Este es uno de los temas mas polémicos y
controvertidos de la condición humana. ¿Existe la maldad? ¿Existen personas que
hacen daño por la “satisfacción” de hacerlo? No es fácil responder básicamente
porque está ligado con otras muchas creencias. Muerte, reencarnación, mundos
paralelos, niveles de conciencia, árbol genealógico, aprendizajes, concepto de
ser superior, en fin. Por ello no es tan simple llegar a una conclusión. En
definitiva ni siquiera importa la conclusión. Lo valioso es “ventilar” ideas
para aprender, confrontar y crecer. “La
mente es como un paracaídas, solo sirve si se abre”.
Natalia Ponce de León recibió una
agresión inmedible. Colombia se solidarizó con ella. Un hombre “malo” la
agredió y para muchos, debe “podrirse” en la cárcel. (A propósito ¿qué abogado me
cuenta, cuándo se descubrió que encerrando al responsable de la falta mejoraba
su conducta?). El “malo” que agredió a Natalia ha sido declarado “imputable” lo
que significa que no “es responsable” de su actuar. Fue calificado de esquizofrénico.
Natalia y su abogado “no creen” en ese diagnóstico argumentando algo que
refleja (qué pena) ignorancia sobre las enfermedades mentales. ¡No tienen por
qué saber! Dicen que porque el muchacho “planificó” con sevicia y precisión la
agresión, no es enfermo y sí responsable.
Pero un obsesivo que pise los
terrenos de la psicosis, puede ser el mas calculador, planificador y detallista,
para “organizar” y controlar su obsesión. Sigue siendo enfermo, con momentos de
lucidez, alucinaciones y enajenación. Se
lo juzga como malo porque su actuar lastima a otros, pero está por verse si es
la enfermedad la que gobierna su vida.
La historia de Jonathan Vega es fuerte,
como me imagino que es la de muchos que por ello no terminan agrediendo a otros.
Pero la urgente necesidad de sentirnos “colectivo”, parte de, significa que las
acciones de unos y otras y otros, están conectados. El aprendizaje del
“colectivo humano” nos toca a todos. El efecto mariposa está mas presente que
nunca. “El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del
mundo” (proverbio chino) igual que “el simple aleteo de una mariposa puede
cambiar el mundo”. La conexión es inevitable. Lo que golpea siempre es el
famoso “por qué a mi”, como si tuviésemos alguna vacuna para estar protegidos
de los duros aprendizajes.
¿Se le perdona al “enfermo” pero no al
“malo”? ¿Si el hecho lo origina un enfermo, el efecto de la falta es menos
“dañino”? Los niveles de conciencia, filosofía antiquísima, es una información
que explica el comportamiento humano de acuerdo al desarrollo de cada quien.
Todos no estamos haciendo el mismo “curso” y de esa diferencia nace el aprendizaje. En términos psicológicos no
puede haber gente “mala”. La enfermedad mental o los niveles inferiores de
conciencia dan pié a comportamientos que son juzgados como “malos” pero que en
definitiva obedecen a la “elementalidad” del ser, a un nivel básico de
sobrevivencia.. En términos espirituales (creo que para todas las corrientes no
religiosas pero sí trascendentes), el mundo es “perfecto” como tejido que
enlaza todas las diferencias para que se dé la disparidad y surja el aprendizaje.
Si no existen diferencias no hay contraste, no hay pluralidad y no hay
crecimiento. ¿Necesitamos a los “malos”?
Gloria H. @revolturas

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