Agradezco: mi historia, mi proceso y lo que estoy viviendo hoy. Se que detrás de todo hay un plan perfecto para mi. Lo recibo con amor y lo bendigo.
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Claro, es época de balances y de solicitudes. Todo aquello que anhelamos quisiéramos que llegara en la fantasía del nuevo año. Promesas, ilusiones, expectativas. Por un día soñamos con lo imposible, por un día -o unas horas- fantaseamos “jugando a ser Dios”. Viene luego el aterrizaje pero no importa. Esas horas son una manera infantil de adormecer la cotidianidad. Paradójicamente he encontrado una antigua oración portuguesa bellísima y sería sanador recordar algunas de sus estrofas. En especial aquellas donde el ruego mayor es no pedir nada, no esperar que proveas mi vida de otras cosas sino solo pedirte “que no te lleves”.
“Nada, no quiero que me traiga nada, lo único que quiero es que no se lleve... que no se lleve lo que ya tengo, que no se lleve el techo que nos cobija, el plato que nos alimenta, la manta que nos abriga, la luz que nos ilumina, la sonrisa de mis hijos, la salud como tesoro, el trabajo como sustento, la amistad, la compañía, los abrazos, las caricias, los “te quiero”, los “te amo”, los besos, que no se lleve los sueños, ni los trocitos del corazón que lo forman cada persona que llevo ahí dentro”.
En esa demanda para “que no se lleve” existe un acto de reconocimiento y gratitud con la vida, con los logros obtenidos, por elementales que sean. ¡No quiero perderlos! Y anhelar un listado de objetos materiales no llena, no da calidad de vida y mucho menos nos hace felices. Momentáneamente (tal vez el tiempo que dura el objeto) proveen de satisfacción (que no felicidad). Por eso no pido nada... De allí la importancia de hacer conciencia o recordar el por qué estamos en esta dimensión terrenal y cuál es el sentido de la vida que no se agota en lo cotidiano y tiene que ver con lo trascendente. En este convulsionado e incoherente mundo, es muy importante no perder de vista las desigualdades, no para amargarse, sino para contribuir de alguna manera a eliminarlas. Muchos dicen no encontrarle sentido a la existencia, “para que estoy aquí”. Sin necesidad de apelar a religión o creencias espirituales, solo con que se constate de que el sentido de su vida está en hacer mejor el mundo en que vivimos, que cuando nos vayamos exista la satisfacción de que el mundo está mejor de cuando llegamos, con ese se justifica el día a día, el porqué del vivir. Entonces gratitud y servicio, dos actitudes claras que alivianan y justifican el día a día.
Que quien se acerque a ti no quede cargado de amargura, resentimiento o el sinsabor de la queja. Que quién cruce tu camino pueda encontrar algo de luz en su oscuridad. A veces solo bastan una palabra, una mirada, una sonrisa, un gracias. Hacer un mundo mejor no depende tansolo defactoreseconómicos sino dela certeza deque todossentimos, todosvibramos con una buena actitud, con una mirada conciliadora. En más de una ocasión, en un momento convulsionado de la vida, es un buen recuerdo el que aliviana la dificultad. Como un ancla, el recuerdo de ojos que nos miraron con aprecio y consideración, la palabra o sonrisa amorosa, salva del “suicidio emocional”, de la desesperanza. Entonces que tu vida tenga sentido agradeciendo y sirviendo a alguien. Para empezar, uno por día. Con la conciencia de servir, de saber que tenemos la responsabilidad moral de construir un mejor planeta. Entonces, vamos por ello...
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Oscar Wilde escribió: “si te vas a vengar, cava dos tumbas”. La tuya y la del otro. Porque el vengador queda tan atrapado como el que recibe la venganza. Allí, como en ningún otro escenario, las energías de los dos integrantes, el que la hizo y el que cobra, quedan amarradas. Por eso es tan difícil vivir en paz. Siempre existe un recuerdo, teñido de dolor e infantilmente se cree que cobrando se elimina el sufrimiento. Lo único que haces es amarrarte al conflicto para volverlo eterno. Porque el camino de la venganza no tiene final. La única salida sanadora es vivir en el presente, entendiendo que lo que se vivió en el pasado, era necesario para tu crecimiento. Pero si no se suelta no hay opción de presente y futuro armónicos…
¿Imaginas la clase de mundo que tendríamos si lográramos erradicar la venganza? ¿Imaginas un lugar sin retaliaciones, sin cuentas de cobro? Imaginas un mundo sin pendientes emocionales, donde no haya que “pagar” por las equivocaciones, sólo aprender de ellas? Sí, el que comete el error tiene en su conciencia su mayor crítico y es a esta, a su conciencia, a quien le debe responder con un cambio de actitud. Pero, no más venganza, no más facturas. ¿Puedes fantasear una familia donde no se “cobren” los privilegios, los rechazos, las equivocaciones? Una sociedad sin facturas con el pasado, que pueda aceptar el presente y vivir sin el lastre de la historia porque acepta que venimos a aprender no a cobrar. ¿La imaginas? ¿La fantaseas?
En la gran mayoría de situaciones de conflicto, existe una factura, un pendiente. Allí hay solapado un deseo de venganza. Y convertirnos en cobradores, a cualquier nivel, es denigrante. Sin embargo la gran mayoría de acciones humanas guardan un “ajuste de cuentas”. “Me la hiciste, te la cobro”. Hay encerrado un deseo de poder, una creencia de seres buenos y otros malos, una dualidad lacerante que divide y fragmenta.
