Tiene tinte religioso. “Sabe” a
sumisión, a estupidez. La nuestra es una
cultura que enseña a “no dejarse” a probar que se es macho, o fuerte, o el
mejor, buscando justificar que nadie está por encima. Nadie. Entonces, cual
gallo de pelea, no se resiste la más mínima “provocación”. “Aquí estoy yo ¿usted
que quiere?”. Es paradójico este tema del “no dejarse” porque se cree que
asumir la actitud defensiva es un acto de valentía, cuando –qué pena-, es todo
lo contrario. Es un acto de dependencia, una acción de sometimiento donde el
otro hace con sus emociones, lo que le venga en gana. El otro, el provocador,
hace con usted lo que se le antoja. Lo invita a pelear y usted, cual ternero en
rodeo, se “deja llevar” por el desafiador. Usted, como un idiota, cae.
Creyéndose fuerte. Cuándo en definitiva no ha hecho otra cosa que “seguir
instrucciones”.
Lo anterior para decirle que ahora
es necesario “poner la otra mejilla”. Lo puede leer como tema religioso. O asunto
de idiotez. Pero es un problema de salud mental. En el momento actual, personas
con la capacidad de no dejarse enredar, serán las que podrán crear un nuevo
país. Hay que opinar pero no engarzarse. El problema no es el presidente de
turno, rodeado de tan fieros “amigos” y tan fiera oposición. Los ciudadanos de
“a pie”, los de las redes, tenemos dos opciones: entramos en el espiral de
provocación, o en un acto de valentía, de equilibrio, no respondemos a las
agresiones. No es callar, es no engarzarse. No se pierde el criterio, ni el
punto de vista personal. Nadie nunca podrá quitar la opción de la palabra. Se tiene
derecho a expresar las ideas pero no a imponerlas o justificarlas. Hable,
escriba pero no se engarce. Nuestra responsabilidad está en responder por lo
que decimos o escribimos no por lo que los otros interpretan. Porque la
interpretación dice mas de quien la hace de lo que realmente se escribió. O
habló. “Leer no es mirar
las letras que hay en un texto, es interpretarlas, entenderlas para después
emitir un juicio. El fanatismo no les permitió hacerlo” escribió sanamente un
lector. No va a existir decreto de estado. No habrá mandato nacional. No busque grupo, chat, o “amigos de la paz”.
Empiece por usted (claro, si cree). Si cree que el odio es pegajoso, cobarde y
enfermizo, comience por no resonar en el. Tan fácil que es responder y “probar”
que lo que el otro escribe o dice es equivocado. Tan simple que es contestar
agrediendo la dignidad de otro. Tan fácil que es inventar o suponer. Tan rápido
que se mueve la mano (no el cerebro) cuando hay que contestar insultos. Tan
fácil y rápido que “nos sacan la piedra”. Tan rápido que nos engarzamos en la
energía virulenta del otro. Por eso se necesita valentía. Coraje. Mucha
seguridad interior, ser dueño de si mismo para no engarzarse.
Repito, no es callar, es no
incrustarse en la verborrea del otro. Puede sonar a “poner la otra mejilla”. Si
lo logra, podrá decirse que es adulto, dueño de si, capaz de controlarse. Podrá
sentirse muy orgulloso. No es fácil. Resonar en contradecir al otro, probarle
que está equivocado, es una tentación humana enfermiza y elemental. Dicen que la
venganza es dulce. Pero el que cae en esa red
pierde el norte y es manejado por el desafiador. “Desengarzarse” es un
acto de valentía.
Gloria H. @Revolturas

No hay comentarios:
Publicar un comentario