Sí, soy la primera que siente
“su presencia”. Levantarme para llegar a la oficina antes de las 6 de la mañana
no es nada, pero nada agradable. Hacer ajustes, manejar pacientes, arreglar
circunstancias, es el precio que nos corresponde por vivir en comunidad y por
aceptar que llegó –otra vez- alguien que va a recuperar el orden. ¿Sheriff?
¿Dictador? ¿Napoleón? Todos los anteriores y mas, pero hay una organización que
en definitiva favorece a la comunidad, sin privilegiar a nadie. Y aquí está el
meollo del asunto. No hay privilegios para ninguno. La ley y el orden nos
democratizan a todos y quedan suprimidos las prerrogativas. Porque lo que es
claro que el síndrome de querer el privilegio, de que entiendan “mi situación”,
de que atiendan “mi caso” es un síndrome nacional que va convirtiéndose en
pandemia nacional. Todos queremos la excepción, la mirada especial, la
consideración. O por pobres, o por ricos, o por víctimas, o por cristianos, por
victimarios, por “pobrecitos”, por esforzados, por madres solteras, por padres
solos… en fin. Es tan larga la lista de consideraciones para “merecer” la
excepción, que en Colombia existe la idiosincrasia del privilegio como parte de
la identidad nacional.
Y Hadad llegó y la suprimió.
Qué vaina, hartísimo que llegue porque su actitud nos talla a todos. Hay un
terror demencial a la autoridad coherente, fruto muy seguramente de haber
vivido bajo el autoritarismo y el desorden. Creemos entonces que una igualdad
confusa, sin diferencias reales dadas las condiciones de cada quien, es el
sueño perfecto de comunidad. Pero no es
válido. De lo mas lógico que he oído es que si las personas viven en Cali, sus
vehículos se desplazan por Cali, si usan las calles de Cali, los impuestos
–lógico-, los paguen en Cali. Es lo mas coherente que existe. Es la igualdad de
un derecho y no un privilegio “uso pero no pago”. Claro que talla, fastidia
hasta los tuétanos, pero estoy segura que es tan lógica que va a calar a nivel
nacional y muchos alcaldes en otras partes la van a querer imitar. Cuántos
carros de otros lugares “viven” en ciudades donde no pagan impuestos. Y
deterioran sus calles pero pagan en otro lado. Lo que es totalmente injusto. Es
harto pero coherente. Incomoda pero equilibra.
Nos “toca” aguantar
situaciones hartísimas por ser muchos, por tener que convivir entre tantos, por
el precio de la modernidad, por querer tener mejor status de vida. Se está
desestimulando el uso del carro particular, en todas partes y es parte de la
“nueva realidad mundial”. Los vehículos invadieron calles y pueblos, son una
forma maravillosa de transporte, pero… llegó el desborde y hay que organizarlo.
Perderemos y ganaremos todos. Así como sucedió con el tabaco –que era una
industria- y se eliminó, el alcohol también es un negocio que se “combate”, el
mundo tiene otras prioridades y muchos elementos que formaron parte de nuestro
mundo ya no se dan. Hay que aceptar. Los
carros se volvieron un problema mundial, en cualquier lugar del planeta. Las
soluciones hay que buscarlas y nunca gustaran a todos por igual.
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