Creo que en ese deseo de revancha se construye la desgracia humana. En esa necesidad de venganza se atrinchera toda la maldad. Es allí, en ese odio visceral, donde vive el diablo, donde Satanás se alimenta de lo más nauseabundo. No hay ninguna reglamentación oficial que la “prohíba”. No será por decreto que nos convertiremos en mejores seres humanos. Ni tampoco pueden prohibir la retaliación, el ajuste de cuentas de nuestra conducta. Solo por convencimiento personal comprobamos que la venganza es una pandemia histórica que no nos deja progresar. La venganza corroe cualquier intento de crecimiento. Debe ser entonces una tarea individual, una tarea de educación familiar, en un inicio, para continuarlo en la escolaridad. El odio visceral que alimenta la venganza nos obnubila, no nos deja ver con serenidad. Además la venganza no olvida, no perdona. La venganza es cobradora, se hereda y disfruta con la maldad y con el daño. La venganza nos convierte en demonios.
Pedirle al mundo, a Dios, a las energías, la capacidad de erradicar la venganza, es tarea de salud mental, Por ello, pídele a quien quieras a nivel trascendente que en tu corazón no se enquiste el deseo de venganza. Lo primero, porque quedaras atrapado. Mas profundo, porque podrás encontrar la paz necesaria para vivir cerca a la felicidad. En tu corazón no hay pendientes ni se te pegan las miserias de la humanidad.
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No te desanimes, esfuérzate, continúa dando lo mejor de ti y nunca quites esta frase de tu mente: "Cosas buenas le esperan a quien insiste y persiste"
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Creo que la amargura es uno de los peores males del ser humano. Porque no mata ni invalida, pero fabrica una atmósfera constante de mala energía. Es como estar en un basurero: para donde quiera que te desplaces, siempre está el mal olor, el mal ambiente. “Se llenó de amargura mi alma. Y en mi corazón sentía punzadas”. “Amargura: pilkria, palabra griega que significa punzante, específicamente veneno, atravesar, perforar, amargo. Es decir, que una persona con amargura en su corazón, literalmente destila veneno, perfora el alma de las personas con sus palabras, es punzante como un cuchillo, y sobre todo, su sabor es amargo. Es una forma de depresión donde el amargado se enfoca negativamente en su mundo, pensando que ha sido tratado injustamente, actitud que va acompañada de resentimiento y deseos de venganza. Porque la amargura es falta de perdón, el resultado de un resentimiento. Llevar el dolor día tras día, año tras año, sin poder perdonar y guardar todo como si fuera la primera vez. La amargura es así, tiene buena memoria.”
Mas definiciones: La amargura siempre critica, se queja todo el tiempo, si está bien o está mal, no importa. La amargura maldice, hace perder el ánimo. Podríamos continuar y la lista sería interminable porque es como veneno: todo lo contamina. Entonces, un completo diccionario de emociones y consecuencias nefastas para la salud física y emocional. Al amargado se le nota hasta en la cara. Una carga en el ánimo que traspasa al cuerpo y al ambiente. ¡Y contagia! ¿Te reconoces portador de la amargura?
Pero a Kiko Becerra se le ocurrió el antídoto. En términos de Covic, la vacuna fue la salvación porque detuvo la epidemia. El dr Becerra recordó cómo en el Valle también tenemos la vacuna contra la amargura. En nuestra dulce tradición, las frutas cítricas se desamargan. El Valle es territorio dulce, cálido y solidario. ¿Por qué lo olvidamos? Entonces si el “experimento” da resultado con la naranja, la breva, el mamey, el limón ¿por qué no intentarlo con un corazón resentido? ¿Por qué no suprimir el amargor? “Esta alquimia se debe ir cociendo a fuego lento e ir probando la textura de las frutas para que, ni queden duras, ni se deshagan. Con paciencia y con cuchara de palo se va batiendo suavemente”.
Continúa Kiko: “pienso que, así como el dulce desamargado alegra la navidad de la comarca, sería muy bueno que muchas personas desamarguen su visión sobre nuestro terruño y empiecen a ver el lado amable del entorno en que vivimos. ¿Se imaginan lo bueno que sería que, aquellos que todos los días trasmiten amargura, comunicando personal o virtualmente temas amargos, cambiaran su chip y empezaran a ver también las cosas maravillosas que nos rodean? Los invito a una navidad con mucho desamargado en la mesa y con muchos desamargados mentalmente para que, con optimismo y sin amargura, saquemos lo mejor de nosotros para superar valientemente las turbulencias que se presentan”.
Entonces, intente simbólicamente con nuestro dulce vallecaucano, a equilibrar la mirada y el sabor de la vida. El amargado es venenoso y peligroso porque contamina y contagia. Húyale como si fuera un virus y si se siente en peligro porque se le está pegando no se olvide del remedio: regalar un frasco de desamargado. De pronto capta el simbolismo…
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La cultura dice que “debe” traer alegría, emoción, amor, regocijo. Que mágicamente todo cambia porque es Diciembre. Pero la realidad supera a la fantasía. De pronto entonces, lo que aporta es engaño, desilusión, desesperanza: tendríamos que empezar a catalogar a Diciembre como el mes de las mentiras. ¿Será que si? Para muchos termina siendo sinónimo del periodo de las frustraciones, de aquello que no se dió, o porque no lo merecía, o porque no soy importante, o porque no significo para nadie. Entonces puede ser una temporada catastrófica para la salud mental.
Quién no tenga sueños o no se haga ilusiones no puede vivir feliz, opina la mayoría. De la noche a la mañana, por ser 24, no se le multiplican los amigos ni las amigas. Ni lo querrán mas o menos de lo que ha sucedido en los días anteriores. Ni solucionara mágica e instantáneamente los problemas familiares porque es Navidad. Ni su esposo dejará de llegar borracho (si siempre lo hace) por el sólo hecho de ser 24. Ni dejarán de existir las depresiones porque llega el Nacimiento del Niño. El impacto mas grande que produce el 24 está en lo que se sueña, en lo que se espera y muy poco por lo que se vive. Que no es ni mas ni menos de lo que a diario se enfrenta y que de alguna manera estamos acostumbrados o acomodados a resistir. Pero la ilusión, el sueño del Diciembre de “revista” que no se da, golpea y lastima. Y los días de Diciembre se hacen entonces mas dolorosos y frustrantes porque desencantan. Navidad puede terminar siendo una desilusión por la ilusión que nos creímos, de acuerdo a los catálogos comerciales y que nunca llegó.
