domingo, 31 de marzo de 2013

María Mercedes


Se atrevió, fue una mujer que se arriesgó a creer y a crear. No fue del montón. Su figura diminuta nunca dio imagen de fragilidad. Por el contrario aparecía muy fuerte, muy decidida, casi retadora. Irrumpir en la vida de la mano de las ideas, de los libros y de los cambios no es un asunto fácil y mucho menos para una mujer, en la época en que a ella lo empezó a hacer. Pero ella lo enfrentó. Su pasión por el pensamiento, por las innovaciones, por los libros, la llevaron a crear la librería “Arcángel” y a sostenerla contra viento y marea. Una librería, en Cali, en el reino de la salsa y de la bulla, que marcó un hito porque ella creyó que podía existir otra clase de literatura que trabajara por abrir el mundo de las creencias. Sí, está la muy emblemática e importante Librería Nacional, con todo el mundo de los libros, los bestsellers, las revistas, lo actualizado, lo moderno. Pero María Mercedes Angel de Vargas creyó en otra modalidad de libros, más especializada, mas particular, pero a la vez universal donde “lo prohibido” o enjuiciado por una cultura miedosa y retrógrada, tuviera acogida y difusión.  
María Mercedes se atrevió, puso el pecho para defender lo que ella creía, lo que ella sentía que debía darse a conocer. Lo esotérico, la hermenéutica, la masonería, la astrología, la ciencia oculta, religiones, cabala, Saint Germain, radiónica, Psicología transpersonal, Conciencia, tantos temas que tenían en ella una maestra para mostrar el camino de la innovación. No repetir lo que todos dicen. No masticar la misma jerga sin sentido y sin peso. Crítica, fuerte, inquieta, sagaz. Tenía que observar y concluir. Si ella no lo sabía, sí podía guiar hacia un texto que ayudara a dilucidar la inquietud de quién lo consultaba. Tener una librería, atreverse a sostenerla y hacerla rentable (al menos al mínimo) es una tarea de titanes que muy pocos en Colombia, en un país de sólo 2 libros por persona en toda su vida, cuentan el cuento. “Arcángel” nos ayuda a ser menos pueblo, menos “ombligo del mundo”, a mirar más allá de nuestras estrechas fronteras mentales, viajando en el tiempo y en el espacio hacia lugares donde la sabiduría tiene cabida y es respetada. 
El mundo intelectual, el de las ideas, el de la innovación en Cali le debe muchísimo a María Mercedes Angel y a su familia. Los pioneros pagan un precio muy alto por abrir camino. Colocan su vida al servicio de la causa común tratando de que otros puedan ver lo que ellos ya ven. A ellos y ellas se les debe la opción de que las ideas fluyan, de que lo prohibido sea corriente, de que no se le tenga miedo a una mirada diferente. Les debemos, sacarnos del ostracismo, mostrarnos caminos,  tener opciones. Nadie obliga a nadie a creer pero abrir posibilidades –en definitiva eso es vivir- es un aporte beneficioso para la salud mental comunitaria. Salirse de los esquemas y acompañar en el nuevo rumbo es de maestros y de valientes. Muchas veces, con prudencia pero con firmeza, María Mercedes me mostró el libro especial para el momento especial. Los que vivimos enamorados o idiotizados por los libros “amamos” una guía de libros, quién nos muestre la novedad, quién vibre con nuestra idea y nos haga el aporte de un texto revolucionario o diferente. Los libros, como lo dijo Juan Esteban Constaín, son un vicio, una terrible “droga” que a diferencia de la material, no embrutece sino despierta y oxigena. Para María Mercedes solo tengo el infinito agradecimiento por haber existido y sobre todo, por haberse atrevido…

lunes, 25 de marzo de 2013

¿Amarra la religión?


La historia de la humanidad y la historia del desarrollo de un infante pueden ser paralelas. Es necesario adecuar las explicaciones y conocimientos de acuerdo a la etapa que se está viviendo. No entiende igual un niño de 6 años que uno de 12. No es lo mismo una explicación en la Edad Media a una explicación en la época Moderna. La madurez, la ciencia, los avances, los inventos, la tecnología, en fin no se asimila lo mismo que en el Renacimiento y mucho menos que en la Prehistoria. Sin calificar alguna etapa mejor que otra…son momentos de evolución, absolutamente necesarios para llegar a donde hoy estamos. Con los buenos o malos resultados que esto implica… 
Sin señalar todavía en qué estadio estamos como humanidad,  es obvio que los cambios son contundentes. Me refiero a la humanidad como un todo compacto cuando la realidad es que no lo es. Pero así como algunos individuos crecen más que otros o su nivel de evolución está más adelantado, también sucede lo mismo con las diferentes comunidades en la tierra. En un colegio existen estudiantes en kínder y también hay alumnos en grado 11. Es obvio que no capta lo mismo el de primaria que el de bachillerato y hay que adecuar las explicaciones para cada nivel.
La religión fue una “materia” que se necesitó en los primeros grados de evolución. Explicar cómo era el mundo que nos rodea necesitaba metáforas, rituales y parábolas que facilitaran el entendimiento. El sol y la luna “hablaban” y significaban. La naturaleza era “divina” y a través de ella se manifestaba el poder “inexplicable”.  Se nos habló entonces de “portarse bien” porque si no Dios castigaba o el  infierno nos calcinaría. La culpa, el pecado fueron los “látigos” con el que trataron de educarnos para evitar que hiciéramos “lo que se nos diera la gana”. Se debía obedecer, aceptar a cualquier explicación y evitar cuestionar.  Atreverse a disentir era casi que un sacrilegio. El mundo (!) era uno solo, con una sola verdad y una sola explicación. 
Pero…ya no somos niños o niñas. Crecimos. Y en un proceso evolutivo también hay que despojarse de la religión de los rituales, del boato, del intermediario y más aún de las creencias de culpa y de pecado. ¿Pedirle perdón a Dios? Creo que no existe contradicción más grande con un concepto de evolución que pensar que “ofendemos” a Dios y que Dios nos va “a perdonar”. Lo anterior no significa asumir posiciones de soberbia o prepotencia sino entender –y sentir- que somos una parte de ese Dios, que nunca se ofende y menos aún persigue, castiga o excomulga. Dios es amor, luz, solidaridad, comprensión, espíritu. En los procesos de conciencia la religión no tiene cabida porque es la espiritualidad la que “ocupa” el lugar de las creencias. Digo mal, la espiritualidad no cree en nada: la espiritualidad tiene la certeza de que somos parte de ese infinito universal y que no necesitamos intermediarios para sentirlo y vivirlo.
Religión y espiritualidad no son lo mismo. La religión es de los infantes, la espiritualidad de los que crecen y evolucionan. Las religiones dividen, señalan buenos y malos, construyen limitaciones, fabrican rituales, son contradictorias. Cualquiera que sea, infunde miedo, castigo, culpa. La espiritualidad genera compasión, solidaridad, entendimiento, sabiduría. “La religión es para quienes necesitan que alguien les marque el camino, la espiritualidad para quienes se guían por su voz interior”. Por ello la religión se inculca desde niños, la espiritualidad se debe buscar. Los días tranquilos de Semana Santa son importantes para decidir si usted necesita una religión o vivencia la espiritualidad.