lunes, 24 de junio de 2013

¿Cuál es “su” guerrillero?


Todos los seres humanos tenemos en nuestra historia uno o varios “guerrilleros interiores” a quienes detestamos y a quienes, muy seguramente, quisiéramos hacer desaparecer. Alguien de la familia, del trabajo, del entorno, del vecindario, del país, que desearíamos “aniquilar”. O por su trato, su comportamiento, sus ideas, sus actuaciones, por lo que tienen, por lo que representan, por lo que sea. Pero, hombre o mujer (uno o varios) que no soportamos por ser lo que son o por lo que nos han hecho o por lo que le hacen a otros. Estos personajes a los que detestamos, juegan el papel de guerrilleros para nuestro mundo interior. Son los que nos causan rabia, escozor, con los que nos sentimos impotentes y arrinconados. Cada vez que hablan o sabemos de ellos, la sensación es de molestia o de cuestionamiento por su forma de ser. “Mírelo, quién se ha creído”, o “qué cinismo”, pueden ser expresiones de defensa frente al mundo de este ser que nos talla de manera tan absurda.
En un proceso de paz como el que está viviendo Colombia, es muy importante tomar conciencia de la participación individual en el proceso. Aun cuando suene descabellado, la contribución personal puede ser, precisamente, enfrentarse con el guerrillero interior y ayudar a desinflar la rabia y la agresividad que a diario nos alimenta. Oxigenar el ambiente debido a las “cuentas de cobro” que guardamos, por lo que haya sido, o por lo que hayamos vivido. No hay que desconocer que los pensamientos se vuelven biología y a su vez se convierten en actitudes. El comportamiento es pensamiento vuelto cotidianidad. La física cuántica ha probado que, como seres de energía, muchas mentes detrás de un objetivo logran modificar la realidad. Es humano sentir rabia, detestar a alguien o cuestionar a quien creemos abusa o hace daño. Pero, hay que desarmar los espíritus, hay que intentar que uno (al menos) de esos personajes insoportables para nuestro mundo interior, pueda ser perdonado desde nuestro corazón y oxigenar el ambiente. Y uno más uno más otro en muchos corazones, va generando un aire  limpio y tolerante. Y eso definitivamente construye paz.
Las negociaciones en La Habana siguen adelante (¿lentas? ¿rápidas? ¿dispendiosas?, ¿mamadera de gallo?) siendo conscientes de que es muy poco lo que podemos influir en ellas. Pero si podemos “trabajar” nuestro guerrillero interior y tratar de hacer una conciliación con lo que él representa. En cualquier campo del comportamiento humano, hay un guerrillero que nos acosa. Para mí, hoy, mi principal guerrillero interior es el exministro  Arias. Difícil asimilar su nueva actitud conciliadora y religiosa hablando de Dios y de justicia. Claro, está en su derecho y todos los seres humanos podemos cambiar, por interés, por convicción o por conveniencia. Es posible que su soberbia y prepotencia anteriores sean cosas del pasado y la vida le haya enseñado que su suficiencia era tan agresiva para Colombia como él cree que fue su prisión preventiva. Hay que intentar creerle. Hay que intentar reparar su antigua imagen y “construir” otra, acorde con su actual momento.
Por ello todos podemos contribuir a que en Colombia respiremos un mejor aire y no sólo sentarnos a esperar los acuerdos de paz de La Habana para lograr una mejor calidad de vida. Revisando nuestros guerrilleros interiores, en un proceso absolutamente individual, tejemos una urdimbre de tolerancia y respeto. Pero somos todos los que hacemos “esa” negociación. Depende de cada uno sumarse al proceso de paz para nuestro país. ¿Fácil o difícil? La dimensión de su guerrillero interior responde a esa pregunta…

lunes, 17 de junio de 2013

La valla que arde

Sobre el costado izquierdo de la calle 5, viniendo del norte hacia el sur, se puede leer una valla inmensa que dice “gracias Jorge Iván”. No sé quienes la colocaron y a nombre de cuál grupo, partido u organización. Pero si suena a desfachatez que un hombre que tiene 38 investigaciones pendientes merezca “reconocimiento”. A no ser, como dijo un taxista hablando de un político “sí, robo pero hizo obras”. Y si la política es el arte de camuflar el robo con obras, pues entonces el Alcalde Ospina puede candidatizarse para el galardón. Claro, sin saber de qué monto fue el desfalco y si las obras impulsadas “compensan” el saqueo. Sería muy doloroso que los ciudadanos evaluáramos los buenos alcaldes dependiendo de esta ecuación: “robó pero hizo”. Lo que sucede es que la plata que se roban no es de ellos, es de nosotros y hacer obras con nuestro dinero y desfalcarnos “en las narices” no solo es de una desfachatez llevada al extremo sino que también esconde personalidades cínicas y morrongas. Estilo Samuel Moreno, estos “alcaldes” modernos que la política colombiana graduó como importantes, son los que hacen obras en medio de los robos o desfalcos más descarados y los ciudadanos terminamos “agradecidos” por lo que hicieron por nosotros.  ¡Pura perversión!

