Imposible pretender que el mundo evolucione, que el devenir de la
sociedad sea continuo, que el desarrollo sea un eterno movimiento pero que
exista un sector, un solo sector, que se quede congelado. Imposible soñar que
los cambios sean sólo favorables para lo que nos gusta pero que en lo demás se
quede estático. El cambio es un proceso que no se puede detener. Por ejemplo, hemos
deseado casi con obsesión que el mundo de la mujer sea diferente, que ella
“exista” para la cultura, para los pueblos, para la ciencia. Deseamos de
corazón (y por necesidad) que la mujer tenga palabra, tenga criterio, tenga
poder. Que deje al lado la dependencia y la sumisión y se pueda sentir
autónoma, íntegra, capaz.
Posiblemente sea el reducto donde menos esperábamos que se
sucedieran modificaciones. Pero ¿cómo esperar que una nueva mujer no engendre y
forme un nuevo niño? ¿Cómo pretender que una nueva cultura no genere una nueva
infancia? Nuestros niños son diferentes, están en una onda completamente
renovada (para bien o para mal) y anhelar el niño o la niña del siglo pasada es
una utopía. Mas bien sería un acto nostálgico (al que tengo derecho) pero
totalmente desarticulado de la realidad.
Los niños y las niñas de hoy van mas acelerados, sus mundos cambian con
mayor rapidez y hasta la biología es implacable. La menstruación les está
llegando a las niñas alrededor de los 10, 11 años para advertir que la preadolescencia
está cercana a los 10 años. Entonces es necesario precisar que la infancia se
está terminando alrededor de los 8 años. ¿Mejor o peor? Argumentos de lado y
lado que pondrán llevarnos a discusiones interminables. La realidad, la
fotografía de hoy, es que la infancia también cambió. ¿Llegará la humanidad “a
quedarse” sin infancia? Miles de posibilidades. Pero si así llegara a suceder,
el mundo se adaptaría a ese cambio y viviría de acuerdo a esa realidad. Cada
vez es mas claro que la velocidad de las modificaciones no se puede detener y
quién lo creyera, lo que mas impacta es la rigidez de la mentalidad que no
acepta el devenir de la vida. Para los que nacieron ahora o hace poco “es
totalmente natural” lo que sucede. Sin espejo retrovisor no tienen cómo
comparar y sólo miran para adelante….
Los que se conmueven son aquellos que comparan y anhelan el
pasado. Pero nunca nada será como antes. Un nuevo mundo, una nueva concepción
de pareja, de familia. La tecnología bombardeándolo todo, el mundo en ebullición
–buena y mala- las religiones cuestionadas, la ciencia en revisión, los papás
manipuladores, las políticas generando protestas ante su falta de justicia y
desigualdad y…los niños ¿iguales? ¿estáticos? ¿congelados?
Esta
nueva mujer, esta nueva familia, está engendrando un niño o niña diferentes.
¿Cuántas veces se comentan “las genialidades” de los niños de hoy? No sólo es
el candor de padres o abuelos sino una realidad que a diario se desborda. Mas
libres, mas espontáneos, con mas información, mas “estimulados” ¿cómo esperar
que sean iguales a los de hace 50 años? A un niño o una niña se los puede
manipular para que “actúen” en determinado escenario. Pero no se pueden
desconocer las condiciones innatas que les brotan por todos los poros.
Preguntan, cuestionan, son “igualados”, retadores, desafiantes. Lo que sucede
en un escenario como La Voz kids no es, no puede ser considerado “un desastre”.
Allí aprenden a desempeñarse en un mundo real, donde hay competencia,
preferencias, estímulos, rivalidades, talentos, tristezas, alegrías,
solidaridad, compañerismo. No es fantasía. Es la realidad, la que todos enfrentamos
y que deben aprender a manejar. La añoranza del “niño antiguo” es una nostalgia
válida, pero no deja de ser eso, una añoranza como tantas otras a las que
debemos renunciar. Hay que quebrar el
espejo retrovisor y mirar para adelante. “C’est la vie”
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