Tendremos que aprender a manejar un Diciembre real para no lastimarnos con ingenuas expectativas. Hemos olvidado lo mas significativo: debe estar conectado con lo trascendente porque trae el doble mensaje de lo religioso, (nacimiento de Jesús) lo crea o no y la muerte, al hablar de finales. La vida está conectada con la muerte y Diciembre es el mes que mas nos lo señala. Por ello su carga de angustia y ansiedad no se deben ignorar. Tiene derecho a que no le guste… pero cuide su salud mental vacunándose contra las falsas ilusiones. Golpean fuerte los aterrizajes de barriga.
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La venganza pareciera que hoy por hoy es algo estimulante, una emoción que desnuda al monstruo interior que guardamos pero que produce inmensa satisfacción por derrotar al contrincante. Se autoriza, se aplaude y se “disfruta”. Ah, claro, se contagia. Shakira la puso de moda y le dio “permiso social”. Hay patente de corzo para hacerlo: es justificado vengarse, porque me ofendieron y no puedo “dejarme”. Mi dignidad está en juego. En el Japón existe una empresa denominada “Venganzas” que se especializa en hacer el cobro por los demás. Usted no tiene necesidad de “untarse”, sólo contempla satisfactoriamente el resultado. Cuántos desearían tener un emprendimiento como el japonés. Sin embargo, la venganza es una de las emociones mas primarias y rastreras que solo abre un boquete de ires y venires. Y lo que es mas delicado, genera un pendiente que lo pagaran o usted o sus descendientes.
La vida es una maestra. Tiene su particular forma de comunicarse, sólo que en mas de una ocasión no la sabemos escuchar. Por ello siempre es recomendable aprender a hacerlo. Hay señales de la vida, o del destino, o de Dios, (como quiera llamarlo) que están allí para ser traducidas. Pero el aturdimiento moderno y el exceso de racionalidad nublan ese lenguaje.
Nacer tiene un propósito que no se agota en objetivos individuales. Somos parte de un todo y hay una responsabilidad colectiva a la que le debemos poner atención. Venimos a esta vida “conectados” y nuestra tarea como humanidad es contribuir a hacer un mundo mejor. Que cuando te vayas del espacio terrenal, puedas tener la satisfacción que hiciste lo posible para que el mundo fuera mejor de cuando naciste…
La canción de Shakira que vomitó su venganza por todo el mundo fue aplaudida, vanagloriada, premiada. Pero fue como inyectar veneno colectivo, como contaminar el aire con olores nauseabundos. Con el estribillo mas repetitivo “con la prensa en la puerta y la deuda en Hacienda te creiste que me heriste y me volviste mas dura, las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”, cuántas (en especial mujeres) no se sintieron identificadas. Ahora, “facturamos”, ahora se tiene la opción de vomitar el dolor, la humillación, para ganar dinero, olvidando una verdad clarísima de la Psicología y en especial de la teoría de Constelaciones Familiares: la infidelidad no es de uno, es de dos. Es la pareja la que vive la infidelidad por acción u omisión. Entonces Shakira cantó creyendo, como tantos otros, que en una relación existe uno bueno y otro malo, facturó, creyéndose víctima inocente, pero le tocó pagar con los dineros de su venganza… Sus facturas tuvieron destinatario ¿quien? El fisco español, el país del hombre que tanto odio le generó. No debió ser fácil.
Porque la vida también cobra y puede aparecer como despiadada, inflexible, aplastante. Como es maestra que enseña, no se queda con pendientes. Hubo una diferencia notable entre la prepotente Shakira de los videos y escenarios, a la “humilde” y achicopalada que se presentó en el Juzgado. Facturó, gano muchísimo con su venenosa canción, pero… tuvo que entregarle al fisco español los réditos de su venganza. Porque los pendientes energéticos no solo se cancelan con dinero sino “presionando” para un cambio de actitud. El espiral de odio solo nos acerca a las bestias…
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La costumbre a veces nos hace vivir en una jaula, ahun sabiendo que la jaula esta abierta.
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Esta semana se celebran el Dia de la Psicología (Nov 20) y el Dia de Acción de Gracias (Nov 23), una coincidencia afortunada para reunir dos herramientas sanadoras en la construcción de la salud mental colectiva. La Psicología está llamada a subsanar todos aquellos vacíos educativos, familiares y sociales que una cultura demasiado racional y autoritaria no logró acomodar. Hoy está al servicio de la vida, debe ser utilizada para crear posibilidades, para reeducar en valores y creencias caducas que no se ajustan a la realidad actual. Para muchas historias de vida, representa una opción diferente, la esperanza de que se puede vivir con autonomía, libertad y respeto. Por ello no soy muy partidaria de esa Psicología que en cumplimiento de una rigidez científica, prioriza diagnosticar y encasillar al paciente con esquemas terroríficos (bipolar, déficit de atención, psicótico, depresivo, etc), sino su misión debería ser despejar el camino para crear conciencia de que hay otra opción, otra oportunidad, otro comienzo. El sufrimiento no se puede evadir, pero si se aprende a manejar, no siempre necesitando medicamentos. Hay que aprender a vivir en un nuevo mundo con nuevas herramientas y nuevos saberes. Su tarea prioritaria es enseñar a vivir, manejar las dualidades, buscar el equilibrio…
Buscar el equilibrio, qué importante, qué sanador. El Kybalion expresa “como es arriba es abajo, cómo es adentro es afuera…” Contribuiría exponencialmente a un mejor mundo si lograremos encontrar equilibrio en las posturas, en las ideas, en los hechos. No fuimos educados para ello pero hay que intentar salir de la dualidad. La polarización “se cuenta un cuento” ilusorio e infantil: tan distintos que somos para esconder “que tan parecidos somos”.