La valla a Jorge Iván es una cachetada a la honradez. Quienes la colocaron deben ser cómplices de las argucias porque sino de qué otra manera se puede explicar que agradezcan a quien robó. ¿Qué es más importante el impulso a las obras o el desfalco? ¿Qué es más significativo la honradez o la pantalla? ¿Qué pasaría si esos políticos protagónicos no robaran en esa o en ninguna proporción? ¿Con el dinero saqueado cuántos trabajos más podrían ejecutarse y así no “descrestarían” con obras necesarias y llamativas pero que esconden desfalcos y corrupción en sus entrañas?
 
Si usted cree que debe agradecerle a Jorge Iván “su alcaldía” muy posiblemente califique en el grupo de los que viven de las apariencias. Usted puede llegar a creer “pero se ve lo que hizo” justificación elemental de una doble moral. Como quien dice Maquiavelo ventiado: “el fin justifica los medios”. Pero si las obras que impulso Jorge Iván no lo obnubilan (no porque no las merezcamos o no sean importantes sino porque cualquiera honrado y con visión lo hubiera hecho y mejor), entonces usted todavía cree que la honradez es la estructura básica del comportamiento humano. Usted es de los que reacciona contra la corrupción y no la justifica. Usted es de los que sueña con un país donde los políticos, por Dios, cumplan con un mínimo de comportamiento: ser honrados y no usufructuar el cargo público a su favor, obteniendo o más poder, o  ganancias que incrementan su presupuesto. Si seguimos aceptando vallas como las que reconocen a Jorge Iván como buen alcalde, estamos aceptando que la política es sinónimo de corrupción. Aplaudamos entonces.
La  valla que agradece y reconoce a Jorge Iván es una afrenta a la honradez. Es una cachetada a Cali porque justifica y premia la corrupción. Si en el fondo de su corazón la aprueba, usted vibra en la onda de la doble moral. No importa si nos robó porque las obras impulsadas por él  lo “limpian” del delito de corrupción y desfalco. La valla que arde en la calle 5 es un termómetro ciudadano para evaluar que tan complacientes somos con el delito y la deshonestidad, que tanto las apariencias nos llevan a vender el alma por una imagen. ¿Aprueba o desaprueba?

martes, 11 de junio de 2013

¿Quiere ser papá?

Estoy segura que la "construcción" del hecho de ser papá es de todo su agrado. Como también considero que para usted, como para la gran mayoría de los hombres, es un "ejercicio" que no necesita enseñanza. Suficiente con "sentirlo" para realizarlo. Es el primer paso, pero no sé si clasificarlo como el más fácil o el más difícil. Depende del lente con que se mire. Como ejercicio "biológico" sería fácil. Como proceso simbólico mucho más complejo y más en el mundo de hoy cuando las reglas del juego han cambiado. Aún mas, no existe ningún modelo por copiar. Todo, todo, hay que "construirlo" porque las mujeres no son lo mismo, los hijos e hijas no son lo mismo y el entorno no es el mismo. Ah, y los hombres ¡no son lo mismo!
Pero hay recomendaciones de expertos que ayudan en el proceso. Y vale la pena oírlas. Lo primero, aun cuando suene "traído de los cabellos", siéntese a evaluar cómo fue su relación con su propio papá, haya existido o no. Muchas de las conductas que asumimos son compensaciones o revanchas de lo que hemos vivido o de lo que nos quedó faltando. Su "hombría" la construyó de esa relación, en lo que sobró de autoritarismo, en lo que faltó de afecto o ternura, en la rabia que acumuló ante la prepotencia del "señor de la casa", en la injusticia del trato del adulto, en el miedo que se tragó por no poder ser frágil, en la práctica de la expresión "los hombres se comen a las mujeres", en los cambios inexplicables y en silencio de su propio cuerpo, en la tentación de transgredir la norma y retar lo prohibido, todo esto y mucho mas lo ha construido como hombre y claro, de allí nace la inmensa confusión de no saber cómo se es papá en el siglo XXI.
Ser papá es un acto de compromiso y responsabilidad que "atraviesa" la relación de pareja pero no se agota en ella. Compromiso significa presencia física y emocional en las rutinas y responsabilidad "vigilancia en el bienestar del niño, la toma de decisiones y asumir el conflicto padre-hijo cuando se toman límites". Así haya tenido dificultades con su compañera, sus hijos siguen siendo sus hijos. Los estudios (pero sobre todo la experiencia) prueban que una gran mayoría de hombres sólo les preocupan los hijos si tienen abierta la opción de regresar con la madre. Pero "cerrado este capítulo", los hijos se van desdibujando. La explicación se da por el complejo de culpa que guardan al vivir un fracaso matrimonial y abandonar la casa y las nuevas relaciones que no son comunes a padres e hijos. Pero hay que construir opciones que no se agoten en una separación de pareja. Sólo que la mentalidad masculina no es muy afín a construir procesos: quiere resultados y en parte este es uno de los problemas que enfrentan los hombres de hoy cuando asumen el rol de padre. Hay que construir, no está hecho ni se compra en el supermercado. La "impaciencia" masculina da al traste con muchos de los procesos emocionales.
Ser papá no es una "mamá con pantalones" ni copiar lo que ella hace. Al jugar, por ejemplo, las madres prefieren los juguetes mientras que los papás utilizan más su cuerpo en el juego con el hijo. Una mamá, por lo general, es predecible y vive educando. Un papá es impredecible y se arriesga y aventura más en la relación con sus hijos. Diferencias necesarias que enriquecen el mundo infantil. Pero papás, hay que construir el perfil porque el mundo de hoy pide "a gritos" presencia masculina adulta, comprometida y responsable. ¡Feliz día!
 

