Hay dos formas de engañarse: una, creyendo lo que no es cierto y otra, rehusándose a creer lo que sí es cierto. Entonces, si a usted le preguntan qué tanto sabe sobre el efecto que producen las emociones humanas en la energía del universo, ¿entiende de qué le están hablando? Aun más ¿aceptaría esta teoría? Usted tiene la mente lo suficientemente abierta para aceptar los planteamientos de la física cuántica respecto a cómo nosotros con lo que sentimos, influímos en el desarrollo de nuestro mundo? Porque aun cuando parezca ciencia ficción, la realidad no está “allá afuera”, impávida, esperando a que la aceptemos sino que somos nosotros los que creamos esa realidad. Somos co-creadores del medio en que vivimos. No es que tengamos que “padecer” la realidad tal cual es, no. Lo significativo es que podemos modificarla de acuerdo a lo que pensemos.
La conciencia de lo que somos ayuda a crear la realidad. No somos espectadores pasivos, sufriendo las consecuencias del desastre sino que tenemos un papel protagónico en lo que vivimos. Desde el ADN se puede modificar la realidad porque las emociones alteran el mundo de los fotones, la parte energética mas diminuta de cuantas existen. Leyó bien. Son las emociones las que modifican lo exterior. Ni siquiera la genética es tan contundente. El mundo de las emociones es capaz de cambiar la genética. Biólogos de la calidad de Bruce Lipton concluyen: “No son las hormonas ni los neurotransmisores producidos por los genes los que controlan nuestro cuerpo y nuestra mente. Son nuestras creencias las que controlan nuestro cuerpo, nuestra mente y por tanto, nuestra vida”. Entonces las creencias –aquello en lo que creemos- crea la realidad, la altera, la carga, la limpia. Por eso se da el poder de la oración, por ejemplo, cuando las cadenas de oración, los movimientos colectivos, las meditaciones comunitarias, logran construir ambientes diferentes para vidas diferentes. Lo comunitario, nacido de decisiones individuales, tiene tal poder de cambio que sorprenden sus resultados. EL mundo emocional moviendo el eje del universo porque desde el ADN cambiamos la materia cuántica de la cual se compone la realidad. Y la fuerza de lo colectivo es innegable. Pero hay que aclarar algo: no es lo que crea en el mundo consciente: son las creencias de mi mundo subconsciente las que mandan la parada. De allí que muchas veces no resulta lo que creo porque en el inconsciente existen otras verdades que no reconozco. Puede que crea que lo creo, pero se me termina diluyendo la “creencia superficial” del consciente, arrasada por lo que realmente guardo en mi subconsciente. De allí la importancia de hacer conciencia de cuáles son mis verdaderas creencias porque ellas mueven mis emociones que alteran lo que me rodea.
Los experimentos con ADN, emociones, energía, fotones sorprenden porque son tan contundentes sus resultados que no hay manera de que la ciencia “evada” las conclusiones. Lo que más impacta es que la ciencia y la espiritualidad, después de que estuvieron peleadas, enemistadas, “agarradas de las mechas”, se acercan al mismo punto. Los nuevos aportes científicos están clarificando que existe algo imposible de negar que generó la organización del mundo y que muchas culturas más antiguas que las actuales ya lo sabían. ¿Cómo explicarlo? Toda esta serie de descubrimientos, de cambios de paradigmas, de búsqueda de respuestas diferentes, representan el comienzo de una nueva era. Porque el 2.010 ya comenzó…
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