martes, 28 de octubre de 2014

¿Una demanda de Vélez?


Desde mi profesión de psicóloga me impacta sobremanera el “florecimiento” (por decir lo menos) del narcisismo. Como conducta enfermiza, siempre ha existido, solo que su protagonismo como enfermedad hoy por hoy, sólo es comparable con los niveles que alcanza la depresión. El narcisismo, a diferencia de la depresión que se “sufre” individualmente, produce muchísimo mas daño “social” porque ni siquiera se detecta como enfermedad. Por el contrario, hoy es una “condición” natural para surgir, para “destacarse”. Los narcisistas modernos abundan en el mundo del espectáculo, de la política, del periodismo. Allí es donde mas se intenta brillar a cualquier costo, el ego de un narcisista es intocable. ¡Ay de quien se atreva! El narcisista, maestro en la construcción de una imagen, perpetúa una ilusión de perfección y poder. Siempre está preocupado por la impresión que da. Hombres o mujeres cuyo ego no les cabe en el cuerpo. Individuos sin sentimientos, capaces de arrasar con lo que se les atraviese, con tal de salirse con la suya. Con un narcisista no se puede dialogar porque siempre, siempre se pierde. 

A raíz de mi columna anterior donde me preguntaba de qué está hecho Luis Carlos Vélez, director del Noticiero de las 7 de Caracol, recibí una llamada de él “sorprendido” porque me atreviera a cuestionar su trabajo. Sorprendido e indignado porque yo dijera que posiblemente había heredado la misma actitud de su papá, negativo, descalificador y crítico destructivo. Para mi, el Noticiero de Caracol no transmite noticias sino miserias. Alguien lo definió como el noticiero de la porno-miseria. Cositero, la noticia mas importante de un día puede ser que en un pueblo perdido de la costa, alguien se robó una gallina. Con esa noticia Luis Carlos Vélez puede descrestarnos a los colombianos de lo qué es un manejo informativo audaz. ¡Por Dios! Bueno, esa fue mi crítica porque considero que alimentar de miseria (que no de verdad) la mentalidad de una comunidad, es una gran responsabilidad. Velez, furioso, argumentaba “usted no tiene derecho a decir que soy un resentido” y veladamente amenazó con la idea de que mi artículo podría merecer una demanda por injuria y calumnia.

No lo podía creer. Para mi era difícil asimilar la fragilidad de un hombre público que no soporta una crítica, que no resiste una opinión que no alabe su egocentrismo. El, periodista, público, aparentemente fogueado en comentarios, ideas o diferencias, no soporta que alguien –con razón o sin ella-, lo toque con opiniones que no sean a su favor. Peor dolor, porque si hasta el día de la llamada lo consideraba duro, arrogante, pretencioso, ahora considero que su debilidad es su peor defecto. Pobre hombre porque escogió una profesión que creía lo podía llevar al estrellato pero ésta puede ser su peor desgracia. Si lo critican se desmorona, si lo cuestionan no resiste. Y “amenaza” con demandas por injuria y calumnia.

Lo que desconoce el señor Vélez es que existen demandas jurídicas que son como un trofeo, como una presea que se llevan con orgullo y dignidad. Son como un reconocimiento a que nuestro pensamiento y nuestras ideas “dan en el blanco”, así exista la presión del poderoso narcisista por aplastar. Tras la máscara perfecta, maestro de los grandes engaños, el narcisista siempre está preocupado por la impresión que da. La deidificación del yo surge como una religión emergente en el mundo de hoy. Pero no me asusta, por el contrario, lo único que hizo el señor Vélez fue confirmar las motivaciones de su noticiero: rodearse de miseria para saber si de esa manera él puede brillar. No decían los viejos que “en el mundo de los ciegos el tuerto es rey”. Qué lástima, pero ni eso me hace prender el televisor a las 7 de la noche. Y usted ¿lo prende o lo apaga?

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