martes, 26 de agosto de 2014

¿Cuál es su “guerrillero”?


Aun le parezca absurdo en el plano material y mientras vivimos en este mundo, cada quien tiene uno o varios guerrilleros “personales”. Cada quien puede anidar en su corazón, en su cuerpo, en su familia, en su historia, alguien que le ha producido muchísimo dolor, angustia, maltrato, sufrimiento. En el plano material o en el plano emocional, o en ambos. Alguien a quienno se soporta y se fantasea con eliminar, así no sea sino un sueño efímero, para mágicamente creer que así podremos vivir en paz, sin esa desazón que produce tenerlo frente a nosotros Alguien muy cercano o muy lejano. Puede ser miembro de la familia, un extraño, un vecino, un desconocido, alguien que cruzó por su vida y dejó una huella imborrable de angustia y sufrimiento. Ese ser que nos genera los mas absurdos sentimientos y a veces logra despertar el monstruo interior que llevamos dentro. Es tarea de cada quien reconocer a su propio guerrillero como parte de su entorno. Y de su aprendizaje

Es obvio que mi “guerrillero personal” #1 es Alvaro Uribe, sus posturas, sus ideas, su comportamiento, su patología. Las emociones que me produce su conducta fluctúan entre la rabia mas infinita al desprecio mayúsculo. Y claro, mi proceso personal es aprender a manejar esas emociones, a aceptar que él tiene derecho a su postura, a su patología y que la impotencia que me produce “no poder cambiarlo” es parte de mi aprendizaje. A eso venimos a la vida, a aprender. A entender la diferencia. Los mejores maestros siempre son aquellos que mas nos tallan. Y están allí precisamente para “enseñar” convivencia, tolerancia, aceptación. Una personalidad como la de Uribe es “necesaria” en la toma de conciencia de este nuevo país que está emergiendo. Todos los fundamentalistas son maestros de tolerancia porque enseñan “en carne viva y sin anestesia” cómo extremar posiciones es una forma de vida que ayuda a caer en cuenta de cómo no repetir esa conducta. Se le llama aprendizaje por oposición, diferente al aprendizaje por imitación.

Resulta que ahora tengo otra “nueva” guerrillera personal. Cada vez toma mas presencia y “arde” con su actitud y su postura. Su manera de juzgar el entorno, “toca arrebato” y revuelve las entrañas. Pero, hay que aceptarla. María Fernanda Cabal con su cinismo y contradicción “emerge” como una nueva maestra de tolerancia y respeto por la diferencia. Tenemos que aprender a convivir con ella, con su rigidez y fundamentalismo, con sus actitudes descalificadoras hacia los demás porque entre mejores sean los maestros de “lo que no debe ser” mas posibilidades existen de que no se nos olvide. Su manera de juzgar la actitud de Angela Giraldo en La Habana, habla de una intolerancia exagerada. Sin embargo, allí no radica su mejor “lección”: cuando terca y obstinadamente dice que “le pido disculpas, pero eso no hace que yo retiré nada de lo que he dicho” (El País, viernes 22 de Agosto)está dando prueba inequívoca de algo que en psicología se denomina perversión: si, pero no. Lo hago pero no lo hago. Una actitud plenamente perversa porque lo que hace es confundir al adversario. Sí pido perdón pero no retiro nada de lo dicho. ¿Logra entender?

El Procurador Ordoñez es otro de mis guerrilleros maestros. Su fanatismo religioso es definitivamente chocante. Cada quién tendrá su galería de guerrilleros personales. Lo anterior no significa silenciarse frente a sus conductas (ni de ellos frente a las nuestras) sino poder expresar la incomodidad de las actuaciones que nos tallan aceptando que en este mundo todos debemos caber. Y opinar. En ningún lado debe existir “delito de opinión”. Mejor expresar que callar. Convivir con esos guerrilleros personales es la manera de demostrar que somos una sociedad pluralista y tolerante.

miércoles, 20 de agosto de 2014

¿Qué nos deprime?


