martes, 6 de marzo de 2018

Ser mujer ¡duele!



Aun cuando parezca un despropósito vivimos en una cultura donde ser mujer duele. Hasta los tuétanos. Durante siglos hemos vivido así (pasado), estamos viviendo así (presente) y no se cuántos años mas continuaremos en las mismas (futuro).  Porque, al nacer mujer es como si la vida te mandara a guerrear o a someterte. En todos los escenarios de la condición humana ese es el camino de la mujer. Sí, ser mujer duele porque el machismo impregna todos los estamentos de la cultura y no existe ningún escenario “amable” con ella. Ni Iglesia, Estado, mundo laboral, deporte, arte, política, familia, ciencia. Ninguno es amigable ni le facilita el camino para que sea ella misma. La mujer en el mundo externo del hogar es una amenaza y muchísimos hombres asi lo perciben. Por ello, el nuevo escenario de equilibrio exigido por las mujeres es peligroso porque desacomodó el orden “natural” de la condición humana. La igualdad entre el hombre y la mujer es una pérdida de poder para el macho y esto no se asimila de un día para otro. Y mucho menos se facilita practicarlo. Es en este mundo desigual donde se nace mujer y talla. Se nace entonces para reclamar, para exigir, para confrontar. Ya no bajamos la cabeza. La tarea es desgastante. El contendor, el opositor es el mundo machista y patriarcal que no resiste la “invasión” femenina, puesto que la considera un peligro. Muchos aun creen que alguien tiene que mandar o dirigir y ese “por naturaleza” es  el rol del hombre.  No sólo lo creen, lo practican con ese talante. Y cuando no se logra el objetivo de dirigir y mandar, viene el abuso, la ridiculización, el acoso, la burla, el feminicidio.

¿Mujer con palabra propia? Está loca. ¿Mujer con criterio autónomo? Una amenaza. ¿Mujer con rabia? Peligrosa. Es allí donde se instaura el dolor frente a la humillación, la descalificación, la burla o el ridículo. “Eso” no es de mujeres. “No le luce”. “Machona”. Porque quien tiene el poder, impone. En cualquier escenario donde exista una mujer brillando, muy seguramente hay una lucha de ella o de muchas mujeres para alcanzar ese lugar. Para el hombre es natural el rol y la jerarquía de poder. Por el contrario, la mujer lo debe conquistar. Donde exista un hombre que impone su criterio, debe darse una lucha, un conflicto, una controversia para que la mujer puede hablar de igual a igual. Y no quiero referirme al terreno de los afectos o lazos familiares, donde a muchas nos ha podido “ir bien”. Me refiero al mundo externo, al de la calle, a la de la plaza pública. Ese es el lugar de los hombres, “natural” a su esencia. Y por lo tanto las mujeres “sobramos”.

El jueves habrá flores y panegíricos “lambones” cuando lo que se anhela es  un mundo donde no existan superiores e inferiores entre hombres y mujeres. Donde el respeto por la diferencia se manifieste en acciones concretas, no sólo en “flores y chocolates”. Detrás de cada presente que vaya a regalar, obsérvese ¿cómo trata a las mujeres de su entorno? Las mujeres a su alrededor  ¿le tienen miedo? ¿Usted apabulla a las mujeres? ¿Cómo le brota el machismo? ¿”Reinita”, “mamacita”, “amorcito” es una forma sutil de aplastarlas creyendo que caerán rendidas a sus pies? ¿Creen que las mujeres no son tan capaces? Piénselo y entonces, practíquelo. Para que no nos duela tanto.

Gloria H. @revolturas

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