lunes, 24 de diciembre de 2012

Adam Lanza, “el excluído”


Adam Lanza, el muchacho de 20 años, el tímido y casi autista joven, que no tenía amigos ni contactos en redes sociales, el que mató a 26 personas en USA,  es un excluído. Para muchos es un monstruo, un ser indeseable, un paria. Pero, como tantos otros seres, por enfermedad, por situaciones familiares o por intolerancia social, no “encaja” dentro de nuestros parámetros culturales y lleva el sello de la discriminación. Adam no era parte de la sociedad porque, según las noticias, nunca se sintió “acogido” por una cultura que discrimina lo diferente, lo “raro”, lo “anormal”.
¿De qué tamaño es nuestra lista de excluídos? ¿Cuántos de estos crímenes impactantes han sido realizados por seres que no logran encajar dentro de lo social? ¿Cómo se construye una exclusión? ¿Qué tan responsables somos de generar exclusión? Los modelos de comportamiento, de moda, de actitud, de físico, de sexo, todos aquellos parámetros de “adaptación” o aceptación, tienen un veneno colgado en su cuello:  señalan lo que es correcto y rechazan lo que no encaja en su modelo. Resultado, la exclusión, todos los seres que no “logran” ser aceptados por la cultura de lo correcto, lo adecuado, “lo normal”.
La exclusión es una de las peores plagas de nuestro mundo. Y entre mayor sea el tejido de la comunicación por Medios, o por redes, o por la modalidad que sea, más penetrante se vuelve la exclusión por la notoriedad que adquiere. Qué paradoja,  entre mas luces y cámaras existan, mas brillan los excluídos, pero no para nosotros los que nos creemos incluídos, sino para ellos, los excluídos, porque de mayores dimensiones se vuelve su aislamiento. En un mundo más anónimo menos brillaba la exclusión…ahora, todo la destaca. La gordura, la abundancia, el éxito, el fútbol, la nacionalidad, el barrio, la belleza, el pelo, la moda, los carros, el colegio, las religiones, el sexo, las ciudades… ¿Cuántos excluídos alimentamos a diario?
La única manera de combatir la exclusión es con el respeto por la diferencia. La solidaridad combate la intolerancia. El muchacho Lanza se suicidó, pero ¿cómo tratamos a los seres que consideramos “malos”? Y si no se hubiera suicidado, ¿cuál sería el trato? ¿Qué pasó con el noruego? ¿Definitivamente creemos que existe la maldad, seres malos,  o lo que existe son personas enfermas que no pudieron manejar su angustia, su miedo, su exclusión? La víctima no existe sin el victimario, Palestina no existe sin Israel y viceversa y así en cada extremo de la dualidad hay quien alimenta el monstruo y el excluído, a su vez, alimenta el rechazo. ¿Cómo superar la dualidad?
La única forma es con un cambio de mentalidad. No solo por miedo, por el temor de que el excluído “cobre” su situación, sino por solidaridad, por la comprensión de que somos seres en continua comunicación social, seres que no existimos aislados sino en función de que el otro u otra. Cada excluído, cada exclusión tiene “patrocinadores” y la sociedad, usted, yo, cualquiera que “juzgue” la diferencia, alimenta la exclusión. La nueva mentalidad conlleva una conciencia de unidad porque se respeta la diferencia. La nueva era, el nuevo mundo, es aprender a convivir de otra manera. En definitiva para lo único que vinimos a este planeta es para practicar el amor incondicional, así hoy le pueda sonar como cursi. Pero es el único camino de construir una sociedad donde la diferencia no signifique una exclusión. Y donde todos podamos convivir aceptando que lo que no es igual a mi no es reprobable. Sólo son ocasiones maestras para aprender el verdadero sentido de estar aquí…

martes, 18 de diciembre de 2012

¡Es el miedo!

