Si alguna vez oye con atención la interacción de un grupo de niños, podrá comprobar que si sucede una falta y se señala un responsable, casi que de inmediato el señalado culpable busca a otro del grupo y dice “pero él también…”. Es una conducta muy propia del mundo infantil evadir la responsabilidad “compartiéndola” con otros. Como si la culpa repartida disminuyera el error. Complicidad donde se justifica la falla cubriéndola de compinchería. Todos lo hacen, yo también.
A veces la humanidad parece el patio de recreo de un Jardín Infantil. Continuamente se buscan culpables “fuera” de nosotros porque el error es considerado un verdadero desacierto que contradice el mundo perfecto, el paraíso, donde debiéramos vivir. Aceptar la responsabilidad es complicadísimo. Creo es un problema de educación. La cultura se empecinó en suponer paraísos, muy posiblemente marcada por creencias religiosas. Algo así como “fuimos lanzados del paraíso por la falta de Adán y Eva, somos pecadores, cometimos un error y debemos pasar la existencia tratado de evitarlos porque estos se pagan con expulsión. La falla es una debilidad, debemos ser perfectos, para no perder el paraíso”. Entonces, el resultado es lo que vivimos: soñar con el mundo perfecto, con el paraíso, evadiendo la responsabilidad en las equivocaciones puesto que los errores no los utilizamos para crecer sino para torturarnos. ¿Cuál es el “idiota” que va a aceptar la falla si el error retrata una mediocridad? El error expulsa del paraíso, ¿cómo voy a aceptarlo? ¿A quién le echó la culpa?
La vida cotidiana está repleta de errores (a eso vinimos, a aprender a manejar dificultades) pero el terror de aceptar nuestra responsabilidad en el manejo de nuestra propia vida, nos convierte en verdaderos camaleones evadiendo consecuencias. Siempre hay un “me hicieron”, o lo que es mas grave aún “me hacen sentir” una de las frases mas enfermizas que se pueden expresar. Porque nadie, nadie, nos hace sentir si yo no acepto la influencia y el poder del otro para “hacerme sentir”. En esta frase estás firmando tu condena de dependencia. Eres un títere en manos del otro al que tu le entregas el control. Es la claudicación de tu poder y de tu criterio…
Al formar parte del tejido social influyo e influyen en mi, pero no puedo entregar mi poder (mi criterio) a nadie, argumentado una necesidad interior o en búsqueda de algún beneficio (afecto, reconocimiento, dinero, placer). Cada vez es mas claro que respondo por mi y lo que me sucede es parte de mi aprendizaje donde los otros (los que creo responsables) solo son los instrumentos de mi aprendizaje. Por lo tanto la forma como enfrento esas dificultades es mi decisión. Eso es el libre albedrío: las circunstancias o dificultades están allí pero yo escojo cómo las manejo. ¿Por qué responsabilizar a otros? Sobre todo a nivel individual y cotidiano si es muy importante encontrarme con esta verdad: soy responsable de mi actuar, cualquiera que sean las circunstancias externas. ¿Estoy preparado para aceptar mi responsabilidad y dejar de tirarle el agua sucia a otros? Aun cuando suene descabellado, pensar en la muerte (cambio de vida) es una de las mejores herramientas para aceptar el sentido de la vida y la responsabilidad que tengo en ella. Nacimos para aprender, no para evadir y este paso terrenal sólo es una pasantía buscando despertar conciencia. ¿Qué tanto lo digiere?
Gloria H. @GloriaHRevolturas
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