No puedes curarte en el mismo ambiente que te enfermaste.
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Dos visiones, dos mundos, el mismo escenario. Hoy se habla de salud mental, salud emocional y los efectos que está nueva “pandemia” (ansiedad, angustia, depresión) está causando en la gente. Infancia, adolescencia, adultez, ningún grupo escapa del flagelo. Ahora vivimos “atontados” viendo los estragos de un mundo caótico y desbordado, retratado por redes y Medios, pero también asistiendo a nuevos descubrimientos sobre el comportamiento y la forma de manejar mente y realidad. Entonces… estamos en la mitad de una ardua confrontación. De un lado muchos periodistas, educados bajo la premisa de encontrar lo diferente, lo llamativo, (lección básica de periodismo: no es noticia que un perro muerda a un hombre y sí lo es que un individuo muerda a un perro). Todo aquello sorpresivo, inusitado, desbordado, es periodismo de impacto. Atrae, seduce, engarza… pareciera que gran parte de los Medios necesita buscar noticias en las alcantarillas. Lo raro, lo estrambótico, lo que sorprenda. Algo positivo no produce rating, hay que hurgar en la mezquindad humana para poder atraer la atención (y claro lectores, pauta, etc).
Pero por el otro lado los psicólogos, formados en la ciencia del cerebro, mente, emociones, sensaciones, conducta y energía humana, enseñando a afrontar realidades, a vivir el presente, a evitar los supuestos y a transmitir una premisa bien novedosa (y científica). ¡Somos lo que pensamos! Lo leyó bien: se es el resultado de lo que se piensa e imagina. El cerebro no distingue si es bueno o malo: solo lo registra y construye esa realidad que se supone. ¿Cómo entonces lograr el equilibrio entre las dos posiciones? ¿Son conscientes los periodistas y los Medios de cuánto enferman sus titulares y noticias por trabajar con supuestos y azuzar el miedo? Por todo lado psiquiatras, gurúes, psicólogos, recomiendan no imaginar tragedias, no desgastarse pensando problemas porque como dice la psiquiatra Marian Rojas, mas del 90% de lo que imaginas, jamás sucede. Pero los Medios necesitan escandalizar, asustar, suponer… nadie está pidiendo que se mienta o que se construyan islas de fantasías. ¿Pero son conscientes los periodistas del daño que puedan causar en la salud emocional con sus supuestos, posibilidades, desastres imaginados? Y lo más grave, la suposición paraliza porque imaginas lo peor y puede que nunca suceda. El supuesto se alimenta del miedo, de la imaginación, de la fragilidad, de la impotencia.
No se cree en el poder del pensamiento. Para quienes detentan autoridad y quieren controlar, darle al ser humano capacidad de decisión puede ser peligroso. Por eso incitan al miedo, debilitan, atontan y crean caudillos o ideologías que manejen ese rebaño de “atontados”. Los centros de salud están atiborrados de consumidores de noticias alarmantes que se vuelven biología, marcando su cuerpo con múltiples enfermedades. Como psicóloga y periodista, solo espero que mis colegas de Medios asuman la responsabilidad que les corresponde en la difusión, exageración y suposición de una noticia. Y así como existen guerrilleros físicos, también existen guerrilleros psicológicos. A veces cuando veo o escucho noticias, me pregunto qué grado de responsabilidad les cae a los Medios de incitar al miedo, a la ansiedad o al terror. Eso se cataloga como guerrilla emocional. ¿Se reconoce?
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Nuestras almas no deben estar atadas a los resentimientos del pasado, sino a las bendiciones del presente.
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Es válida la posición de MF y de otros que consideran que la situación esta apretada porque muchas de las cosas que antes hacían ya no las realizan. La lista de desilusiones es larga y grande… la forma de vida “anterior” no se consideró ni un despilfarro, ni una botadera de plata. Era “normal” vivir disfrutando de lo que se ganaba, invitando amigos, comprando objetos, luciendo ante los demás. “Tan rico que vivíamos y no nos habíamos dado cuenta”, podría decirse. La vida enraizada en el dinero, en el tener, desechando tantas otras cosas que como lo dice el slogan, el dinero no podía comprar, obsesionados con la plata y la cuenta bancaria. Pero, el mundo cambió casi que abruptamente. El sistema capitalista, vivir para trabajar y hacer dinero hizo “aguas” porque a raíz de la pandemia y el empleo en casa (entre otros), se comprobó que se podía vivir diferente, que la compulsión por el trabajo no era tan sana, que el tiempo libre ni se compra ni se vende, que algunas empresas eran verdaderas licuadoras de vida y entonces… a cambiar. Hay otras formas de vida. ¿Por qué seguir haciendo lo mismo cuando no hay satisfacción? ¿Vivir para atesorar plata, bienes materiales, mientras que la vida se nos va entre los dedos?
