Trabajar con hombres y mujeres enfrentados a situaciones de conflicto, separaciones, educación de hijos e hijas permite conocer a las instituciones que ayudan y aportan en el manejo de estas crisis. Claro, estamos dentro de una cultura y no se pueden desconocer paradigmas que se repiten y transmiten como si fueran dogmas de fé. No decía, acaso, Einstein que era mas fácil perforar un átomo que modificar un paradigma… Dentro de la cultura se considera que las mujeres son mejores madres que los hombres, padres. Las historias de abandono e irresponsabilidad de los hombres se multiplican y dan pié para que esta creencia permanezca. Se ha repetido hasta la saciedad que un niño o una niña necesitan –antes que nada- una mamá y por lo tanto lo prioritario es que se respete el papel y el rol de la madre en su formación.
En cantidad de situaciones este criterio es válido. La mujer madre es más responsable que muchos hombres en la educación de sus hijos. Aún más, en varios casos los hombres se interesan por sus hijos e hijas siempre y cuando tengan posibilidad de acceder a la mujer-madre. Una vez cerrado el capítulo con la compañera, los hijos empiezan a desdibujarse hasta que llega un momento en que desaparecen. Otro hogar u otra relación logran que muchos hombres se olviden de sus anteriores retoños. ¿Será la esencia masculina o serán factores de educación donde ellos no tienen que preocuparse por nada más que sus propios intereses? Bueno, pueden darse varias respuestas. Sin embargo, aceptando de entrada estas situaciones, no significa que no existan casos donde el hombre es mejor padre que su ex-compañera mamá y sus argumentos deberían ser escuchados con una mirada menos parcializada por parte de las organizaciones encargadas de determinar custodias, visitas, patria potestad, etc, etc.“Hace carrera” la idea de que ante Bienestar los hombres padres “la tienen perdida”. Como si para el Instituto los hombres, per se, fueran malos, violadores, irresponsables y maltratadores. Conozco historias donde “por obedecer” al paradigma (hombre-padre malo), no se escucha la historia real de niños o niñas en la que la actitud de la madre es de total indiferencia o abandono hacia sus hijos. Y un papá bueno, responsable, con ganas de meter el hombro en el cuidado y educación de ellos no se acepta porque la mujer llora, patalea o quiere el dinero que le entregan por los hijos y consigue la solidaridad de algunas psicólogas o trabajadoras del Instituto y es entonces, imposible acceder a una realidad menos parcializada. La alianza es algo parecido a una “solidaridad de género”, donde se presupone –otra vez el paradigma- que “todos los hombres son iguales” y por lo tanto “todas” las mujeres madres son más responsables que “cualquier” papá. Se presupone con base en una creencia que no siempre resulta válida. Parece como si el juicio ya estuviera definido. Es importante “abrir” la mente porque todos los padres son malos y no todas las mamás son buenas. Lentamente nuestra sociedad cambia y el hombre quiere ser mejor padre mientras que algunas mujeres “se cansan” de la imposición de su maternidad. Hay historias que merecen una revisión más actualizada y la urgencia del cambio de creencias es eminente. ¿Cómo lograr un análisis real de las historias donde el dinero, el poder, el género y los paradigmas no obstaculicen el bienestar de niños y niñas? He allí el problema…
martes, 26 de mayo de 2009
lunes, 18 de mayo de 2009
Exceso de Familia
El problema con nuestra cultura –o con nuestras creencias- es que se especializa en idealizar personas, instituciones, momentos o circunstancias. Creemos que existe algo perfecto dentro de la condición humana y por lo tanto no somos capaces de abordarlo con una mirada crítica que permita su evolución. Sólo, es perfecto y punto.
