La historia de la humanidad y la historia del
desarrollo de un infante pueden ser paralelas. Es necesario adecuar las
explicaciones y conocimientos de acuerdo a la etapa que se está viviendo. No
entiende igual un niño de 6 años que uno de 12. No es lo mismo una explicación
en la Edad Media a una explicación en la época Moderna. La madurez, la ciencia,
los avances, los inventos, la tecnología, en fin no se asimila lo mismo que en
el Renacimiento y mucho menos que en la Prehistoria. Sin calificar alguna etapa
mejor que otra…son momentos de evolución, absolutamente necesarios para llegar
a donde hoy estamos. Con los buenos o malos resultados que esto implica…
Sin señalar todavía en qué estadio estamos como
humanidad, es obvio que los cambios son
contundentes. Me refiero a la humanidad como un todo compacto cuando la
realidad es que no lo es. Pero así como algunos individuos crecen más que otros
o su nivel de evolución está más adelantado, también sucede lo mismo con las
diferentes comunidades en la tierra. En un colegio existen estudiantes en
kínder y también hay alumnos en grado 11. Es obvio que no capta lo mismo el de
primaria que el de bachillerato y hay que adecuar las explicaciones para cada
nivel.
La religión fue una “materia” que se necesitó en
los primeros grados de evolución. Explicar cómo era el mundo que nos rodea
necesitaba metáforas, rituales y parábolas que facilitaran el entendimiento. El
sol y la luna “hablaban” y significaban. La naturaleza era “divina” y a través
de ella se manifestaba el poder “inexplicable”. Se nos habló entonces de “portarse bien”
porque si no Dios castigaba o el
infierno nos calcinaría. La culpa, el pecado fueron los “látigos” con el
que trataron de educarnos para evitar que hiciéramos “lo que se nos diera la
gana”. Se debía obedecer, aceptar a cualquier explicación y evitar cuestionar. Atreverse a disentir era casi que un
sacrilegio. El mundo (!) era uno solo, con una sola verdad y una sola
explicación.
Pero…ya no somos niños o niñas. Crecimos. Y en
un proceso evolutivo también hay que despojarse de la religión de los rituales, del boato, del intermediario y más aún de las creencias de
culpa y de pecado. ¿Pedirle perdón a Dios? Creo que no existe contradicción más
grande con un concepto de evolución que pensar que “ofendemos” a Dios y que
Dios nos va “a perdonar”. Lo anterior no significa asumir posiciones de
soberbia o prepotencia sino entender –y sentir- que somos una parte de ese
Dios, que nunca se ofende y menos aún persigue, castiga o excomulga. Dios es
amor, luz, solidaridad, comprensión, espíritu. En los procesos de conciencia la
religión no tiene cabida porque es la espiritualidad la que “ocupa” el lugar de
las creencias. Digo mal, la espiritualidad no cree en nada: la espiritualidad
tiene la certeza de que somos parte de ese infinito universal y que no
necesitamos intermediarios para sentirlo y vivirlo.
Religión y espiritualidad no son lo mismo. La
religión es de los infantes, la espiritualidad de los que crecen y evolucionan.
Las religiones dividen, señalan buenos y malos, construyen limitaciones,
fabrican rituales, son contradictorias. Cualquiera que sea, infunde miedo,
castigo, culpa. La espiritualidad genera compasión, solidaridad, entendimiento,
sabiduría. “La religión es para quienes necesitan que alguien les marque el
camino, la espiritualidad para quienes se guían por su voz interior”. Por ello
la religión se inculca desde niños, la espiritualidad se debe buscar. Los días
tranquilos de Semana Santa son importantes para decidir si usted necesita una
religión o vivencia la espiritualidad.
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