viernes, 12 de diciembre de 2008

Construyendo recuerdos

Diciembre no es un mes fácil. Por más que esté teñido de luces y colores, es por excelencia el mes de la alegría y el mes de las confrontaciones. Las dos situaciones en el mismo espacio: ¡la paradoja de la condición humana! Mientras para algunas personas es el mes especial, la época para la cual se justifica vivir los días más felices del calendario, los días que se esperan con entusiasmo e ilusión, para otros la Navidad es una época espantosa, un mes que debería suprimirse puesto que todo lo que se vive en esos días aparece como agresivo, tallador, doloroso. ¡Allí está pintado Diciembre! Amo y señor del año, dispuesto a causar estragos o a entregar felicidad. ¿De qué depende, entonces, el que Diciembre sea encantador o sea espantoso?
No existe una sola razón. La complejidad de la existencia humana abre un abanico de posibilidades. Sin embargo, muchas de las justificaciones para vivir un buen o un mal Diciembre, están cimentadas en la niñez. Los recuerdos, imágenes, olores, hasta los sabores se fraguan en los primeros años. ¿Qué clase de infancia vivimos en Navidad? ¿Qué calidad de recuerdos nos acompañan desde entonces? Revisar el pasado es doloroso pero a veces necesario. El interés para revisarlo no puede reducirse tan solo al deseo utópico de modificarlo (ya no se puede cambiar) o para borrarlo “del todo”, pero sí se puede aprender de lo vivido. Lo más valioso de la historia personal es que sirve para aprender de ella. Y contribuye, si la sabemos “leer”, para que nuestros hijos e hijas tengan una mejor calidad de vida
Porque llegue Diciembre no se acaban los problemas. Las situaciones familiares continúan iguales y los líos de pareja o las dificultades de manejo de los hijos siguen, a pesar de la Navidad. Tenemos la supuesta idea de que Diciembre “arregla” cualquier conflicto porque el abrazo y el beso “esconden” la realidad de los hechos. Pero... no deja de ser un sueño. En Diciembre, continúan los conflictos y más vale estar preparados para afrontarlos. De la manera más adulta posible y sobre todo, tratando de que se lastime a la menor cantidad de personas. Incluídos nosotros mismos.
Por eso, aun cuando muchas circunstancias de la vida nos llegan –aparentemente- de improviso y pareciera que no tenemos la posibilidad de “escogerlas”, si tenemos el libre albedrío para afrontarlas. O enfrentarlas: ¡usted decide! Nuestra responsabilidad actual como padres es tener cuidado al menos en forma consciente de la clase de nostalgia que estamos fraguando en el corazón de las personas que dependen de nosotros. No podemos decidir que alguna de las personas que amamos no muera en Diciembre, por ejemplo. Tampoco podemos escoger vivir o no vivir circunstancias adversas como enfermedades, problemas económicos. Pero sí depende de los adultos cómo ayudar a “entrar” en Diciembre: si en forma amorosa, tranquila o en forma desgarradora o desesperanzadora. Alguna vez escuché la historia de una niña cuyos padres en Diciembre, por castigo, le regalaron un bulto del carbón. Al lado de las bicicletas y patines y muñecas para sus hermanos y hermanas, ella tuvo como presente de Navidad este “obsequio”. Imagine qué clase de Diciembre registra para toda la vida, “su computador interior”. Y aun cuando existan terapias y psicólogos que ayuden a reparar el dolor, la huella es imborrable y acompaña el resto de la existencia. ¿Se pudo haber evitado?Lo anterior no significa que los “buenos recuerdos” se construyan tan sólo con regalos pero sí hay que tener cuidado con los comportamientos del hoy que pueden herir de por vida. Entonces si se deben asumir decisiones dolorosas por estos días, una separación por ejemplo, valdría la pena esperar e intentar llegar a Enero para enfrentar la situación. Veinte o treinta días más pueden construir un buen o un mal recuerdo. El bichito de masoquismo que se inocula en el fondo de algunos corazones lleva a asumir desenlaces definitivos precisamente en estas épocas. Y es allí donde vale pensar en los recuerdos que estamos construyendo. Un niño o una niña, un adolescente cerca a nosotros, agradecerá que le “cuiden” sus Navidades...

jueves, 4 de diciembre de 2008

Mujer ¿todavía pide permiso?

Hoy se celebra el día de la “no violencia contra la mujer”. Cualquiera que haya sido la motivación para institucionalizar la fecha, es obvia la necesidad de conmemorarla, nombrarla, señalarla, destacarla…como quiera decirlo. La violencia contra la mujer es casi de las mismas dimensiones de antaño. Expresado de otra forma: el hombre sigue agrediendo a la mujer en la misma proporción, en su necesidad imperiosa de control y poder. Lo que puede haber cambiado es que la mujer despertó y no se deja de la misma manera. Existe ya mas conciencia de ser mujer. Pero la necesidad de dominio del hombre sigue intacta. O de pronto, dolorosamente, puede ser mas obsesiva su necesidad porque en la medida en que la mujer reacciona, su inseguridad puede ser mayor y redobla “sus esfuerzos” por el poder. No soporta el despertar femenino y su reacción es aún mas violenta…