Ha sucedido con la figura de la madre. ¡Ay quién ose cuestionarla! Para esta cultura la madre es perfecta y todavía no hemos logrado dimensionar el daño que esta figura “perfecta” ha generado en la salud mental de cientos de personas. La madre “sólo” es un ser humano que intenta ser ella y transmitir algo de sí misma a sus hijos e hijas. La maternidad no gradúa. Sin embargo cuántas veces hemos construido panegíricos sobre la perfección maternal sin intentar siquiera abordar el cuestionamiento de la mentira transmitida de generación y generación sobre el instinto maternal. Porque así no se atreva ni a imaginarlo, el instinto maternal no existe. Si todavía usted es de los que cree este paradigma, déjeme decirle que bordea la ignorancia…
Otra de las instituciones “intocables” es la familia. Hay que recuperar la familia, los valores de la familia, el despelote del mundo de hoy se debe a la crisis de la familia, la familia se destruye porque la mujer salió a trabajar. Papá y mamá no tienen tiempo para sus hijos. Los matrimonios no duran y entonces no hay familia. Una separación es la destrucción de la familia (¿verdaderamente lo cree?). Cientos de clichés sin ni siquiera atreverse a revisarlos. Pero parece como si las tiras cómicas, mucho más irreverentes, nos estuvieran mostrando “otra” forma de mirar la familia sin que la caricatura se convierta en la representación exacta de ella. Ni el extremo de la perfección ni el de la perdición. Pero están “abriendo la puerta”, mostrando que en familia se cocinan cualquier cantidad de problemas, abusos, desequilibrios, angustias, ansiedades, injusticias, trampas y locuras que pueden dar al traste con cualquier educación.
La familia es hoy por hoy, una institución en crisis. Hace daño y hace bien. Por lo tanto no es perfecta ni imprescindible. En el proceso de la evolución de la conciencia el ser humano tiene que desapegarse (incluída su familia) para poder alcanzar niveles mayores de espiritualidad. Esto no significa que no quiera a los suyos. Pero una cosa es querer y otra bien diferente, las dependencias enfermizas donde no se pueden tomar decisiones personales sin el “consejo familiar”. Qué rico que la familia sea unida pero también esta unión puede llegar a ser muy peligrosa. En aras de idealizar a la familia, existen personas que no desean desapegarse nunca y entonces su problema psicológico se podría catalogar como “síndrome de exceso de familia”. O de “exceso de mamá”. De 30 0 40 años y todavía le tienen miedo a sus padres. “No quiero defraudarlos, yo no puedo tomar una decisión que los mortifique”. Como si un hijo o hija adultos no pudieran asumir sus propias vidas y la consulta a los padres o a los hermanos se convierte en un manoseo donde todos participan para terminar bloqueando a quien tiene que decidir. Son familias “masas” donde pareciera que está prohibida la individualidad o la autonomía. Y claro esta familia controladora es una familia que lastima la autoestima y genera personas lisiadas emocionalmente. La familia no es perfecta, la familia puede hacer daño. ¿Se atreve a revisar la suya?
Ha sucedido con la figura de la madre. ¡Ay quién ose cuestionarla! Para esta cultura la madre es perfecta y todavía no hemos logrado dimensionar el daño que esta figura “perfecta” ha generado en la salud mental de cientos de personas. La madre “sólo” es un ser humano que intenta ser ella y transmitir algo de sí misma a sus hijos e hijas. La maternidad no gradúa. Sin embargo cuántas veces hemos construido panegíricos sobre la perfección maternal sin intentar siquiera abordar el cuestionamiento de la mentira transmitida de generación y generación sobre el instinto maternal. Porque así no se atreva ni a imaginarlo, el instinto maternal no existe. Si todavía usted es de los que cree este paradigma, déjeme decirle que bordea la ignorancia…
Otra de las instituciones “intocables” es la familia. Hay que recuperar la familia, los valores de la familia, el despelote del mundo de hoy se debe a la crisis de la familia, la familia se destruye porque la mujer salió a trabajar. Papá y mamá no tienen tiempo para sus hijos. Los matrimonios no duran y entonces no hay familia. Una separación es la destrucción de la familia (¿verdaderamente lo cree?). Cientos de clichés sin ni siquiera atreverse a revisarlos. Pero parece como si las tiras cómicas, mucho más irreverentes, nos estuvieran mostrando “otra” forma de mirar la familia sin que la caricatura se convierta en la representación exacta de ella. Ni el extremo de la perfección ni el de la perdición. Pero están “abriendo la puerta”, mostrando que en familia se cocinan cualquier cantidad de problemas, abusos, desequilibrios, angustias, ansiedades, injusticias, trampas y locuras que pueden dar al traste con cualquier educación.