Y está la gratitud, esa bellísima emoción que cuando se manifiesta nos reivindica como seres humanos. Una persona agradecida exhala una luz diferente, su vinculo es amable, su trato cordial, hay una actitud compasiva (no lastimera) hacia el otro. Quien es agradecido no juzga, solo valora lo que le llega, acepta el devenir de los acontecimientos sin culpar a otros de lo que vive. Hay que corregir, hay que cambiar, pero todo en la vida es un aprendizaje. Todo tiene que ver con todo, somos parte de un universo y todas las acciones están ligadas y significan. Es posible que estemos aprendiendo a nivel individual, pero a nivel colectivo pareciera que nos faltan “años luz”. No hay la conciencia de lo colectivo, solo me miro a mi mismo y a los “míos”, los demás son “enemigos” y no tengo nada que agradecer de sus vidas, a pesar de lo que enseñan desde lo diferente. Sin embargo, quien practica la gratitud no puede ser violento…
Entonces ojalá el jueves pudieras hacer la tarea de revisar qué tantas emociones, hechos, situaciones, tienes por agradecer. Créeme, es un ejercicio de salud mental, un reconocimiento interior que genera paz y tranquilidad. Y si ese momento lo compartes con gente querida, cercana, si le enseñas a los niños el agradecimiento como forma de vida, está probado que la gratitud es una “onda” que se extiende casi dos metros y “contagia” armonía. En el mundo emocional (lo dice la Psicología) hay herramientas sanadoras que vale la pena explorar. No lo olvides, esta semana, Psicología y gratitud a su alcance…
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Nunca es demasiado tarde para ser lo que deseas ser. Espero que vivas una vida de la que te sientas orgulloso, y si te das cuenta de que no es así, espero que tengas la fortaleza suficiente para empezar de nuevo. F. Scott Fitzgerald.
En mi memoria tengo el recuerdo de alguna oración católica que se debía responder “en vos confío”. Algo así como una plegaria en el que el estribillo de fondo era ese “en vos confío” y había que repetirlo una y otra vez. Traigo a colación ese recuerdo porque considero que la crisis mayor que estamos viviendo está representada en la imposibilidad de poder manifestar “en vos confío”. ¿A quién se lo digo? ¿En quién puedo confiar? No solo en el terreno político sino también en lo personal, lo laboral, lo jurídico. ¿Qué le paso a la confianza? ¿Necesitará también una reingienería?
Lo primero, elemental pero válido, la incondicionalidad en la confianza no puede darse, produce abuso. No existe perfección en ningún escenario humano. Todo falla, todo es imperfecto por lo tanto la “confianza total” no existe. Siempre nos fallaran y siempre fallaremos por lo que esperar perfección es una utopía. Tendremos que evaluar qué cantidad y qué clase de imperfección esperamos en quienes confiamos porque la confianza y su contraria la desconfianza, van unidas y no podemos creer que llegara la una sin la otra. Además, la confianza se construye sobre la igualdad y por ello hoy en día es tan difícil creer (y confiar) en quién es diferente en ideas, formas de vida, nacionalidades. Vivimos en épocas en que es vital aceptar la diferencia por lo tanto confiar significa aceptar que el otro, distinto, merece mi confianza. ¿Cómo? Alguien diferente ¿cómo me va a generar confianza si sus ideas son distintas a las mías, si su manera de concebir el mundo, el amor, la justicia, la fidelidad, la paz, son tan contrarias a lo que yo considero “lo correcto”?
“Me fallaste”, “nunca pensé que me hicieras esto”, “me has desilusionado”, “me traicionaste”, expresiones propias de quien esperaba demasiado, de quien soñaba igualdad de comportamiento, de quien creía en la perfección de la conducta humana, de quien mágica, infantilmente, esperaba que el otro u otros le solucionara sus necesidades o carencias. A veces decir “confío en ti” es una forma solapada de control, una manera de comprometer al otro a que cumpla mis expectativas.
Entonces la confianza empieza por aceptar la diferencia. ¡Tenaz! Porque lo que muchos consideran ideal para convivir es la igualdad en una época en que la multiplicidad se impone. Lo diferente es aterrador porque saca de la zona de confort, de un automático inconsciente y nos ubica en una realidad compleja y variada. Sí, la confianza requiere reingeniería y debe construirse sobre acuerdos, no sobre semejanzas. Debe cimentarse sobre esa filosofía básica de todas las épocas “no le hagas al otro lo que no desearías que te hicieran a ti”, para lograr conexión con la empatía, con la solidaridad humanas. La confianza es poder expresar “se que tu intención es no hacerme daño, pero acepto que no lo hagas como yo esperaba”. Claro, no significa evadir el sufrimiento, pero la diversidad, qué paradoja, es la premisa que se impone en la confianza. En definitiva, esperar tanto del afuera, confiar incondicionalmente, es una manera disimulada de depositar en los otros el manejo de la propia vida. Lo que no deja de ser una ensoñación. Única opción: acuerdo en la diversidad para caminar por un objetivo que permita una convivencia mas llevadera. Entonces, confiamos…
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Los finales que estás atravesando, están provocando los comienzos que has estado esperando.
