Lo dijo Beatriz López en su
columna del viernes y quiero reiterarlo porque el silencio cómplice también es
agresión. Y ni siquiera la ofensa se da por la investidura del implicado. No,
la gravedad de los hechos se da por la actitud continua de un periodista que
construyó nombre burlándose de los demás. Y que recibe premios. Y que Bogotá lo
aplaude. Y que los comunicadores de la capital se soslayan con él. ¡Qué ingenio,
que gracia, que astucia! Allá merece reconocimiento por lo que hace pero (que
viva la doble moral), cuántos de los que hoy lo aplauden, han abogado porque no
continúe el bulling en los colegios, o en las redes sociales. Cuántos artículos
han escrito, cuántos programas de televisión, cuantas notas de prensa, para
intentar “convencer” a las nuevas generaciones que el otro o la otra merecen
respeto. Que no se deben burlar de la imagen, ni de los defectos físicos de sus
compañeros, ni de nadie. A su vez, cuántos de los mismos que aplauden al
burletero, se desgarraron las vestiduras porque un muchacho de un colegio de Bogotá se
suicidó por la intolerancia de su rectora ante el hecho de que era gay. “Le
hicieron bulling” y la señora está acusada de instigar al suicidio dice la
información oficial. Pero el “famoso” periodista puede seguir diciendo lo que
se le antoje. Ja, ja, tan chistoso… Qué gracia la que tiene al escribir. No, él
no hace bulling porque los famosos “no sienten”, son de caucho. Esa actitud de
los “conocidos” de no darle “importancia” a sus palabras, de no “rebajarse”
para demandarlo por injuria y calumnia, le da licencia a Daniel Samper Ospina
para agredir, desde la imagen física, a quién se le antoje. El, hoy por hoy, es
un modelo de incoherencia y goza de la “creatividad” con la que escribe. Al
Ministro de Defensa lo ha llamado Payaso Bebe: “ja,ja, cómo se le ocurrió”, no,
es que es “igualitico”. Qué viva la libertad de expresión. Y claro, de
provocación…
Porque si usted quiere buscar
en un diccionario la definición de provocación, puede hacerlo. O si no, leer
una de las hirientes columnas de Samper en Semana y captar lo que significa
provocar. Me enteré del calificativo al Ministro por la columna de Beatriz. Por
salud mental no leo a un individuo que disfruta burlándose de los demás. Pero si
usted lo lee y goza con lo que escribe, déjeme decirle que usted practica la
doble moral. Si usted se “regocija” con su ingenio, usted es igual de nefasto
como la rectora que, burlándose del estudiante, no lo apoyó porque era gay. No podemos seguir siendo tan
esquizofrénicos de pregonar una idea y practicar otra. La revista Semana ha
sacado no sé cuántos artículos sobre el bulling, pero no “alcanza” a leer lo
que se publica en su última página. ¡Esquizofrenia ventiada!
Una cosa es describir
comportamientos y otra burlarse de la imagen de una persona. Una cosa es
cuestionar una creencia, una filosofía, una ideología y otra muy pero muy
diferente, usar lo que no nos guste fisicamente de un individuo para hacer
chiste sobre ello. No creo que la libertad de expresión o el humor, puedan ser
ilimitados e incondicionales. Es una línea muy sutil que no la marcan los
reglamentos ni las leyes externas, sino el grado de conciencia frente al otro.
Allí el precepto universal de filosofías, religiones, o creencias, es el que
marca la línea para colocar el límite. Puede que Samper Ospina sea tan
inconsciente que diga “lo hago porque a mi nada me incomoda”. Pero si su filosofía al
escribir es “nada importa, todo es permitido”, debe revisar su comportamiento:
vivir “fuera” de la realidad es un problema psicológico que requiere ayuda
profesional. Y si no le importa por él, no debe olvidar que los pendientes del
alma familiar se “pagan” en esta o en las próximas generaciones…. ¡La vida
cobra y es implacable!
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