Meghan y Harry son la representación clarísima de la exclusión. Lo
que una sociedad, la cultura, tradiciones, costumbres, creencias y hasta las ideologías
pueden llegar a causarle a seres humanos. Cuando no se encaja dentro de sus
parámetros. Cuando se “desentona” de lo que se espera. Cuando se atreven a ser
diferentes porque no copian lo que sus ancestros han creído y practicado. ¡Tenaz!
La exclusión es una de las formas mas agresivas de la condición humana:
pretende invisibilizar a aquel o aquella que genera incomodidad en los demás.
La diferencia es ofensiva para quien necesita vivir con espejos. Qué paradoja,
es de lado y lado. No me reconoces, no te reconozco pero gana la mayoría, los
que son mas. La minoría es la excluida.
Pero Meghan y Harry no son los únicos. Hoy son los mas visibles.
En la intimidad del hogar, de una empresa, del vecindario, de los compañeros de
clase, el que desentona, la rara, la que no hace lo que “es normal” o lo que
“todos haríamos”, o el que no es como “debería ser”, inmediatamente empieza a
sentir sobre sus hombros el peso de la exclusión. Que, sorpréndase, de acuerdo
con nuevas miradas en Psicología, tiene raíces en sus ancestros. Y aquí son
contundentes las historias de exclusión de ambos protagonistas. Ellos no
encajaron, nunca se sintieron cómodos, como tampoco se sintieron sus madres.
Mas excluida que Diana, imposible. Su historia por ser aceptada, por hacer lo
adecuado fue absurda. No pudo. Le ganó la muerte. Parece que con la madre de
Meghan existe también exclusión por su raza, por su condición, no encajó con el
papa de Meghan. Ahora sus hijos, herederos del pendiente, lo enfrentan
aferrándose al amor y luchando por lo que creen.
Son los raros de la realeza británica, a diferencia de Kathy que
fue educada para encajar y es perfecta para el sistema. Meghan no pudo y haló a
Harry, quien posiblemente ahora si siente que encaja en un corazón “elegido” y
no porque toca. No hay que olvidar los fantasmas que rondan sobre quien es su
verdadero padre. El que sean figuras
públicas no significa que no vivencien las mismas emociones ante el duelo, el
rechazo o la traición. La necesidad de importarle a alguien, de ser reconocido
como persona es vital para la sobrevivencia.
Sentido de pertenencia significa estar vinculado con algo o
alguien. Madre, padre, familia, país, vecindario, grupo político, barra de
futbol, religión, lo que sea con tal que represente vínculo, lazo, contacto. Es
un componente básico para un mínimo de salud mental. Que alguien o algo me
reconozca. Que para alguien signifique. Que algo o alguien me extrañe, me
añore, me recuerde. Por ello la crisis
de los migrantes no solo es problema de territorio. El mundo anhela desde la
individualidad de cada ser, un reconocimiento. Que en definitiva sólo podrá
darse cuando se acepte la diferencia. Cuando quebremos parámetros de “lo
normal” o lo anormal. Las categorías de lo que siempre se ha hecho, del miedo
al cambio son los que llevan a la violenta agresión de la exclusión. Aceptar la
diferencia es el comienzo de un nuevo mundo. Por eso, intentar resucitar,
cartillas como Urbanidad de Carreño pueden estar tan en contravía con el mundo
actual. Uniformamos, excluimos o aceptamos la inclusión de lo diferente, he
allí el futuro.
Gloria H. @GloriaHRevolturas