La familia es hoy por hoy, una institución en crisis. Hace daño y hace bien. Por lo tanto no es perfecta ni imprescindible. En el proceso de la evolución de la conciencia el ser humano tiene que desapegarse (incluída su familia) para poder alcanzar niveles mayores de espiritualidad. Esto no significa que no quiera a los suyos. Pero una cosa es querer y otra bien diferente, las dependencias enfermizas donde no se pueden tomar decisiones personales sin el “consejo familiar”. Qué rico que la familia sea unida pero también esta unión puede llegar a ser muy peligrosa. En aras de idealizar a la familia, existen personas que no desean desapegarse nunca y entonces su problema psicológico se podría catalogar como “síndrome de exceso de familia”. O de “exceso de mamá”. De 30 0 40 años y todavía le tienen miedo a sus padres. “No quiero defraudarlos, yo no puedo tomar una decisión que los mortifique”. Como si un hijo o hija adultos no pudieran asumir sus propias vidas y la consulta a los padres o a los hermanos se convierte en un manoseo donde todos participan para terminar bloqueando a quien tiene que decidir. Son familias “masas” donde pareciera que está prohibida la individualidad o la autonomía. Y claro esta familia controladora es una familia que lastima la autoestima y genera personas lisiadas emocionalmente. La familia no es perfecta, la familia puede hacer daño. ¿Se atreve a revisar la suya?
martes, 12 de mayo de 2009
El "amo" de casa
La separación de Paula Andrea Betancourt y su esposo se ha ventilado en periódicos y revistas y sobre el tema han opinado algunos columnistas. Es, entonces, un tema público. Me ha llamado la atención un enfoque donde se explica que el exmarido de la reina hizo el papel de “amo de casa” y por lo tanto esto no puede ser justificación para que Paula Andrea argumente que “estaba agotada, que se sentía sola, sin apoyo, desempeñando todos los roles del hogar: madre y sostén de su casa”. Muchos hombres aceptan que sus esposas se convierten en amas de casa y no se quejan por este comportamiento de su pareja. Entonces, si se quiere hablar de igualdad, si las mujeres están trabajando por la equidad no pueden ser sólo derechos y no deberes. ¿Por qué quejarse de que un marido se vuelva “amo” de casa? ¿Por qué perderle admiración a un hombre porque se quede en casa mientras su mujer lo sostiene? ¿Acaso no sucede esto con la mujer cuando es mantenida por el marido?
