El silencio tiene su lenguaje, sabe hacerse entender. Buda.
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La brujería es tan antigua como la humanidad. Fue una de las maneras como la mujer, en épocas remotas, optó por ser libre e independiente, intentando desligarse del poder masculino. Que, aunque la encerraran físicamente podía liberarse con ingenio, imaginación e intuición. Conoció el poder de la naturaleza, a través de las plantas y los conjuros y colaboró ayudando a que el mundo aprendiera cómo transformar los elementos de su entorno. Tenía el poder de modificar lo que veía y esto era (y es) sorprendente para las mentes elementales. Pero ella, la bruja, la hechicera, no se amilanó y estimuló todo su potencial femenino, para incrementar la intuición y la percepción tan necesarias en la evolución humana.
La bruja se encuentra impotente ante la razón y control masculinos, pero totalmente libre y suficiente ante lo poderes que la vinculan con lo no concreto, lo sutil, lo impredecible. Ese es su reino. El diccionario la describe como “hechicera, adivina, encantadora, maga, arpía, bicho, malvada, pérfida, víbora, pécora”, pero en definitiva poderosa, capaz de transformar su mundo. En época de cambios, donde el salto cuántico es inminente y las dimensiones se ascienden cada vez mas rápido, la bruja es la reina del futuro. A través de la Física Cuántica la ciencia se acerca a la transformación, a la magia. Para la Ciencia tradicional es complejo aceptar que la mirada personal del observador modifica el experimento. Como si fuera magia, cada uno de los investigadores da un sello personal a lo investigado y lo “modifica” de acuerdo a esa mirada. Una mente abierta calificaría lo anterior como mágico, sorpresivo, milagroso.
¿Cuál es la diferencia entre un ángel y una bruja? Acaso ¿no hacen lo mismo? ¿No son hacedoras de milagros, de hechos mágicos, inesperados? Pues bien en el reino de lo sutil, todas las energías se pueden encontrar para “servirle” a los humanos. Pero es la intención la que marca la diferencia, la que categoriza en magia blanca o magia negra. El acto central por excelencia de la Religión Católica, de acuerdo a la intención, se puede percibir como un acto sagrado o como un acto de magia: la conversión de la hostia en el cuerpo de Cristo. De acuerdo a las creencias viene la interpretación: ¿sagrado?, ¿mágico? ¿brujería? En definitiva las brujas, los ángeles, están al servicio de la transformación. Estamos hablando de lo mismo, sólo que se utilizan sustantivos diferentes. Y claro, es un orgullo, una satisfacción inmensa poder clasificar para bruja. A todas las que se quieran considerar con ese poder “sobrenatural” bienvenidas al aquelarre.
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…nos matamos. Y pareciera que estamos caminando por esta tercera opción. Tan difíciles se han vuelto las relaciones entre hombres y mujeres, o en parejas del mismo o diferente género, que todos los días aparecen casos de hombres que asesinan a la persona a quien amaron (?) sin medir las consecuencias. No importa la edad porque hasta un adolescente de 15 años cree que amar es poseer o matar… y escogió entonces asesinar a su noviecita de 14 años porque no estuvo con él como lo deseaba. Esta cultura machista le ungió el poder para hacerlo. Amar es poseer, dominar, subyugar. ¿Que nos enseñaron que era el amor? ¿Qué aprendimos que significaba amar al ser que nos aporta lo más sublime de la existencia? ¿Será acaso que el romanticismo nos encandelilló y no nos permitió ver qué es realmente amar y respetar? ¿Amar es poseer? ¿Qué tan cercano o distante está el amor del odio? ¿Serán acaso las dos caras de una misma moneda, donde la esencia de la moneda es el desconocimiento de las emociones?
