A raíz del discurso de la oposición, donde Antanas Mockus se
presentó tal como es él, (tal como está) las bromas y comentarios ofensivos no
se hicieron esperar. Claro, muy posiblemente –qué pena- muchos uribistas no
sabían como refutar la excelente exposición de Juanita Goebertus y acudieron a
aquello en lo que cada día se especializan mas: la burla y el sarcasmo. Fueron
tan profundas y coherentes las palabras de la Senadora de la oposición, que muchos
se quedaron en el “paisaje”. Y en ese paisaje la actitud de Mockus los obnubiló
hasta el punto de que no pudieron
despegarse de la imagen. ¿Entenderían algo de la disertación?
Entonces las burlas y ridiculizaciones estuvieron a la orden del
día. Sin embargo, como lo expresó alguien, ¿qué tanto los humoristas y
caricaturistas “oficiales” tienen que ver con esta avalancha de mofas, puesto
que el arte de ellos radica en burlarse de la gente? Ah, bueno, ¿entonces qué
es la broma? ¿Cómo encajar al humor en lo correcto o incorrecto? ¿Por qué nos
reímos los unos de los otros? Hasta donde llega la sutil línea del “permiso”
para que mi risa sea divertida, nunca ofensiva y no se convierta en burla? ¿Por
qué es posible burlarse del vestido de la primera dama y no de la enfermedad de
Mockus? ¿Cuál es la diferencia?
Hay límites muy pero muy sutiles entre la agresión y la broma. La
delgada línea que las separa depende muchísimo de quién interpreta y claro de
la intención con la que se construya el humor. Burlarse de alguien puede ser
“chistosísimo” para los espectadores del asunto pero totalmente agresivo para
el personaje en cuestión. Así como dar
con la palabra adecuada para “retratar” un comportamiento o describir un
detalle físico, puede obedecer a un “creativo genial” o al mas despiadado de
los cínicos. Línea muy pero muy delgada donde marcar la agresión o el chiste se
vuelve muy complejo. ¿El humor debe tener límites, o reglamentaciones que
impidan el desbordamiento? Para la broma ¿todo está permitido? Creo,
personalmente que el humor basado en defectos físicos debe ser absolutamente
censurado. Los comportamientos y las actitudes son las que merecen el sarcasmo
y la ironía pero habría que preguntarse si también tienen un límite para no
atropellar la dignidad del otro.
Lo que si es claro, es que somos habitantes de la doble moral. Qué
tan complejo es ser coherente. Qué tan complejo es practicar una sana
flexibilidad que no convierta lo humano en un infierno personal. Porque también
una vida sin excepciones, sin curvaturas es un tormento de rigidez. Como quien
dice que vivir no es fácil ¡ya lo sabemos!. Pero la tarea diaria de “revisar”
nuestra conducta es un proceso reparador que nos ayuda a crecer y a entender
que nada, absolutamente puede ser excesivo. Los matices se requieren para
sobrevivir… Otra vez, la trillada frase que huele mas a religión que a sana
convivencia, es la que marca la diferencia. “No hagas a otro lo que no
quisieras que te hicieran a ti”. Lo que pasa es que está germinando un perfil
de ser humano al que nada le importa. En un cinismo descarado o en una
patología descomunal, “todo vale huevo”. Para muestra Brenton Tarrat en
Australia… Mientras en Colombia seguimos aprendiendo a familiarizarnos con la
paz como forma de vida. Desafortunadamente no todos aun lo logran…
Gloria H. @Revolturas

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