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Qué maravilla todo lo que se hace (o se hizo) por la liberación del papá de Lucho Diaz. ¡Vale la pena! Desplegar a miles de hombres, la logística alrededor de su liberación (helicópteros, aviones, información, recompensa) todo es extraordinario, pero… claro, hay un pero. Cuánta satisfacción para Lucho, su familia, su gente y para toda (¿será que sí?) Colombia. Sin embargo, a muchas personas que esta liberación les debe producir una mezcla de emociones diversas. Que bueno por Lucho y que malo para mí, si en mi familia hay alguna persona secuestrada o desaparecida. ¿Por qué al mío no lo buscan? ¿No “califico” en ese grupo de privilegiados? ¿Por qué hay ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda? ¿Por qué los importantes, los famosos, los ricos, reciben toda la atención y los pobres y anónimos somos invisibles? Entonces vamos entendiendo por qué es tan decisivo aquí en Colombia expresar en alguna difícil circunstancia “usted no sabe quién soy yo”, porque puede ser el pasaporte para la salida de la dificultad. Si califica como importante el resultado puede variar…
Pero no solo en Colombia sino en el mundo. La trillada expresión de que “todos somos iguales” es mentirosa. Ni siquiera lo somos ante la muerte. El exrector de la U. Nacional Moisés Wasserman (mente brillante, racional, equilibrada ¿qué más?) ante el conflicto de Israel y Palestina escribió una justificación tan particular que obliga a aceptar que no es desde la razón como encontraremos el camino de la convivencia. No es la inteligencia la que nos hará mejores seres humanos. Escribir que en una guerra hay “proporcionalidad” de muertes (si un lado mato 5, la proporción dice que el otro tiene derecho a matar otros 5) para justificar un ataque, nos devuelve (o tal vez nunca hemos salido) al nivel más primario de la condición humana. Y como esta creencia, existen muchas otras que alimentan una fantasía, un supuesto pero que no se practican. Como dice la expresión sufi “la humanidad vive durmiendo” es decir, vive sin darse cuenta de que debe estar despierta, atenta. ¡Estamos dormidos! La guerra de Palestina e Israel es tan, tan desgarradora y contradictoria que posiblemente ayude a despertar para aceptar que “el dolor por los niños decapitados de un bando es el mismo dolor por los decapitados en el otro”. No puede haber justificación alguna para hacerlo porque el otro lo hizo. “Ojo por ojo” en lo más primitivo de la condición humana. Justificar la retaliación, a cualquier nivel, es de lo más rastrero que existe. Darle carta de presentación a una venganza precipita acciones como lo que se están viviendo. ¿Olvido a Shakira y su placer por vengarce?
El mundo actual quita la careta a creencias idealistas como si desnudara el alma humana. ¿De qué estamos hechos? ¿Por qué esa necesidad compulsiva de venganza? Esa rabia anquilosada, pegada a los genes, esa necesidad obsesiva de cobro. No es bajar la cabeza, no es complicidad. Aquí en Cali cuántos deseando que Eder cobre, se vengue, pelee. Pareciera que “duele” la reconciliación, la mano tendida. Es deprimente aceptar que nutre más el odio que la convivencia. Nuestros hijos serán los paganinis, los herederos de estas acciones. No es karma, es sistémico, es destino. Por algo somos parte de un todo, somos uno, aun cuando cueste digerirlo…
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No creo en la Psicología encerrada en un consultorio. Los problemas emocionales y mentales son de tal magnitud que no se pueden reducir al trabajo personal profesional paciente. Explicaciones claras y científicas deben aportarse para ayudar en la construcción de una mejor humanidad. Aclarando que no es a través de “opinadores” a destajo, sino verdaderos profesionales que aporten luces al por qué de la conducta. Una guerra es desgarradora y no se soluciona con otra confrontación. Cada conflicto de esas proporciones, hace perder la esperanza en la condición humana. Una generación de niños y niñas crece sin esperanza, heredando los conflictos de sus mayores sin entenderlos y mucho menos procesarlos. ¿Cuántos terroristas estamos incubando? No, así no es. ¿Qué es lo que hemos aprendido o nada hemos aprendido y estamos secuestrados por el pasado?
La Psicología, en especial las Constelaciones Familiares, explica que entre la víctima y el victimario se construye una conexión, un vínculo que no desaparece porque haya distancia física. Quedan “conectados” energéticamente por el conflicto y está conexión permanece en sus vidas y en las de su descendencia cuando no se han realizado trabajos de perdón y reparación. Se habla entonces de una deuda, un pendiente energético que si o si, hay que sanar. Somos energía y el perpetuador y el victimario resuenan en la misma onda por eso “cruzan” sus vidas. “¿De dónde vienen las víctimas y de dónde vienen los agresores desde la mirada sistémica? Hellinger decía que el peligro de la víctima es que eventualmente toma la energía del victimario. En efecto, la conciencia de las víctimas lleva a la violencia; han sido humilladas y en ellas permanece una sensación de vulnerabilidad. Se sienten desempoderadas y para empoderarse recurren a la rabia y a la venganza. Y esto a largo plazo genera violencia. La misma violencia que motivó el comportamiento del perpetrador. De modo que, toda víctima termina por convertirse en el objeto de su resistencia: el perpetrador”.(Cataloji).
El conflicto Palestina-Israel necesita explicación psicológica que saque la discusión de factores políticos, religiosos o históricos. Hay una herida en el pueblo judío, hay un holocausto desgarrador en su historia y pareciera como si esa herida se hubiera despertado para considerar que no pueden soportar una nueva humillación y pase lo que pase, hay “permiso” para la venganza. Una cosa es defenderse y otra vengarse. Las semejanzas con otro momento de la historia son contundentes y es cuando hay que aceptar que un individuo puede albergar en su interior ambas conductas: puede ser perpetuador, un victimario y a la vez, instantes después, convertirse en una víctima. No existen los contrarios y ambos extremos pertenecen a la unidad: solo consiste en desplazar el péndulo. ¿De dónde vienen las víctimas y de dónde vienen los agresores desde la mirada sistémica? La conciencia de las víctimas lleva a la violencia; han sido humilladas y en ellas permanece una sensación de rabia y venganza. Este impulso será tomado por un ancestro de generaciones posteriores.