lunes, 3 de junio de 2013

Un papá ¿para qué?

En la hoja de vida de una de las candidatas a señorita Cali, apareció el nombre de su mamá pero no el de su papá. No existía ni vivo ni muerto. Lo que permite concluir que cada vez más, como los papas no hacen presencia o no reconocen a sus hijos, no existen. Algo semejante a creer que un hijo o una hija lo gesta solamente una mujer y el padre es un “accesorio” del cual se puede prescindir. Conseguida “la semillita”, lo demás sobra. Tema delicado porque tiene muchas aristas que generan consecuencias en los seres humanos y claro, en esa sociedad que construyen los individuos.
Así como el siglo XX fue el período de replanteamientos profundos para la mujer, el siglo XXI es el período en que el hombre entra en crisis. El papel (bueno o malo) que había representado a través de la historia se le envolató porque no sabe cómo comportarse ante una nueva mujer con la que no sabe relacionarse. Entonces, hoy, en muchas situaciones que no controla, opta por “ablandarse” o debilitarse y, lo más fácil, decide abandonar sus responsabilidades, o someterse cual niño asustado, o volverse violento como último recurso. Pero no sabe cuál es su papel en esta nueva familia con una nueva mujer. Y claro, la mujer “no espera”. Si no sirve, que no estorbe. “Yo puedo” dice ella y de esta manera sola, suficiente y aguerrida, saca adelante a sus hijos. ¿Sin consecuencias?
Un papá no es sólo semen o dinero. En la construcción de la personalidad de un hijo o una hija, el padre es el referente simbólico del orden, de la cultura, el que permite que el hijo salga de las “garras amorosas de la madre” y pueda desarrollarse en comunidad. Muchas de las consecuencias del desorden social que vivimos, se debe a la ausencia del padre. Como “no existe”, como “no se necesita”, se pierde el contexto de lo simbólico y el mundo de hoy es un mundo huérfano de padre (no de autoritarismo), huérfano de una presencia que conecte al hijo con una realidad a veces frustrante pero enriquecedora en cuanto “afina” la capacidad de afrontar y enfrentar. El hijo o hija caprichosos, llevados de su parecer, es en términos generales, un hijo sin padre, huérfano de quien coloca los límites y quién “organiza” su psiquismo. La madre, en definitiva, puede hacerlo, pero la presencia de los dos (que no tienen que vivir juntos pero si existir) cambia las perspectivas de un ser humano que acepta, por igual, el amor y el límite. 
Un papá tampoco es “una mamá con pantalones”, otra de las conductas actuales que mas “escogen” los hombres de hoy. Al no saber cómo ser hombre y cómo ser papá, prefieren “repetir” el modelo de la mamá que atreverse a construir un nuevo perfil de padre. Lo que representa “un desastre” para este hijo o hija igualados, desesperados con ese papá amigo que compite en “compinchería” con él o que se aleja porque no sabe manejar sus propias emociones y no puede asumir, por lo tanto, la demanda afectiva y simbólica de sus hijos. Es urgente entonces, la construcción de un nuevo rol, ser papá, en un mundo que no sabe hacerlo. Los hijos e hijas lo necesitan. No es cierto que se puedan educar “fácilmente” sin él.  Una mamá no tiene derecho a “suprimir” el nombre del padre. No puede tampoco “quitarlo” de acuerdo a sus intereses. El que el hombre no responda es otra cosa, pero quitárselo por venganza o porque no me gusta o porque me ofendió, es una afrenta de la mujer a la salud mental de su hijo. El rol del padre comienza con el nombre del padre…luego, vendrá lo demás.