Muchos jóvenes hoy repudian el modelo de vida de sus padres. Quieren otra cosa que no pasa necesariamente por atesorar plata. La disyuntiva está entre “hacer dinero o vivir”. Encontrar el equilibrio entre esas dos posiciones es básico para construir calidad de vida. Claro no tener lo mismo de antes y el espejo retrovisor impactan y no permiten vivir en el presente. La vida no se acaba porque disminuya el billete. “La pena del ayer y el miedo del mañana son dos ladrones que nos roban el hoy”, dice JJ El Paseante. La mayor preocupación radica en la comparación: “no es como antes”. Quienes logren soltar creencias y aprendan a mirar de otra manera, serán quienes sobrevivan sanamente. El más rico es el que menos necesita. Cambiar el estilo de vida no es fácil, pero es urgente porque las expectativas de la vida son otras. Es un caos mundial donde existe la inquietud por el sentido de vida transmitido, basado en tener, acumular, guardar. Circula en redes un video donde un hombre tiene puestos 10 relojes, 4 abrigos, 8 sombreros… con el objetivo de mostrar que la cultura nos metió la idea de que allí, en esa actitud acumuladora, radicaba el éxito. Pero el fracaso de la cultura, con tantas desigualdades e inequidades es evidente. Y se llega a la realidad que describe MF, “desplatados” como si no tener lo mismo de antes, fuera el fiasco más aparatoso.
¿Nos atreveríamos a vivir sin priorizar el dinero como pilar fundamental? ¿Somos capaces de transmitir otros intereses que no pasen por el billete? Si, se necesita, el sistema capitalista lo exige. Pero compartir, ser solidarios, el servicio, la gratitud, la risa, la naturaleza, el ejercicio físico, el afecto, no “necesitan” dinero para practicarlas. Allí podemos estar desplatados y estar bien. A los amigos se los puede invitar a sentarse en el parque y llevar una cerveza… las comilonas, los licores, los zapatos, las carteras fueron valiosos pero no son indispensables para la sobrevivencia. No es fácil, es cuestión de mirar de otra manera y sentir que la felicidad también se puede conseguir sin comprarla.
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“Allí fue que empezaron papa y mamá, tirándose piedritas en la quebrá… y ya somos 14 y esperan más” dice la popular canción que varias generaciones tatarearon hace algún tiempo. Y la traigo a colación para recordar que es allí, en pareja, en familia, donde se gestan los comportamientos de los humanos, para bien o para mal. Son papa y mamá los gestores de las personalidades de sus hijos. ¡Allí empiezan! Y en este desconcertante mundo en que vivimos, donde todo debería entrar en proceso de reingienería, no se puede dejar a un lado a la familia con su carga ancestral. Porque si la sociedad tambalea y da tumbos, la familia es el artífice de esa hecatombe, así sorprenda el planteamiento. En teoría, se dice que es el núcleo de la sociedad o sea que es a la familia y su historia, a la que le cae el peso de la responsabilidad social por lo que enfrentamos. La semana pasada Aura Lucia Mera se preguntaba dónde están los papas de los adolescentes de hoy, tan perdidos, tan desubicados. Yo diría que esos padres y madres como tantos otros roles, están a la deriva comprobando cómo fueron educados con creencias y conceptos que hoy ya no tienen vigencia. Cómo la evolución vertiginosa anula modos de vida que antes fueron significativos. Y hoy estamos totalmente desprovistos de elementos que nos permitan vivir en armonía. Lo que nos enseñaron ya caducó…
Es como si se dinamitaran uno a uno, muchos planteamientos que se transmitieron en familia. Por ello, soñar con “rescatar” esa familia desgastada, desear convertirla en el centro de la rehabilitación social es un despropósito porque es en ella donde se incuba la problemática actual. Sino se desmitifica a la familia, si no deja de asociarse con el icono de la Sagrada Familia, lo único que estamos permitiendo son la multiplicación de problemáticas tóxicas y castrantes. El concepto y vivencia familia debe ser revisado. ¿Acaso ya no hay quienes consideran a las mascotas miembros del clan? Claro, son más fáciles de manejar, se pueden domesticar, a diferencia de un niño o adolescente cada vez mas cuestionadores e irreverentes. Y con la evolución de la mujer, cuando ahora son papá y mamá los que trabajan o por dinero o por realización personal o por ambos, el sentido de tener un hijo para que lo eduque ¿quien? toma otro color. ¿Vale la pena tener hijos, traerlos a este convulsionado mundo? ¿Mi pareja es para toda la vida? ¿Y si me aburro, si se me acaba el amor, si me gusta otro u otra, qué pasa con la familia “para toda la vida”? ¿Se convierte en cárcel, secuestro, obligación? ¿Dónde nació la mentira de que a todos los hijos se los quiere por igual? ¿De dónde la idea de que todos los padres quieren “lo mejor” para sus hijos?