Hay que buscar la solución en otros escenarios. Esta guerra es interminable así se silencien los fusiles… los niños terroristas que hoy incubamos se encargaran de que nunca acabe. ¿Lo permitiremos?
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Cual habitantes de la Torre de Babel es imposible poder dialogar, imposible. No se puede sostener una conversación porque nadie escucha. Cada uno está sumergido en su verdad y lo que quieren es imponerla, arrasar con la otra y dar por sentado que su propia verdad es la verdad universal. De entrada, el otro está equivocado. Una charla se ha convertido en una guerra de argumentaciones donde ni siquiera existe la alternativa de aprender, de ampliar criterios porque no se oye. A la defensiva, con los guantes puestos, ya estoy descalificando tu argumentación por lo tanto nada de lo que digas es válido. Entonces ¿para qué dialogamos? En este lenguaje de egos el mejor consejo de salud mental es silenciarse, no dejarse engarzar en un diálogo de sordos. Quedas internamente en paz y no te desespera la terquedad del interlocutor. O la tuya. Para que el ego y prepotencia del otro queden satisfechos no te desgastes argumentando. ¡La conversación ha muerto!
La guerra de Israel y Palestina le mostró al mundo que la verdad se quebró, se volvió añicos. Hay tantas explicaciones sobre lo que sucede como seres humanos, por lo tanto o todos están equivocados o todos tienen la razón. La verdad universal (si alguna vez la hubo) ha dejado de existir. Esperar que podamos oírnos entonces es imposible. Desde razones bíblicas, políticas, económicas, de ideología, religiosas, hay de todo para justificar la propia argumentación. Y cuando la emoción “contamina” la explicación y se vuelve personal el diálogo, allí si no hay nada que hacer…no hay como intercambiar argumentos. Me imagino que esto sucede a nivel familiar, de amigos, hasta a nivel de organismos internacionales. No es posible oírse porque cada quien tiene su verdad. Pero esta verdad de hoy se volvió parte de la identidad de quien argumenta por lo tanto es un imposible ceder o cambiar porque es como dejar de existir para que otro se apodere de mí. Qué paradoja, en la era de las comunicaciones, cada vez estamos más distantes, más aislados, metidos en nuestra torre, sin posibilidad de contactarnos. Solo me permito estar con los que resuenan con mis ideas, los demás son potenciales enemigos o “equivocados” o ignorantes. ¿El futuro de los seres humanos será acaso la inmensa soledad que nos obligará a conectarnos con nosotros mismos? ¿Será ese el precio que tiene que pagar la humanidad para volverse humana? ¿Primero la soledad, la conexión interior y luego sí, la apertura hacia el otro? ¿Será este el camino?
Cómo no extrañar una conversación interesante, cómo no enriquecerse con información recibida sin agresividad o descalificación. Pero cada vez es mas complejo escuchar ideas divergentes. Pareciera un rebaño de zombies cegados por el miedo al cambio, miedo a escuchar temas que sacudan sus creencias. Claro, desde mi verdad, son los otros los equivocados, los que no logran aceptar ideas nuevas para airear lo ya conocido. Otra vez el terror al cambio como si la humanidad viviera en la era de la perfección. Es un ejercicio de conciencia interesante observar qué tanto me agreden las argumentaciones del otro, que tanto me ponen a la defensiva, que tanto estoy “en peligro”. Hoy las ideas son más terroríficas que las balas. En vísperas de elecciones ¿a quién le disparas? ¿quién te dispara?
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¿Cómo explicarle a un niño de 10 años el “sentido” de la guerra? ¿Cómo cuidar su salud mental justificando que si se puede matar en algunas circunstancias? Hoy, 10 de Octubre se celebra el día de la salud mental mientras que siguen retumbando los ataques entre Israel y Palestina. Una guerra que no comenzó el sábado sino que lleva muchos años de iniciada, mostrando cómo este doloroso partido de ping pong tiene una historia. Acción, reacción. No podemos ser tan ilusos de creernos el cuento de que aquí no existe una interminable cadena de facturas de cobro, de lado y lado. Es impactante el ataque a la sociedad civil como lo muestran las imágenes de hoy, pero ambos bandos cuentan con un sinnúmero de casos de abuso y maltrato para justificar cómo “el otro bando” es el responsable de lo vivido… ¿Cómo parar?
La salud mental no se fabrica en un consultorio, ni en un recinto cerrado. La rabia que se percibe en los protagonistas es aterradora. Rabia, venganza, retaliación y hasta alegría y celebración por los muertos causados al otro lado. La niña palestina con rifle en mano celebrando “lo logrado”, dibuja lo que podría ser el futuro. Por ello, la forma como los lideres políticos “explican”, defienden o censuran las acciones de guerra, solo prueba de que lo más valioso para ellos son los intereses políticos y económicos: lo prioritario no es el bienestar ciudadano, ni la calidad de vida. Quitarse la careta de las “buenas intenciones” o buenos propósitos es necesario para descubrir la esencia de lo que guarda el corazón de esos líderes. Ira, ego, venganza, retaliación, poder… No, parece que no es con los jefes del mundo cómo se construye la paz.
