En la hoja de vida de una de las candidatas a
señorita Cali, apareció el nombre de su mamá pero no el de su papá. No existía
ni vivo ni muerto. Lo que permite concluir que cada vez más, como los papas no
hacen presencia o no reconocen a sus hijos, no existen. Algo semejante a creer
que un hijo o una hija lo gesta solamente una mujer y el padre es un
“accesorio” del cual se puede prescindir. Conseguida “la semillita”, lo demás
sobra. Tema delicado porque tiene muchas aristas que generan consecuencias en
los seres humanos y claro, en esa sociedad que construyen los individuos.
Así como el siglo XX fue el período de
replanteamientos profundos para la mujer, el siglo XXI es el período en que el
hombre entra en crisis. El papel (bueno o malo) que había representado a través
de la historia se le envolató porque no sabe cómo comportarse ante una nueva
mujer con la que no sabe relacionarse. Entonces, hoy, en muchas situaciones que
no controla, opta por “ablandarse” o debilitarse y, lo más fácil, decide
abandonar sus responsabilidades, o someterse cual niño asustado, o volverse
violento como último recurso. Pero no sabe cuál es su papel en esta nueva
familia con una nueva mujer. Y claro, la mujer “no espera”. Si no sirve, que no
estorbe. “Yo puedo” dice ella y de esta manera sola, suficiente y aguerrida, saca
adelante a sus hijos. ¿Sin consecuencias?
Un papá no es sólo semen o dinero. En la
construcción de la personalidad de un hijo o una hija, el padre es el referente
simbólico del orden, de la cultura, el que permite que el hijo salga de las
“garras amorosas de la madre” y pueda desarrollarse en comunidad. Muchas de las
consecuencias del desorden social que vivimos, se debe a la ausencia del padre.
Como “no existe”, como “no se necesita”, se pierde el contexto de lo simbólico
y el mundo de hoy es un mundo huérfano de padre (no de autoritarismo), huérfano
de una presencia que conecte al hijo con una realidad a veces frustrante pero
enriquecedora en cuanto “afina” la capacidad de afrontar y enfrentar. El hijo o
hija caprichosos, llevados de su parecer, es en términos generales, un hijo sin
padre, huérfano de quien coloca los límites y quién “organiza” su psiquismo. La
madre, en definitiva, puede hacerlo, pero la presencia de los dos (que no
tienen que vivir juntos pero si existir) cambia las perspectivas de un ser
humano que acepta, por igual, el amor y el límite.
Un papá tampoco es “una mamá con pantalones”,
otra de las conductas actuales que mas “escogen” los hombres de hoy. Al no
saber cómo ser hombre y cómo ser papá, prefieren “repetir” el modelo de la mamá
que atreverse a construir un nuevo perfil de padre. Lo que representa “un
desastre” para este hijo o hija igualados, desesperados con ese papá amigo que
compite en “compinchería” con él o que se aleja porque no sabe manejar sus
propias emociones y no puede asumir, por lo tanto, la demanda afectiva y
simbólica de sus hijos. Es urgente entonces, la construcción de un nuevo rol,
ser papá, en un mundo que no sabe hacerlo. Los hijos e hijas lo necesitan. No
es cierto que se puedan educar “fácilmente” sin él. Una mamá no tiene derecho a “suprimir” el
nombre del padre. No puede tampoco “quitarlo” de acuerdo a sus intereses. El
que el hombre no responda es otra cosa, pero quitárselo por venganza o porque
no me gusta o porque me ofendió, es una afrenta de la mujer a la salud mental
de su hijo. El rol del padre comienza con el nombre del padre…luego, vendrá lo
demás.
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