¿Cómo disuadir a un borracho? ¿Cómo “quitarle” las llaves del auto a un
individuo ebrio? ¿De qué tamaño es el conflicto familiar si mamá no se monta en el carro que manejará el papá
alicorado? ¿Cuál es la dimensión de la pelea o las humillaciones posteriores?
¿Cuántas veces se repite?¿Qué colombiano o colombiana no se ha cruzado en su
vida con un borracho? ¿Qué estamos dispuestos a hacer en cada familia
colombiana frente al problema del licor? ¿De qué tamaño es el bar de su casa?
¿Es capaz de detener a sus invitados para que no se monten en los vehículos a
consecuencia de los tragos que se tomaron en su fiesta? Y qué tal “la tragedia”
de los niñitos llorando angustiados porque papá está con tragos y quiere
manejar porque “yo si puedo”?
El problema del licor no se limita a las multas, prohibiciones o cárcel
para los infractores. Llámese amigo, vecino, familiar, compañero, hijo, hermano
o esposo, casi siempre hay alguien lidiando (léase apaciguando, calmando) a un
borracho. El trago aparece como un bastión, un arma de poder machista. Los
borrachos son “superhombres” que todo lo pueden, todo lo logran. Nada los
detiene, ni la ley, ni la norma y menos un “pingüe” policía de tránsito (creen
ellos). Por lo mismo, pueden gritar,
vociferar, amedrentar, golpear, violar, amenazar, porque el trago desdobla a
quien lo toma y, de ser un simple mortal, se convierte en un dios capaz de
enfrentarse a todo. Y todo, son las calles, los peatones, los hijos, las leyes,
la esposa, los familiares, el niño en triciclo o la abuela que cruza con sus
nietos la acera. Con tragos un hombre se
siente en otra dimensión. Todos los guardados, carencias, complejos,
inferioridades o frustraciones, salen a relucir con la fuerza bruta de un
macho. Todo se puede hacer, no hay límite para el individuo con tragos y el
sentido de las proporciones se pierde hasta creerse su propio cuento: “no estoy
borracho”, solo son dos tragos...
El alcoholismo es una enfermedad que está conectada con vacíos
interiores y problemas familiares. Pero ninguna otra enfermedad del
comportamiento tiene tantas repercusiones en el medio social y familiar como el
alcoholismo. Ninguna tan extendida y popular como ésta. Hay permiso social para
tomar licor y entonces se juntan todos los elementos de la bomba alcohólica.
Complacencia social, problema personal, necesidad de desdoblamiento, angustias
y miedos heredados e inseguridad masculina. Total la explosión no se hace esperar.
¿En qué familia colombiana no hay una persona con problemas con el alcohol? ¿Qué es lo que
significa el licor para la cultura colombiana?
De lo que estoy segura es que no se soluciona sólo con medidas
punitivas. ¿Por qué los colegios celebran sus bazares o festivales con trago?
¿Por qué los padres permiten fiestas de 15 años con licor? ¿A qué edad un papá
les ofrece trago a sus hijos “para que aprendan a tomar”? Hay muchas
determinaciones con el licor que no “pasan” ni por la Ley, ni por el Congreso pero si por la decisión de cada familia o de cada institución
educativa, independiente de que el Gobierno tome medidas restrictivas. ¿Estamos
dispuestos a hacerlo? Se que también hay mujeres alcohólicas pero su
comportamiento, por lo general, se enfoca en “dar lora” de otra forma pero no
sintiéndose poderosas y capaces de todo, lo que si produce el trago en el
comportamiento masculino. Vuelvo y pregunto ¿cómo disuadir sin conflicto a un
borracho? ¿Cómo evitar la angustia familiar cuando hay trago de más y “convencer”
al ebrio de que entregue las llaves? No todo son cárcel y multas...
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