La violencia contra la mujer no se manifiesta únicamente en golpes, puños o gritos. Puede “disfrazarse” y se manifiesta en circunstancias como cuando una mujer “hecha y derecha” tiene que pedir permiso para tomar determinaciones sobre su propia vida. Para saber si puede estudiar, si se puede cambiar de look: “¿me dejas cortar el pelo?”, si tiene “autorización” para salir con sus amigas. Debe preguntar si se puede colocar minifalda o si tiene derecho a lucir esos pantalones apretados. No importa su nivel de capacitación profesional: ejecutiva, secretaria o aseadora, debe contar con el permiso de su compañero para manejar su propio cuerpo. Y cáigase de espaldas, hasta para reír se debe solicitar “certificación”. He escuchado historias de mujeres sometidas donde los hombres las fusilan con la mirada por su manera de reírse en público. “No dices sino pendejadas, cállate” es la sentencia de mas de un hombre posesivo y dominante, para quien su mujer simplemente es una hija “grande” a la que se debe “terminar” de educar. “El no me deja” termina siendo una razón muy femenina que necesariamente desvaloriza a quien la expresa. “Pero es que si no pido permiso, se enfurece” resume la situación en relaciones de pareja moderna.

Cuando una mujer siente que debe “pedir permiso” es obvio que tiene dueño, está sometida y hay alguien manejando las riendas de su vida. Es una mujer que sufre una violencia pasiva porque la mayor agresión posible para un ser humano es no poder ser dueño de si mismo. En otras palabras no tener las riendas de su vida en sus manos. Para bien o para mal. El hombre se aterroriza de no tener a quien mandar, porque “ese” es uno de los atributos con los que construyó su masculinidad. Si mando soy un hombre, si me mandan soy un idiota. Y claro, el permiso en el aspecto sexual también es básico. Hay hombres que se sorprenden (y cuestionan desesperados) el que su mujer disfrute la relación sexual. Porque si lo hace sin su “consentimiento” ipso facto viene la acusación : ¿donde lo aprendiste ?,¿quien te enseñó?”. Ellos deben ser los maestros del deseo femenino y dirán cuándo, cómo y con quién se puede gozar.

No sobra el día de la no violencia. Hay que destacarlo. Es la única manera de crear conciencia. Porque si usted, mujer, todavía permiso, aun cuando no esté en la cifra de las estadísticas, hay alguien ejerciendo violencia sobre usted, usted no maneja su vida, usted tiene dueño…piénselo.

Los amantes “sostienen” matrimonios?

Frente a la conducta humana se pueden asumir dos posiciones: una, “soñar” con lo ideal y otra, afrontar la realidad. Es decir, aceptar que la conducta humana dista mucho de ser tan ideal como quisiéramos. Los seres humanos funcionamos como en una doble moral, tratando de cumplir lo que la cultura espera que seamos y otra conducta, haciéndole pistola a esa misma cultura por lo absurdo de sus exigencias. Y una de las instituciones que afronta la peor crisis de su historia es el matrimonio. La idea de que el matrimonio sea “para toda la vida” es uno de los venenos mas agudos que se le pueden inyectar a una organización humana. Basta con preguntar, qué organización humana espera funcionar igual “para toda la vida” y la respuesta es aplastante. Ninguna! Todas esperan –y desea- cambios, modificaciones, renovaciones, oxigenación.
Lo anterior no significa que un matrimonio no pueda durar que no pueda afrontar cambios y perdurar en el tiempo a pesar de la gran crisis de pareja del mundo de hoy. Pero diríamos que es la excepción no la generalidad. Los seres humanos enfrentan cambios a través de la vida y es posible que la pareja escogida a los 20 años no sea la mas adecuada a los 40. Y no porque ella o él sean malos, infieles o irresponsables, sino porque los mundos evolucionaron y ya exista muy poco en común para esta pareja. La cultura y claro, la mentalidad, son totalmente inflexibles frente al tema de la infidelidad, como si los seres humanos pudiéramos encontrar una vacuna frente a la opción de que otros hombres o mujeres nos puedan gustar, atraer o querer. Me impresiona sobremanera como, en especial las mujeres (no, y los hombres también) no soportan la opción de que su compañero o compañera pueda “mirar” para otro lado. “No perdono la traición”, “no podría con una infidelidad” son las frases mas comunes. Pero cada día es mas obvio que la llamada infidelidad se multiplica. Claro que en el tema de los “cachos” o la infidelidad se arropan con la misma palabra conductas muy diversas. Desde alguien que abrazó a otra persona, o le dió un beso, o se encontró en un restaurante, lo montó en el carro (la ví con otro), hasta la consabida relación sexual. Todo se cobija con la misma expresión: “me puso los cachos”. Hay personas tan excesivamente posesivas que exigen hasta que los pensamientos del otro o la otra les pertenezcan: toda una invasión atropelladora a la intimidad de cada quién Pero, repito, una cosa es lo que se desea y otra, la que se vive. Y es obvio que una aventura puede ser una circunstancia que oxigene una relación. Ningún ser humano con una relación estable puede estar exento de esta posibilidad. Tenemos tanto que aprender sobre el amor en un nuevo siglo, para nuevos hombres y nuevas mujeres que no construyen sus vidas con base a lo que me entreguen el otro o la otra. La mejor relación se construye con base en una buena autoestima de cada uno de los integrantes de la pareja. Pero…nada ni nadie garantiza que no pueda suceder la “nefasta” infidelidad. En la esencia misma de la construcción del matrimonio está su mayor veneno. Por eso no es exagerado afirmar que un amante puede “suavizar” una relación de pareja y hacerla llevadera. Lo anterior no es un permiso para hacerlo pero si una realidad que hay que enfrentar. A no ser que absurdamente creamos que los seres humanos tienen “dueño” y que podemos controlar hasta el deseo del otro u de la otra. La vida en pareja exige ese riesgo y ese cuidado!