Entonces hay que intentar buscar una solución. No es de arriba hacia abajo, no se da por decreto nacional. Por el contrario, pareciera que son actos individuales que sumado a otras acciones individuales, los que podrían tejer un entorno de tolerancia y salud emocional. Es comenzando por usted, por mi, por cada uno. Es aprendiendo a encontrar el equilibrio puesto que la dualidad no existe. No existe el bien sin el mal, lo positivo sin lo negativo, la vida sin la muerte, el comienzo sin el final… pero si mentalmente nos acostumbramos a equilibrar la mirada, ayudaríamos a la salud emocional porque saldríamos o de la isla de la fantasía o del infierno. Estaríamos en el hoy, equilibrando el juicio y la opinión. Claro, hay tips que ayudan a esa “mejor” vida y se deben enseñar. Porque parte de la enfermedad mental se construye desde la educación que se ha recibido, en todas partes del mundo. Por ello, enseñar a vivir de otra manera es prioritario para evitar esta otra pandemia, peor que el covic, mucho mas destructiva porque ni tiene vacuna ni fecha de caducidad. Bien o mal, sus efectos no son fatales pero sí permanentes, lo que vuelve desproporcionado el problema. Cada día aumentan el número de afectados y se suman al interminable grupo de personas que no saben ni para que viven. Así como se ven las imágenes de los drogados en las calles de New York, vamos a llegar a encontrar multitud de seres-zombies que arrastran sus vidas sin saber qué hacer con ellas. Y las guerras multiplicándose, hablando de territorios, fronteras, divisiones, seres superiores, seres marginados. Salud mental ¿dónde encontrarla?
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Y entonces, a la supuesta carta del hijo, viene necesariamente, la posible respuesta de los padres. ¿Para qué un hijo? ¿Una pareja joven desea tener hijos? ¿Un joven de 15 años tiene futuro con esperanza? La familia, padres e hijos, ha cambiado. Hoy pueden existir familias de solo parejas o familias de hijos adoptados, o hijos con abuelos o con vecinos. Entonces tanto el concepto “hijo” como el de familia, entraron a reingienería porque dejaron de ser lo tradicional para zambullirse en múltiples opciones. ¿Cómo son las familias de hoy? ¿Se necesita familia? ¿Tiene sentido traer un hijo a este mundo? ¿Qué se pierde? ¿Qué se gana? ¿Qué te aporta? ¿Corta tus alas? ¿Le da impulso a tu vida? ¿Te amarra a tu pareja? ¿Te sirve de ancla, de bastón?
Podría iniciar todas las columnas con el estribillo “el mundo cambió” y por lo tanto lo que se vive es un efecto de ese “aterrador” movimiento. Todas las esferas de la condición humana están obligadas a vivir la frenética evolución y como la vida humana se ha prolongado, una misma generación puede ser espectadora de variaciones que antes sólo se percibían en años. Pero los cambios mas frenéticos no se dan en tecnología, innovaciones empresariales o mundos materiales, no. En el terreno de la familia, identidad sexual, pareja, amor, hijos, educación, existe un verdadero tsunami que nos ha dejado sin referentes. Lo anterior, lo que se ha vivido, caducó. No sirve, no tiene aplicación. El pasado se derrumbó, el futuro está plagado de incertidumbre y solo cuento con el presente. ¿Los jóvenes, para qué viven? ¿Los adultos pueden seguir engendrando hijos “porque si”, por mera satisfacción personal, porque es parte de las tareas como seres humanos (nacer, crecer, estudiar, universidad, pareja) o debe haber un propósito mas sanador en la idea de traer hijos al mundo? No sólo es asegurar el futuro de los humanos, como si fueran piezas de una maquinaria, o conejos de una granja, sino darle sentido a esa existencia. ¿Para qué entonces tener un hijo?
Una mujer profesional brillante, exitosa, decía que le aterraba que se le “acabara” el tiempo de engendrar pero que era consciente que su vida cambiaría tanto pero tanto con un hijo, que la paralizaba. La dualidad en todo su apogeo. Lo primero, le cortaría las alas a la irresponsable responsabilidad con que vivía. Desde un desayuno un domingo a la hora que se les antojara, hasta la necesidad de decir no a proyectos profesionales en el futuro. Y entonces la inquietud: de qué me voy a arrepentir: ¿de tenerlos o de no tenerlos? A su vez un joven profesional, exitoso, decía que el y su pareja se estaban excluyendo del grupo de sus amigos con hijos porque no compartían los mismos espacios y para qué los iban a invitar a una fiesta de primera comunión si no tenían niños. Un mundo que cambia porque los hijos no existen. ¿Pero es posible una vida con sentido sin concebir hijos?
Un hijo no puede ser ni una proyección, ni un alimento al ego o a la inmortalidad, ni un instrumento a mi servicio. Si mi vida no tiene sentido, el valor no me lo dan los hijos y resulta muy comprometedor engendrarlos para que ellos le den sentido. Y menos lanzarlos a este maremágnum sin ni siquiera tener elementos para garantizarles un mínimo de vida sana, solidaria y equilibrada. Nada fácil.
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Pareciera que Shakira le hubiera cogido aversión a Barcelona. Una vez separada, quiso salir de allí lo más pronto posible. Es lógico que asocie Barcelona con el territorio de su ex y después del divorcio, el rechazo sea visceral. Para bien o para mal creamos con los lugares una extraña relación conectada con las personas con las que convivimos en esas regiones. Las emociones haciendo de las suyas, sin importar la “lógica” de este proceder. Imagino entonces que algo semejante le debió pasar a Fernando Botero con el Valle del Cauca. Porque, por decir lo menos, su displicencia con nuestra tierra fue notoria. Pareciera que le cobro al departamento su fallida relación con Cecilia Zambrano, su segunda esposa y peor dolor, con la muerte del hijo de ambos, Pedro, en un accidente automovilístico en España. El niño murió de 4 años y parece que el golpe para Botero fue muy grande. Alguien dijo que fue una herida que nunca lo abandonó, hasta el punto que se dice que su obra preferida es el retrato de Pedrito.