Claro que es un sentimiento humano, normal y respetable. Es obvio, también, que se requiere una cierta dosis de él  para sobrevivir. Y es difícil negar que en algún momento de nuestra vida no lo hayamos sentido y hasta puede que nos haya “paralizado”. Pero el miedo es una emoción que si no se maneja puede llevar a actitudes anormales, absurdas e incoherentes. Lo que sucedió en Estados Unidos es una muestra de ello. Cómo, una sociedad aterrorizada busca protegerse con el permiso social de las armas y cómo el muchacho –también- cree defenderse del mundo hostil en que vivía disparando en el lugar donde nunca pudo ser feliz. Lanz,  a quién le disparó: ¿a la infancia que no tuvo? ¿a lo que creyó que le había hecho daño: su familia y su colegio? ¿De qué calibre era su miedo? A su vez, en nuestro mundo mas cercano, frente al viernes 21 de Diciembre, ¿de qué dimensiones es nuestro terror? Las sensaciones y actitudes que asumamos frente al fantasma del viernes, también corroboran qué tanto miedo guardamos y con cuántas dosis de confianza enfrentamos situaciones nuevas. 
El miedo es lo contrario a la confianza. Cuando hay miedo se pierde el sentido de las proporciones. En Psicología se dice, que en definitiva todos los miedos remiten al miedo a la muerte. Pero a la cultura occidental no le gusta pensar en la muerte: la evita y hasta sueña con derrotarla. La muerte es lo más seguro que tenemos pero tratamos de desconocerla. Para nosotros y para los seres que amamos o nos rodean. Siempre pareciera que nos sorprendiera, lo que no es coherente con la contundencia de su realidad. 
Pero… ¿cómo lograr que este mundo del miedo se modifique? ¿Cómo lograr que no sea el miedo y su vibración de hostilidad lo que alimente nuestra energía? Una tragedia como la de USA es “perfecta” para ayudar a despertar, para ponerle final a una forma de v ida cimentada en la prevención y el miedo. Apostarle a la confianza y la solidaridad implica hasta una nueva concepción de ser humano porque los “monstruos” que nuestra sociedad excluye, también son parte de nuestro mundo.  Este muchacho Lanz es “hijo” de una sociedad excluyente, como son excluyentes todos aquellos que consideramos que no “son” como nosotros. ¿De qué tamaño es la lista de excluyentes del Procurador Ordoñez? ¿De qué tamaño es la suya, la mía? Lanz tuvo tanto miedo y reaccionó movido por ese sentimiento, sentimiento que hoy puede anidarse en el corazón todo  Estados Unidos. La solución la “escogemos”: que cada quién se “apertreche” en su mundo “protegiéndose” de los otros, o empezamos a tender la mano para incluir a los excluídos… Para quien tiene “mente abierta” debe ser muy claro que el 21 de Diciembre debe finalizar el mundo en que vivimos. El 21 de Diciembre debe, con ayuda del cosmos, de la energía, de los mayas, de su Dios o espiritualidad,  o de quien quiera, empezar a  modificarse un mundo donde la exclusión desparezca para ser reemplazada por la solidaridad y el respeto por la diferencia. Debe finalizar el mundo de los excluídos. Debe finalizar el mundo de los buenos y malos, de los normales y anormales. Se requiere un cambio de vibración, el cosmos alineará planetas lo que afectará nuestra vida y “el fin del mundo” en que vivimos se sentirá en la medida en que estemos abiertos a sentir más que a razonar. La conciencia y no la inteligencia podría ayudarnos en la construcción de ese nuevo mundo. Porque un ser con conciencia no excluye, ni tiene miedo…

lunes, 10 de diciembre de 2012

La salida del Padre Llano


El padre Llano no ha sido santo de mi devoción. Durante su trayectoria pública como columnista de El Tiempo, ha sido una persona controvertida, ha generado polémica y también ha escrito estupideces de marca mayor. Me imagino que se lo puede leer como un hombre muy prepotente que desde el nicho de la Iglesia Católica ha tratado de pontificar cometiendo errores garrafales. Cómo no recordar su columna sobre Gonzalo Gallo donde le reclama por “lo fácil”, cree él, que fue para Gonzalo retirarse de la Iglesia. Sólo quienes estuvimos cerca de Gonzalo pudimos dimensionar el impacto de esa decisión, que claro, se debía tomar de acuerdo al cambio de mentalidad y creencias que Gonzalo vivió y sigue viviendo. Pero Llanos lo juzgó con una superficialidad absurda. ¿Qué cuenta de cobro y a nombre de quién lo estaba cuestionando?
Otra de sus “perlas” fue escribir sobre sexualidad. Dijo, hace ya varios años, que la sexualidad dependía de la “carne”, de allí que todo lo sexual se reducía a un problema de “carne humana”. Le escribí, como respuesta, una columna que creo aún no perdona. “¿Si uno va a una carnicería, Padre, pide una libra de carne y le entregan una de sexo o una de carne, ¿cómo es el asunto?”. Por ello, cuando él u otros sacerdotes hablan de sexualidad creyendo que “todo es pecado” y que la “carne” es la que contamina al ser humano, lo que consiguen es enredar y culpar la vida de tantos hombres y mujeres que no logran conciliar sus creencias religiosas con la vida cotidiana.  La semana anterior, otro sacerdote, totalmente desenfocado habló de que el matrimonio entre gays era absurdo porque no puede existir una relación solo para el placer. ¡Por Dios! Para la Iglesia la sexualidad se justifica como acto de procreación, lo demás es “antinatural”. Pregunto, qué será más antinatural: una vida sin derecho a la sexualidad, con la carencia absoluta de contacto  físico “a nombre de la sublimación”, como se la imponen a los sacerdotes o el sexo placentero entre dos personas cualquiera que sea su género y su condición. ¿Qué es lo natural y cuál lo antinatura?
Pues bien, al Padre Llano ayer le “prohibieron” escribir en “El Tiempo”. Censurable que se “prohíba” escribir por lo que atenta contra la libertad del pensamiento,  pero allí sí entre los dictámenes de la jerarquía católica y la actitud de Llanos, “que entre el diablo y escoja”. A Llanos lo critica la Iglesia porque hace unos días escribió una columna donde dudó de la virginidad de María. Es claro que para la Iglesia no se pueden cuestionar las posiciones dogmáticas: o se acepta el dogma o no, pero es imposible tener un criterio personal. Pero para el padre Llanos no fue fácil conciliar la contradicción entre tener “posición propia” y que implica retirarse de la institución, como lo hizo Gonzalo y como lo hacen muchas personas o aceptar las imposiciones eclesiásticas. No se puede estar en el lado de la evolución del pensamiento y a la vez, en un lugar donde pensar es peligroso. Llanos escogió estar dentro de la jerarquía, a pesar de su  criterio, por lo tanto eran obvias las consecuencias. Para la jerarquía católica, en cualquier lugar del mundo, no se puede disentir del criterio impuesto. El unanimismo es vital para sobrevivir. Si existen pensamientos que cuestionan se corre peligro de “agrietar” el edificio y para una jerarquía cada vez mas anquilosada, la oxigenación es peligrosa. Aquí, perdieron el padre Llano y la Iglesia. Ambos resultaron víctimas de su propia filosofía.