La diferencia mas grande entre un feminicidio y otros asesinatos (sin
quitarle gravedad a ninguno) es que los primeros
giran en torno al amor, a emociones gratas y placenteras que se vuelven tóxicas
y nefastas. Me parecería muy grave que tuviéramos que educar a las nuevas
generaciones de mujeres advirtiéndoles que uno de los peligros mas graves que
pueden correr en sus vidas es amar. Si aman pueden morir. Si confían en una
pareja están expuestas al abuso, al vejamen y a la muerte. Los feminicidios se
construyen con base al amor (bueno, o al apego o posesividad) pero la puerta de
entrada es el enamoramiento. Un piropo, una mirada, un detalle de un seductor y
comienzo el camino de mi propia destrucción. ¿Cómo diferenciar la intención de
ese hombre que halaga, seduce, coquetea, pero impávido, después clava 10
puñaladas en el cuerpo, o arrastra del pelo, o ahoga en un río?
Los líderes sociales son asesinados por sus ideologías, por sus
criterios, por sus posturas frente a la vida. A las mujeres las matan porque
confían en un hombre en el cual colocan todas sus ilusiones. Entonces, matar en
nombre del amor es prostituir lo mas sagrado de la condición humana, es
definitivamente, perder la construcción de lo humano para igualarnos con la
escoria. ¿Que una mujer enamorada muera “paniquiada” porque “su” hombre la
escuchó contestar una llamada telefónica? ¿Qué una mujer al amar quede
prisionera de ese amor y no pueda respirar por si misma? Escuchar las historias
de mujeres con autoestimas bajísimas, ilusionadas con el amor romántico “el me
va a hacer feliz”, apegadas, tratando de complacerlos en todas sus exigencias,
es un espectáculo lamentable. Se nos arruga el alma escuchar a esa mujer
enamorada, ilusionada, llorando porque “el me culpa de que no cambio como él
quiere y que yo soy la culpable de que esta relación no marche”. Frases
desesperadas donde intentan adivinar qué es lo que ese hombre quiere para que
no las abandone. Días, meses, años, donde el siente ese poder aplastante sobre
ella hasta que… de pronto hay un click, una saturación, un “no mas” y se
produce un cambio. Pero no para ser el objeto posesivo de ese hombre, sino para
aprender a caminar sola. Para saber que tiene que amarse a si misma antes que a
cualquiera. Es un despertar a veces instantáneo, otras veces sutil y despacito.
Pero cuando sucede no tiene marcha atrás. Entonces se rompe la magia y el poder
del hombre queda a la deriva. Este macho la siente distante, lejana,
indiferente. Su narcisismo no resiste esta afrenta y cualquier método es viable
para que siga siendo suya.
De allí al asesinato no hay sino un paso. Matar a nombre del amor
porque “es mía”. Días antes esa frase “es mía” generaba satisfacción e
implicaba (por Dios) protección, cuidado, afecto. Ahora se vuelve un arma con
la que tengo derecho, a nombre del amor, a matar. “Mía o de nadie”. El camino
se ha cruzado con gritos, insultos, desprecios, humillaciones. Empoderar al
hombre desde el lenguaje, las Leyes, la Academia, la política, los Seminarios y
Eventos, invisibilizando a la mujer, es una responsabilidad comunitaria. Para muchos los feminicidios son exageración
o paisaje. Lo desgarrador es que se cometen a nombre del amor. Llegaremos
entonces a institucionalizar ¿“mujer si quieres vivir no ames…”?
Gloria H. @GloriaHRevolturas

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