.
La intención es
como una energía que se adhiere a cada palabra, a cada gesto, a cada mirada. Si
la intención está cargada de ambición o perversión, las consecuencias son
nefastas. Pero si la intención se construye desde la conciencia, entonces el
resultado es diferente. Ser consciente de que cada palabra, cada gesto, cada
interpretación es un acto diario al cual no se le puede fallar. Claro, si hay
conciencia, no inteligencia. Si seguimos descrestándonos con la inteligencia,
podemos caer en los extremos del “guasón de U.S.A” un ser exageradamente
inteligente, nunca consciente de si mismo, de su vida y de su entorno. La
conciencia, por el contrario, da herramientas para ser coherente, para juntar
las piezas del rompecabezas e intentar que encajen. En todo momento, en
cualquier circunstancia. Y a la única que jamás puedo traicionar es a mi
conciencia. Ni siquiera a nombre del poder...
Si en su interior
está alimentado de odio y rencor, muchas de las situaciones del diario vivir,
usted las juzgara con ese lente. Lo visceral no ayuda a despertar conciencia,
por el contrario obnubila. Sin conciencia, totalmente primario, “vomitará” lo
que su corazón guarde. Pero si es consciente cada expresión se medirá desde la coherencia,
donde “todo tiene que ver con todo”, y donde puede señalar, opinar, pero jamás destruir.
Debo cuidar para que la pasión del poder
no desvíe la intención. La intención en
definitiva es la que guía la interpretación y es el camino mas claro para
orientar y ayudar a crear conciencia.