Hay que hilar despacio. Cuando en una relación tradicional hombre y mujer aceptan que la esposa se quede en casa, se parte de la base de un acuerdo. La esposa en casa asume su compromiso y renuncia a determinados elementos para conseguir otros. O no está preparada (y el esposo lo sabe) o cuida los hijos (y el esposo lo acepta) o renuncia a su profesión para educar sus hijos (y el esposo lo agradece con creces). Pero cuando la mujer trabaja (y le va bien económicamente) y el hombre “decide” quedarse en casa por lo general no lo hace por mutuo acuerdo sino porque se vuelve cómodo, porque ya no encuentra un puesto “acorde” con su preparación, porque se convierte en “atenido” que quiere que lo mantengan. Es cuando empieza a “chupar rueda” de los éxitos de su mujer y es allí donde se rompe la magia. Lo que debió suceder en el matrimonio Villegas- Betancurt. Difícilmente en nuestra cultura una pareja parte de la decisión de que la esposa le diga a su marido: “quédate en casa yo te mantengo”. El empuje de un hombre ante la vida (su trabajo, su profesión, sus ganas de salir adelante) son elementos que hacen que una mujer lo admire y contribuyen a su decisión de ser su compañera. Pero si este hombre se decide por una actitud pasiva, cómoda, atenida, –ipso facto- la mujer deja de maravillarse de quien escogió como compañero de su vida. Este hombre sin trabajo externo, convertido en “amo de casa” no es para admirar sino por el contrario para reprochar. ¿Qué se hizo el hombre con el cual me casé? ¿Dónde está el luchador, el empujador? Este hombre con esta actitud pasiva es lo que se llama en el argot popular “un vividor” que duerme en casa mientras su mujer camella por salir adelante. Y que a ella le vaya bien no es argumento para que él se quede quieto. La pérdida de su capacidad de luchador por la vida tiene el efecto de “vidrio molido” en la admiración que su compañera le puede profesar. Y no podemos olvidar que la admiración es la llave con la que se abren las puertas al amor.Un hombre o una mujer pueden ser amo u ama de casa siempre y cuando sea de mutuo acuerdo o convenido por circunstancias extremas. Pero no puede ser una decisión nacida de la comodidad o de la suficiencia de “no encuentro puesto acorde con mis capacidades”, apoyado en la realidad de que ya existe quien aporta el dinero a casa. He allí la diferencia entre compartir y “acomodarse” o entre admirar y hartarse
Hay que hilar despacio. Cuando en una relación tradicional hombre y mujer aceptan que la esposa se quede en casa, se parte de la base de un acuerdo. La esposa en casa asume su compromiso y renuncia a determinados elementos para conseguir otros. O no está preparada (y el esposo lo sabe) o cuida los hijos (y el esposo lo acepta) o renuncia a su profesión para educar sus hijos (y el esposo lo agradece con creces). Pero cuando la mujer trabaja (y le va bien económicamente) y el hombre “decide” quedarse en casa por lo general no lo hace por mutuo acuerdo sino porque se vuelve cómodo, porque ya no encuentra un puesto “acorde” con su preparación, porque se convierte en “atenido” que quiere que lo mantengan. Es cuando empieza a “chupar rueda” de los éxitos de su mujer y es allí donde se rompe la magia. Lo que debió suceder en el matrimonio Villegas- Betancurt. Difícilmente en nuestra cultura una pareja parte de la decisión de que la esposa le diga a su marido: “quédate en casa yo te mantengo”. El empuje de un hombre ante la vida (su trabajo, su profesión, sus ganas de salir adelante) son elementos que hacen que una mujer lo admire y contribuyen a su decisión de ser su compañera. Pero si este hombre se decide por una actitud pasiva, cómoda, atenida, –ipso facto- la mujer deja de maravillarse de quien escogió como compañero de su vida. Este hombre sin trabajo externo, convertido en “amo de casa” no es para admirar sino por el contrario para reprochar. ¿Qué se hizo el hombre con el cual me casé? ¿Dónde está el luchador, el empujador? Este hombre con esta actitud pasiva es lo que se llama en el argot popular “un vividor” que duerme en casa mientras su mujer camella por salir adelante. Y que a ella le vaya bien no es argumento para que él se quede quieto. La pérdida de su capacidad de luchador por la vida tiene el efecto de “vidrio molido” en la admiración que su compañera le puede profesar. Y no podemos olvidar que la admiración es la llave con la que se abren las puertas al amor.Un hombre o una mujer pueden ser amo u ama de casa siempre y cuando sea de mutuo acuerdo o convenido por circunstancias extremas. Pero no puede ser una decisión nacida de la comodidad o de la suficiencia de “no encuentro puesto acorde con mis capacidades”, apoyado en la realidad de que ya existe quien aporta el dinero a casa. He allí la diferencia entre compartir y “acomodarse” o entre admirar y hartarse
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