Aun cuando parezca un despropósito vivimos en una cultura donde
ser mujer duele. Hasta los tuétanos. Durante siglos hemos vivido así (pasado), estamos
viviendo así (presente) y no se cuántos años mas continuaremos en las mismas (futuro). Porque, al nacer mujer es como si la vida te
mandara a guerrear o a someterte. En todos los escenarios de la condición
humana ese es el camino de la mujer. Sí, ser mujer duele porque el machismo
impregna todos los estamentos de la cultura y no existe ningún escenario
“amable” con ella. Ni Iglesia, Estado, mundo laboral, deporte, arte, política,
familia, ciencia. Ninguno es amigable ni le facilita el camino para que sea
ella misma. La mujer en el mundo externo del hogar es una amenaza y muchísimos hombres
asi lo perciben. Por ello, el nuevo escenario de equilibrio exigido por las
mujeres es peligroso porque desacomodó el orden “natural” de la condición
humana. La igualdad entre el hombre y la mujer es una pérdida de poder para el
macho y esto no se asimila de un día para otro. Y mucho menos se facilita
practicarlo. Es en este mundo desigual donde se nace mujer y talla. Se nace
entonces para reclamar, para exigir, para confrontar. Ya no bajamos la cabeza.
La tarea es desgastante. El contendor, el opositor es el mundo machista y
patriarcal que no resiste la “invasión” femenina, puesto que la considera un
peligro. Muchos aun creen que alguien tiene que mandar o dirigir y ese “por
naturaleza” es el rol del hombre. No sólo lo creen, lo practican con ese talante.
Y cuando no se logra el objetivo de dirigir y mandar, viene el abuso, la
ridiculización, el acoso, la burla, el feminicidio.
¿Mujer con palabra propia? Está loca. ¿Mujer con criterio
autónomo? Una amenaza. ¿Mujer con rabia? Peligrosa. Es allí donde se instaura
el dolor frente a la humillación, la descalificación, la burla o el ridículo.
“Eso” no es de mujeres. “No le luce”. “Machona”. Porque quien tiene el poder,
impone. En cualquier escenario donde exista una mujer brillando, muy
seguramente hay una lucha de ella o de muchas mujeres para alcanzar ese lugar.
Para el hombre es natural el rol y la jerarquía de poder. Por el contrario, la
mujer lo debe conquistar. Donde exista un hombre que impone su criterio, debe
darse una lucha, un conflicto, una controversia para que la mujer puede hablar
de igual a igual. Y no quiero referirme al terreno de los afectos o lazos
familiares, donde a muchas nos ha podido “ir bien”. Me refiero al mundo externo,
al de la calle, a la de la plaza pública. Ese es el lugar de los hombres,
“natural” a su esencia. Y por lo tanto las mujeres “sobramos”.
El jueves habrá flores y panegíricos “lambones” cuando lo que se anhela
es un mundo donde no existan superiores
e inferiores entre hombres y mujeres. Donde el respeto por la diferencia se
manifieste en acciones concretas, no sólo en “flores y chocolates”. Detrás de
cada presente que vaya a regalar, obsérvese ¿cómo trata a las mujeres de su
entorno? Las mujeres a su alrededor ¿le
tienen miedo? ¿Usted apabulla a las mujeres? ¿Cómo le brota el machismo? ¿”Reinita”,
“mamacita”, “amorcito” es una forma sutil de aplastarlas creyendo que caerán
rendidas a sus pies? ¿Creen que las mujeres no son tan capaces? Piénselo y
entonces, practíquelo. Para que no nos duela tanto.
Gloria H. @revolturas

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