Pedimos paz mundial, esperamos que muchos de muchos lugares y diferentes culturas, hagan la paz con otros tantos de tantos lugares y diferentes culturas, pero en la intimidad de un hogar, en la cercanía de una familia, dos seres que dizque se aman, no pueden tolerarse, no pueden convivir y llegan a terminar matándose “a nombre” del amor. ¿Todavía duda de que la humanidad equivocó el rumbo? En vivo y en directo hemos enfrentados dos crisis muy fuertes (pandemia y guerra). Los que hoy estamos vivos sabemos que no fue “una historia que nos contaron”, que no fue una adaptación de la realidad y que como protagonistas de este momento, o hacemos algo diferente o somos cómplices de esta destrucción colectiva. Putin puede disparar el cohete y desaparecernos todos… ¿qué cohete diario disparamos en el interior de nuestra casa? De allí el grito de desesperanza de la juventud y la niñez. ¿Acaso no es mejor zambullirse en un juego electrónico o en una serie dopadora, antes de ser conscientes de lo que los rodea? ¿No se volvió prioritario buscar caminos de sobrevivencia a la gran enfermedad mental colectiva?
Pero esta el amor. No lo conocemos, lo manoseamos tanto que se argumenta que da licencia para matar. O maltratar psicológicamente, o vomitar el miedo intentando que los demás cumplan nuestra voluntad. Los fantasmas del pasado enloquecen, las expectativas porque alguien, afuera, colme, tranquilice, llegan a hacer perder el sentido de las proporciones. Los demás, a nombre del amor, deben estar al servicio de nuestras carencias, de nuestras frustraciones. Como si alguien mas que yo mismo, debería encargarse de su propia felicidad y su destino. Entonces el hombre se perdió, la mujer se empoderó y hoy nos encontramos frente a frente un nuevo hombre y una nueva mujer, extraños, desconocidos, sin libreto para continuar, sin saber cómo relacionarnos. Los viejos paradigmas se quebraron y podemos destruirnos buscando el camino porque no podemos vivir sin amar, pero esta “asignatura” no está en ningún pensum de la educación. Parece que aún no es importante. ¡Debemos aprenderla! Entonces, conversemos hoy a las 2 de la tarde, en el auditorio Bienestar, en la Feria del Libro, sobre el amor, sobre qué tan difícil es amar y el rol del hombre y la mujer en este cambiante mundo. Los espero.
Gloria H. @GloriaHRevolturas 👌 💪 👍 😄
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Estamos impactados por la muerte de Gabriel. Y como esta es una sociedad instantánea la gritería, pasión y normas, para condenar al crimen no se detienen. Pero lo que es peor, esta “visión” oscurece el panorama, lo distorsiona y per se, ahora todos los padres separados son potenciales “papás Gabriel” capaces de asesinar a sus hijos. Considero a los hombres que esta semana estén discutiendo con sus ex, medidas de separación porque casi puedo asegurar, perderán sus alegatos. Con el impacto de la maldad de este hombre asesino, a todos los demás los cubrirán con la misma cobija.
Lo más difícil en nuestro mundo es encontrar equilibrio. Que concepto tan difícil de practicar. El Kybalion, libro antiquísimo ya lo dice: "Como es arriba, es abajo; como es adentro, es afuera". Todo lo micro es fiel reflejo de lo macro. Siempre hay una cierta correspondencia entre las leyes y los fenómenos, entre los estados del ser y de la vida. Todo está correlacionado. Traducido entonces significa que se vive una gran crisis mundial, generada por una cultura patriarcal que considera al poder como su baluarte y su instrumento para tener el control. Y aun cuando parezca imposible de asimilar, (no nos lo enseñaron) en el amor siempre, siempre, está escondida una lucha de poder a través del dinero, del sexo, de los hijos, la fama, el éxito… y esa guerra soterrada no permite una sana convivencia que nunca podrá ser tranquila. Pero si puede ser creativa y enriquecedora. Cuando decides amar no puedes decir “ya lo encontré, ya llegué” sino por el contrario “inicio, comienzo” porque el amor es un camino que todos los días comienza y jamás se termina de llegar a una meta de plenitud. ¡Es el amor!
Entonces, ahora el hombre está en el banquillo. Y soy consciente de su abusivo e incontrolable poder. Por algo me considero defensora de la mujer. Pero el “empaque” hombre o mujer no puede llevarnos a distorsionar la realidad de que existen “empaques mujer” con una agresividad masculina tan maléfica como la de los perversos hombres que hoy están en el banquillo. Tal vez la mayor diferencia es que no hay tantos casos de mujeres que por venganza, asesinen a sus hijos. Pero sí ejerce una violencia psicológica descarada y sutil donde utiliza (y daña) a los hijos con un cinismo estremecedor. Acuérdense, no se “ven” los efectos de la venganza femenina, mientras los hechos masculinos son notables y notorios. Al alma no se le pueden tomar radiografías ni existe prueba reina que retrata “el crimen”. La venganza femenina se centra en ese niño o niña que empieza a ver a su padre hombre como “malo”, a desconfiar de él y a construir un desequilibrio que perpetua el esquema patriarcal (cambiando de roles) de buenos y malos, poderosos y sometidos.
