¿Y si todos “robáramos” besos, usted a quien se lo “robaría”? ¿Le
gustaría que le robaran ese beso o se sentiría invadido? ¿Qué asco las babas de
un desconocido? ¿Son comprometedores los besos robados? ¿Quién es mas
“culpable” en el beso robado: el que lo roba o el que se lo deja robar? El
asunto se puso interesante y qué chévere que estemos hablando de besos robados,
a nombre del amor, la publicidad, emociones elementales, o la motivación que
sea. Pero besos robados no balas perdidas o asesinatos por barras bravas o
twiters incendiarios. El cambio del chip no es potestad del gobierno, ni de los
partidos políticos. Así como cada quien puede decidir qué come para alimentar
su cuerpo, cada quien decide de qué se nutre para respirar armonía. Entonces,
los besos robados son un buen tema para oxigenar el ambiente.
Pero claro, es diferente ser protagonista del beso robado, a ser
espectador del mismo. Y mas, si se tiene una relación con los “actores” del
hecho. A Claudia Elena Vásquez no le debió “llamar la atención” la cara de
estúpido o atontado o impactado que tuvo su marido Carlos Vives después de que
la mujer se le abalanzó. Además él no hizo ni el menor amague para separarla.
Por el contrario, lo permitió y lo permitió… y hubo que venir al rescate (¿de
quien?) para separarlos. Es imposible no sentir algo frente a un hecho que por
mas impactante y sorpresivo que sea, se “siente” en el cuerpo, conecta hormonas
y produce emociones. A la muchacha “atrevida” dizque se le está acabando el
matrimonio y a Vives “algo” le debieron decir en su casa. Es lo menos que
merece. ¿Usted le diría algo?
Vimos a los protagonistas disfrutando de su momento (o actores ¿lo
montaron a propósito?) pero qué produce este
hecho en los que han retwitiado el incidente. ¿Envidia? ¿Molestia? ¿Risa?
¿Sorpresa? Sin embargo hay un trasfondo, siempre lo hay y vale la pena analizarlo.
No puede negarse que un beso robado es un acto de agresión contra una persona
que no participa del hecho y que la toma por sorpresa. Es un atrevimiento que
puede terminar siendo agradable pero que bordea los límites de la ofensa. En
definitiva es robado porque no se da voluntariamente. Es agresivo porque ni
pide permiso ni tiene consentimiento. Y puede fastidiar. En un tema como el
amor o la sexualidad es tan pero tan importante el consentimiento, la
aceptación de lo que la otra persona desea hacer con nuestro propio cuerpo. Hay
sorpresas agradables sí, pero hay descaches absolutos con lo sorpresivo. Y
antes de causar una agresión, vale la pena preguntar e indagar. Se pierde parte
de la espontaneidad pero se evitan incidentes que dejan huella para toda la
vida. Las sorpresas amorosas no siempre son bien recibidas porque suponemos que
el otro u otra es “como yo” y lo podría disfrutar como yo lo haría. Pero el
otro u otra es diferente y puede experimentar “la sorpresa” con una cara de
asombro que acaba con cualquier ilusión o entusiasmo. En nuestra cultura se ha privilegiado en
exceso la espontaneidad pero déjeme decirle que también es la responsable de
baldados de agua fría difíciles de olvidar. El respeto por el otro no puede
llevarnos a privilegiar mi sentir sin calcular la forma en que el otro recibe
las muestras de afecto. Tema difícil de vivenciar y mucho mas fácil de
presenciar.
Gloria H. #GloriaHRevolturas

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