martes, 12 de mayo de 2015

¡Bienvenido Hadad!

Sí, soy la primera que siente “su presencia”. Levantarme para llegar a la oficina antes de las 6 de la mañana no es nada, pero nada agradable. Hacer ajustes, manejar pacientes, arreglar circunstancias, es el precio que nos corresponde por vivir en comunidad y por aceptar que llegó –otra vez- alguien que va a recuperar el orden. ¿Sheriff? ¿Dictador? ¿Napoleón? Todos los anteriores y mas, pero hay una organización que en definitiva favorece a la comunidad, sin privilegiar a nadie. Y aquí está el meollo del asunto. No hay privilegios para ninguno. La ley y el orden nos democratizan a todos y quedan suprimidos las prerrogativas. Porque lo que es claro que el síndrome de querer el privilegio, de que entiendan “mi situación”, de que atiendan “mi caso” es un síndrome nacional que va convirtiéndose en pandemia nacional. Todos queremos la excepción, la mirada especial, la consideración. O por pobres, o por ricos, o por víctimas, o por cristianos, por victimarios, por “pobrecitos”, por esforzados, por madres solteras, por padres solos… en fin. Es tan larga la lista de consideraciones para “merecer” la excepción, que en Colombia existe la idiosincrasia del privilegio como parte de la identidad nacional.

Y Hadad llegó y la suprimió. Qué vaina, hartísimo que llegue porque su actitud nos talla a todos. Hay un terror demencial a la autoridad coherente, fruto muy seguramente de haber vivido bajo el autoritarismo y el desorden. Creemos entonces que una igualdad confusa, sin diferencias reales dadas las condiciones de cada quien, es el sueño perfecto de comunidad.  Pero no es válido. De lo mas lógico que he oído es que si las personas viven en Cali, sus vehículos se desplazan por Cali, si usan las calles de Cali, los impuestos –lógico-, los paguen en Cali. Es lo mas coherente que existe. Es la igualdad de un derecho y no un privilegio “uso pero no pago”. Claro que talla, fastidia hasta los tuétanos, pero estoy segura que es tan lógica que va a calar a nivel nacional y muchos alcaldes en otras partes la van a querer imitar. Cuántos carros de otros lugares “viven” en ciudades donde no pagan impuestos. Y deterioran sus calles pero pagan en otro lado. Lo que es totalmente injusto. Es harto pero coherente. Incomoda pero equilibra.

Nos “toca” aguantar situaciones hartísimas por ser muchos, por tener que convivir entre tantos, por el precio de la modernidad, por querer tener mejor status de vida. Se está desestimulando el uso del carro particular, en todas partes y es parte de la “nueva realidad mundial”. Los vehículos invadieron calles y pueblos, son una forma maravillosa de transporte, pero… llegó el desborde y hay que organizarlo. Perderemos y ganaremos todos. Así como sucedió con el tabaco –que era una industria- y se eliminó, el alcohol también es un negocio que se “combate”, el mundo tiene otras prioridades y muchos elementos que formaron parte de nuestro mundo ya no se dan.  Hay que aceptar. Los carros se volvieron un problema mundial, en cualquier lugar del planeta. Las soluciones hay que buscarlas y nunca gustaran a todos por igual.

Hadad es un hombre coherente y ante este sheriff, dictador, Napoleón, se acaban los privilegios y excepciones. Estoy segura de que muchos de los que levantan sus voces contra el, han sentido en carne propia que algo deben modificar. Como se duce popularmente, cuando se protesta contra el secretario de Tránsito es porque es porque  “pisó callos”. Fastidia pero organiza. ¿Cuál es la diferencia entre una actitud dictatorial y una  organizadora? El resultado avala el proceso. Los dictadores determinan para ellos. Los cuidadores de la norma organizan a la comunidad. Aunque talle, prima el bien común sobre el particular. Se erradican los privilegios y aprendemos la necesidad de la tolerancia en comunidades donde todos debemos “caber” sin justificar derechos o privilegios. Duro, pero claro. Alberto Hadad, un hombre insobornable, claro, con criterio.

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