La cultura cree que la maternidad “da título” o que todas las madres son buenas “por naturaleza” como si dar a luz un hijo volviera a la mujer santa y perfecta. La madre también hace daño y a través de la culpa somete a sus hijos a una descarada dependencia. Desmitificar a la madre es necesario como requisito para una sociedad más equilibrada. En definitiva, lo que existe es un problema de salud mental. Encandelillados con la razón, el dinero y el consumismo, se nos olvidó mira al ser humano integral. Hoy vivimos las consecuencias. Urge el equilibrio.
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Y resulta que existe la enfermedad mental. Resulta que le puede dar a cualquiera. Resulta que es más común de lo que se piensa. Resulta que una persona con alguna dificultad mental no tiene que terminar ni en un “manicomio” ni debe ser amarrada a una cama. Tantos mitos alrededor de la enfermedad mental y resulta que nos está invadiendo, cual virus contagioso: hoy descubrimos que el ser humano además de cuerpo biológico tiene mente y emociones. Porque si algo dejó la pandemia fue haberle quitado el velo a la enfermedad mental. Hombres y mujeres “normales” atraviesan momentos de gran angustia ante la incertidumbre de lo que está por venir. No hay que olvidar que el libreto del futuro se rompió y ahora la zozobra de lo que puede pasar, toma a mas de uno sin herramientas para manejarlo. La desesperanza más grande porque no vale la pena vivir. ¿Para qué? ¿Tiene sentido esto? ¿Qué sigue después de este sufrimiento?
Angustia, ansiedad y depresión dejaron de ser palabras lejanas. Están en lo cotidiano, forman parte de “la canasta familiar”. Para algunos, sin embargo, puede ser “flojera”, debilidad, falta de carácter. “Usted puede, póngale voluntad, haga el esfuerzo” son frases trilladas (y ¡agresivas!) para la persona que está en dificultades. El mundo se conmovió ante el virus, pero todavía no mira la enfermedad mental con la misma urgencia con la que enfrentó el coronavirus. La enfermedad mental “no se ve” con igual facilidad que el problema corporal. No existen aún radiografías para el alma. Se observan sí, los efectos de la situación, pero la “prueba” no es tan fácil de lograr. Porque es en el alma, en el espíritu, en aquello que llamamos energía de vida, donde se marcan las huellas más profundas del caos. No importan la edad, el sexo, el país o la condición social. La angustia, la ansiedad y la depresión se multiplican ante el sin sentido de un mundo material que definitivamente colapsó porque no dio respuestas a aquello vital para el ser humano. Se nos olvidó que estamos haciendo una pasantía y este no es nuestro destino final. ¿Quién nos prepara para ello?
Hay que revisar que no es ni el tener, ni el poseer, ni la fama, ni el éxito, ni la apariencia física, ni el poder, ni la tecnología, ni el consumismo, los que construyen vida en equilibrio. El ser humano está encontrando que equivocó de rumbo y necesita revisar para donde va. La sensación de fracaso como empresa humana es innegable. La modernidad da pasos agigantados en resultados para el mundo material pero el grito desesperado de la desigualdad y el sufrimiento dicen que allí, en esas áreas, no está la respuesta. Hombres armados con rifles o con sus propias manos que “necesitan” destruir a otros como parte de su patología. ¿Existe la maldad o es la patología mental la que lleva a los extremos del comportamiento? ¿Es la sociedad la que enferma o se nace “contaminado”? ¿Nos cabe alguna responsabilidad social en la construcción de la enfermedad? Se nos olvida que en una sociedad todos estamos implícitamente relacionados y por lo tanto existe responsabilidad comunitaria. Mientras no tomemos conciencia de que nuestros actos, nuestros pensamientos, nuestras creencias “construyen” tejido social, forman parte del inconsciente colectivo, nada podrá cambiar. Porque todos somos responsables de todos.
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