Es como si nos estuviéramos acercando al borde del precipicio, al final. Pero no hay otra alternativa que seguir, de este carro no nos podemos bajar. Solo queda la opción individual de caer en cuenta, de tomar conciencia, sobre la necesidad de modificar el rumbo, empezando por cuestionar honestamente el concepto y vivencia de familia. Como dijo el poeta: “Vengan a la orilla. Podríamos caernos. Vengan a la orilla. Está demasiado alto. Vengan a la orilla. Y vinieron. Y El los empujó. Y ellos volaron”. (Chistofher Logue). Podemos caernos si seguimos como vamos o…si despertamos, podemos volar a una nueva dimensión humana.
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Si, puede suponer que esta es una columna feminista, sesgada, injusta, discriminatoria. Todo lo anterior es válido, lo acepto. Pero no puedo controlar la indignación que siento cuando volteo a mirar cualquier escenario, cualquiera, donde exista un varón, un patriarca, haciendo de las suyas. Haciendo lo que le da la gana, jugando con su entorno, imponiendo sus propias reglas, acomodándolas a su amaño. Vivimos en el mundo que el poder patriarcal fabricó. En el mundo que imaginaron podían vivir, sin aceptar que no eran los reyes de la naturaleza. Y en su proceso “creativo” han llevado a la humanidad al borde del precipicio. ¿Cómo es posible?
Haga usted mismo el ejercicio. Trump, Putin, Hamas, Netanyahu, Bunkele, Maduro, Ortega, Milei… donde quiera que mire no existe ni una sola mujer causando tanto daño, haciendo tantos atropellos, burlándose de sus compatriotas, jugando con el futuro, compitiendo con Dios. No, no existe ninguna mujer con ese desempeño. Impregnados de la feroz energía masculina, atropelladora, arrasadora, controladora, el mundo está perdido, dando tumbos, confundido en sus prioridades. Bájelo si quiere al mundo doméstico. Los feminicidios se multiplican en el vecindario, no hay cómo detenerlos, los hijos e hijas viven marcados por el grito paterno, por la descalificación masculina. Tragos, golpes, abusos. Estos patriarcas varones no se pueden abrazar sobrios, pero mareados por el alcohol o por el triunfo de un equipo de futbol, pueden besarse, abrazarse, tocarse, como no lo pueden permitirse en sano juicio. Lloran por su escuadra, pero pueden impávidos darle una puñalada a su compañera. Pueden violentar a un hijo pero se derriten por un gol. En la final de la Champions en el escenario de premiación con más de 100 personas en gramilla, solo había una, una sola mujer en ese lugar. ¿Casualidad? Mundo machista, de fuerza, competencia, zancadillas. El mundo construido por el poder patriarcal.
Si, anhelo un mundo impregnado también de energía femenina, un mundo que hable de conciliación, de mano extendida, de cooperación, de solidaridad. Un mundo donde los seres humanos valgan lo mismo, signifiquen lo mismo y donde no exista el poder atropellador del más fuerte, del más instigador. Un mundo que pueda dialogar las diferencias y aceptar la verdad de cada quien. Las energías no son ni buenas ni malas, necesitamos las dos como medida de equilibrio. Hasta ahora hemos padecido el desajuste de un patriarcado apoyado en el autoritarismo, creyéndose depositarios de la verdad y la razón. Un mundo material donde el dinero fue superior a las emociones. Estamos donde estamos porque el macho “no se deja” y siempre quiere ganar. Muertos, heridos, destrucción, huellas imborrables en el corazón de tantos niños y niñas que no pueden aceptar por qué se destruye, por qué ese deseo de venganza, de retaliación. Esperamos (ilusamente) que nuestros hijos dialoguen y sean compasivos pero sus padres incitamos a la venganza. Como dicen los registros ancestrales es hora de vivenciar un mundo también con energía femenina (que no la practica solo la mujer) para poder aceptar que todos “cabemos” en este planeta. Combinar masculino y femenino para derrotar la dualidad. Cómo cambiar entonces control, conflicto, competencia, censura por conexión, comunicación, consciencia, compasión. ¡Ese es el reto!
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La gratitud; Es una forma de vivir un estado de consciencia, un hábito mediante el cual el hombre sabio.
honra la vida.
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