El padre Llano no ha sido santo de mi
devoción. Durante su trayectoria pública como columnista de El Tiempo, ha sido
una persona controvertida, ha generado polémica y también ha escrito
estupideces de marca mayor. Me imagino que se lo puede leer como un hombre muy
prepotente que desde el nicho de la Iglesia Católica ha tratado de pontificar
cometiendo errores garrafales. Cómo no recordar su columna sobre Gonzalo Gallo
donde le reclama por “lo fácil”, cree él, que fue para Gonzalo retirarse de la
Iglesia. Sólo quienes estuvimos cerca de Gonzalo pudimos dimensionar el impacto
de esa decisión, que claro, se debía tomar de acuerdo al cambio de mentalidad y
creencias que Gonzalo vivió y sigue viviendo. Pero Llanos lo juzgó con una
superficialidad absurda. ¿Qué cuenta de cobro y a nombre de quién lo estaba
cuestionando?
Otra de sus “perlas” fue escribir
sobre sexualidad. Dijo, hace ya varios años, que la sexualidad dependía de la
“carne”, de allí que todo lo sexual se reducía a un problema de “carne humana”.
Le escribí, como respuesta, una columna que creo aún no perdona. “¿Si uno va a
una carnicería, Padre, pide una libra de carne y le entregan una de sexo o una
de carne, ¿cómo es el asunto?”. Por ello, cuando él u otros sacerdotes hablan
de sexualidad creyendo que “todo es pecado” y que la “carne” es la que
contamina al ser humano, lo que consiguen es enredar y culpar la vida de tantos
hombres y mujeres que no logran conciliar sus creencias religiosas con la vida
cotidiana. La semana anterior, otro
sacerdote, totalmente desenfocado habló de que el matrimonio entre gays era
absurdo porque no puede existir una relación solo para el placer. ¡Por Dios! Para
la Iglesia la sexualidad se justifica como acto de procreación, lo demás es
“antinatural”. Pregunto, qué será más antinatural: una vida sin derecho a la
sexualidad, con la carencia absoluta de contacto físico “a nombre de la sublimación”, como se
la imponen a los sacerdotes o el sexo placentero entre dos personas cualquiera
que sea su género y su condición. ¿Qué es lo natural y cuál lo antinatura?
Pues
bien, al Padre Llano ayer le “prohibieron” escribir en “El Tiempo”. Censurable
que se “prohíba” escribir por lo que atenta contra la libertad del
pensamiento, pero allí sí entre los
dictámenes de la jerarquía católica y la actitud de Llanos, “que entre el
diablo y escoja”. A Llanos lo critica la Iglesia porque hace unos días escribió
una columna donde dudó de la virginidad de María. Es claro que para la Iglesia
no se pueden cuestionar las posiciones dogmáticas: o se acepta el dogma o no,
pero es imposible tener un criterio personal. Pero para el padre Llanos no fue
fácil conciliar la contradicción entre tener “posición propia” y que implica
retirarse de la institución, como lo hizo Gonzalo y como lo hacen muchas
personas o aceptar las imposiciones eclesiásticas. No se puede estar en el lado
de la evolución del pensamiento y a la vez, en un lugar donde pensar es
peligroso. Llanos escogió estar dentro de la jerarquía, a pesar de su criterio, por lo tanto eran obvias las
consecuencias. Para la jerarquía católica, en cualquier lugar del mundo, no se
puede disentir del criterio impuesto. El unanimismo es vital para sobrevivir.
Si existen pensamientos que cuestionan se corre peligro de “agrietar” el
edificio y para una jerarquía cada vez mas anquilosada, la oxigenación es
peligrosa. Aquí, perdieron el padre Llano y la Iglesia. Ambos resultaron
víctimas de su propia filosofía.
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