El cambio asusta. Por ello, no debe ser casualidad encontrar algunos
textos de psicólogos y del Presidente Macron de Francia, haciendo apología de
los “extraordinarios” anteriores tiempos que vivía la humanidad. Según estos, el
mundo era “maravilloso”. Gente educada (¡) obediente (¡) respetuosa de los
valores (¿cuáles?) un mundo organizado, donde pareciera estaba muy bien
definido quienes eran los buenos y cuáles los malos. La línea era clara: los
que se portaban bien y los que no, de acuerdo a normas
morales y sociales. Dos sexos, una sola religión, un solo modelo de
familia, una sola medicina, una sola manera de ver la vida, una sola raza
(blanca, cristiana y heterosexua), un solo patrón. Una sola verdad “revelada” y
punto. Con el castigo, la represión y la
mano dura, esta humanidad funcionaba. No había desorden, ni disparidad de
criterios. Un mundo maravilloso que “desafortunadamente” se perdió. ¡Ya no
existe! ¿Qué se hizo?
Jodorosky dice “no vemos la realidad sino una representación
mental de ella. Cada uno vive en un mundo diferente”. Porque el planteamiento
de mundo organizado con buenos y malos definidos, no deja de ser una vana
ilusión. Una mirada maniquea que busca desprestigiar al tiempo actual. Períodos
donde la apariencia reinaba y se
obedecía a un solo criterio. ¿A qué precio? Está por verse… Si ese mundo era
tan bueno y definido ¿qué lo envolató? ¿Las generaciones educadas en tan
“preciados valores”, qué los hizo? Porque la actual, la de “los malos valores”
fue educada por la anterior de los “buenos valores” que, o no logró transmitirlos
o ni siquiera se los creía. Se perdieron y para muchos el despelote se da
porque no se vive como antes. ¿Qué sucedió? Una máscara pareciera que cubría el
comportamiento porque la insatisfacción se gestaba al interior y solo necesitaba
un disparador que liberara lo sometido. Obligados a reprimir se vivía en y de
la apariencia. Surge entonces la pluralidad y allí si fue Troya.
El camino de la evolución es complejo y pareciera que el desorden estuviera
ganando la parada. No es así. La pluralidad y la diferencia son las que crean
este movimiento. Pero como no existe método que uniforme es difícil encontrar
algún país donde la educación en la tolerancia sea el propósito nacional. Educar
en la diferencia no tiene que significar clasificación en buenos y malos. Por
ello “arde” no encontrar en otros resonancia con la propia mirada. Molesta
encontrar otras maneras distintas de observar el mismo suceso. El imperio de la
razón. Ahora, lo anterior no sería tan grave si no se produjera una
consecuencia nefasta: la descalificación de quien opina diferente. Es algo
semejante a una confrontación entre la emoción y la razón. La razón juzga pero
la emoción desvaloriza con los argumentos mas inusitados. Lo importante es
ganar, tener la razón. Otra vez la necesidad de una sola verdad…
Sensibilidad a flor de piel donde la diferencia es una arma
contundente de agresión. Con que la educación enfoque su mirada en el manejo de
la diferencia y en el de la frustración, sólo con ello, el mundo será
diferente. Es la única tarea que
transita por el camino de la tolerancia y permite una sociedad incluyente. ¿Tan
difícil? Pero definitivamente, para atrás, ni para coger impulso…
Gloria H. @Revolturas

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