Por ello cuando donó esculturas a varios lugares del mundo, en especial a Medellín, personalidades culturales del Valle le solicitaron una de sus obras, podría ser la de Pedrito y jamás tan siquiera respondió. Esta fue la historia que hace años le escuché a Soffy Arboleda. Lástima que ella no pueda corroborarlo. (A propósito, haces falta Soffy). Pero Botero fue totalmente displicente con el Valle. Y MF Prado comentó el jueves en Oye Cali que siendo alcalde Rodrigo Guerrero le pidió asistencia a algún evento y, otra vez, ni siquiera se dignó responder. ¿Por qué se separó de Cecilia? Es la vida privada de ellos, pero el dolor, tristeza, orgullo, resentimiento, la emoción que fuera, quedó marcada y la cuenta de cobro la tuvo que facturar el departamento. Además completó MF, es posible que el contacto de su hijo Fernando con los carteles de la droga de Cali, “aumentara” su resistencia y el Valle tuvo que pagar (aún más) la mala “formación” de su hijo. Definitivamente no fuimos del agrado del pintor.
Las idealizaciones son muy tóxicas porque le colocamos al idealizado virtudes y cualidades de las que carecemos y además se las potencializamos al máximo. El columnista Bernardo Peña escribió el martes que en Cali tratamos muy mal los monumentos y “siquiera” que no hay ninguno de Botero. Algo así como si Cali no se “mereciera” ese obsequio. No le quito la verdad en el cuidado de los símbolos, pero lo que me talla es que desde aquí sigamos anhelando tener algo de Fernando Botero cuando, en vida, él fue tan displicente. Que paseen el cuerpo por Medellín y Bogotá, lugares a los que les dio importancia. Pero mi orgullo vallecaucano no me deja anhelar una obra de alguien que nunca nos valoró como región. Su discriminación fue notoria, obedeciendo tal vez a dolores y resentimientos que a “maltrato” real del departamento.
La vallecaucanidad es algo así como un virus que se pega a la piel. No se puede “sanar” (afortunadamente). Por eso, “lo que es con el Valle del Cauca es conmigo”. Esta necesidad de valoración, solidaridad, orgullo regionale, no se debe perder ni embolatar ni siquiera ante un hombre destacado que no fue equilibrado en su trato. El tenía su derecho a sus preferencias, ni más faltaba. Y el Valle del Cauca a escoger sus ídolos…
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“Me trajiste al mundo sin mi consentimiento. Nunca me lo consultaste. Nunca indagaron si yo quería. Pudo suceder que ni siquiera te importara a quien llamaría papá o a quien mamá. O si de entrada me debía considerar “huérfano de padres vivos”. No importaba. Querías hacerlo, debías hacerlo, porque el medio te lo “exigía”. Querían conocer la “pinta”. O querías proyectar toda la ternura guardada que nunca pudiste expresar… O sencillo, debías demostrar que tu sí podías, papá o mamá, que los estándares sociales no te quedaban grandes. De pronto, fui concebido o por accidente, por equivocación, porque la tecnología falló y el condón se rompió. ¿Alcanzaste a dudar de la “otra” parte de mi gestación ¿será mi hijo? ¿Será este el padre?
¿También estuvo la idea de proyectarte mas allá de tu vida, de “mirarte” en un espejo y saber cómo eras tu a través de mi? Querías tener futuro contando conmigo. O, de pronto, la vejez te aterraba, la soledad de los ancianos, te paniquiaba, entonces un seguro-hijo era el mejor bastón para enfrentar ese fantasma. Claro, como debía cumplir tus expectativas, debía ser un empleado de tus ilusiones, mi capacidad de libertad, era nula. Debía ser una proyección tuya. Y si las cosas no las hago a tu manera, me convertiría en una carga, en un fraude. Puedo ser tu frustración que camina con dos piernas. Soy tu hijo como programa de vida tuyo, como parte de las tareas de tu vida, pero en mi concepción muy seguramente no hubo la posibilidad de imaginar lo que yo hubiera deseado.
Por eso te pregunto, ¿para qué se concibe un hijo? ¿Para satisfacción totalmente egoísta tuya? ¿El hijo es una herramienta para los padres? ¿Somos el motor de vida de los papas? ¿Lo que los mantiene unidos? ¿Aquello que los hace responsables? Me trajiste a este mundo que no maneja una pizca de solidaridad, que destruye el medio ambiente, donde los líderes necesitan vivir en guerra, donde el dinero es mas importante que el afecto, donde el poder es el valor más apetecido, donde los seres humanos se ahogan en los mares buscando mejor vida, donde lo diferente se excluye o estigmatiza, me concebiste siendo consciente si ¿valía la pena? ¿si yo quería?
Entonces, hoy te preguntas ¿para qué vivo? ¿Cuál es el futuro para un joven de 15 años? ¿cuál es su esperanza? Todo está contaminado de frustración. Pero es tu mundo, papa, mama, el mundo que me fabricaron para vivir, el que heredo, mi legado. Todas aquellas fortalezas que pudieron alimentar tu vida de adulto, estudiar, casarse, tener vivienda, tener empleo, formar familia, todo, absolutamente todo es relativo y termina en cualquier momento. Lo estas viviendo tu pero no construyes o imaginas futuro para mí. ¿Para qué me trajiste a este mundo? ¿Tienes respuestas para mis preguntas? ¿Para mi futuro? Pareciera que me tocó vivir en un mundo sin esperanza. ¿Qué me ofreces? ¿De qué puedo asirme para encontrar sentido a la vida?”
Es una imaginaria carta de un joven a sus padres, desgarradora pero muy cierta. ¿Qué les estamos ofreciendo como sentido de vida a las nuevas generaciones? ¿Para que viven? ¿Tendrá esto algo que ver con el suicidio, la droga, el fetanilo, la intolerancia? ¿Para qué concibes un hijo? ¿El mundo de la desesperanza? Como en “las mil y una noches” continuaremos. Tantas dolorosas preguntas…
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