En el lenguaje mas simple y elemental, una depresión es hija de una frustración, es el resultado de algo que se esperaba y no se logró. De una ilusión que se convirtió en desilusión. De un anhelo frustrado. De un duelo congelado, no hablado, no resuelto. Una depresión viene cuando los sueños no coinciden con la realidad. Cuando el hastío se apodera porque no conseguimos lo que creíamos llegaría a nuestra vida. En cualquier nivel, en cualquier aspecto, en cualquier circunstancia. Por eso “la madre” de la frustración es la cultura, aquel ambiente en que vivimos y que exige, coloca parámetros de inteligencia, belleza, éxito, felicidad, propios de propaganda televisiva pero que distan muchísimo de ser reales. Entonces no somos como creímos ser, la vida no resultó como esperaba, como la soñamos.

Las depresiones se “viven en el alma”, dentro del cuerpo pero no todas tienen causas físicas. Una inmensa mayoría apuntan a situaciones del medio que disparan la tristeza o la melancolía o el aburrimiento. Además, hay que recordar que en el mundo emocional “no hay tiempo” y de pronto una circunstancia actual casi inocua, “conecta” con algo no resuelto en el pasado y entonces se presentan la crisis. Aparentemente sin una causa “inmediata” pero allí estaba solapada, “en remojo” a la espera de sacar la cabeza por el guardado reprimido. Las depresiones entonces merecen un trabajo de investigación que puede remontarse a los ancestros donde una situación familiar heredada y no resuelta, produce el desastre. ¿Heredamos depresiones? Sí y no solo por el ADN sino también por los duelos congelados, las disputas familiares no resueltas y transmitidas de generación en generación, las preferencias familiares, los odios y envidias entre hermanos…en fin ¡el listado es grande!

La depresión es la resultante de cómo un ser humano enfrenta la vida. Quien logra manejar lo cotidiano sin llegar a ideales exagerados de perfección es posible que pueda superar los normales inconvenientes. Pero es en el hogar donde se cocinan los primeros brotes de una depresión que tiene tanto pero tanto que ver con lo que se espera de una persona. Defraudar a los padres, no cumplir sus expectativas, nacer hombre y deseaban mujer o viceversa, nacer mujer y esperaban varoncito, no estudiar la profesión anhelada por los padres, todo va “marcando el camino” y personalidades frágiles “se revientan” con la presión. La depresión termina siendo rabia guardada (contra algo o alguien, hasta contra la “desastrosa vida que llevo”) que como no se expresó, no se exteriorizó, la devuelvo contra mi mismo. Rabia porque no me resultaron las cosas. Rabia porque no eras como yo esperaba. Rabia porque la vida es injusta conmigo. Rabia porque al “malo” le va bien y a mí que soy bueno, no. Rabia y frustración forman el coctel perfecto para darle vida libre a la depresión.

Quien lo creyera, de lo que mas frustración produce y la cultura se ufana de pregonar, son las metas. “Póngase metas”, “construya ideales”, “sueñe”, “haga planes”, prepare la cartelera del éxito, visualice su futuro. Sí, hay muchas personas a las que las motivan las metas y logran llegar a ellas. Pero muchas otras no las alcanzan y el golpe es contundente: “no valgo, no sirvo, soy un desastre”. Porque los seres humanos somos diferentes y pretender que una fórmula de comportamiento o actitud le sirva por igual a todos, es una utopía. El manejo de la diferencia, el respeto por la diversidad, son de los elementos mas sanos con los que podríamos, colectivamente, ayudar a enfrentar la depresión. Enfermedad del siglo XXI, de la forma cómo hemos concebido la vida. Y la felicidad. Y el éxito. Y dadas las circunstancias cada vez habrá mas depresivos.

miércoles, 13 de agosto de 2014

El nieto desaparecido


Como vivimos en un mundo concreto, material, en la tercera dimensión, queda muy difícil aceptar que existen otras dimensiones, otra información y casi casi que otros mundos. Maravilloso entonces que una entidad como Coomeva, (en sus inicios cuna de la crema y nata de la Medicina) traiga como orador destacado en Exposer al neurólogo cirujano Eber Alexander, quién habla precisamente de esos otros mundos, de esas otras dimensiones. La historia del Dr. Alexander es impactante no sólo por su “muerte” y regreso (“La prueba del cielo”), sino también por su historia de adopción. Es allí, en esas historias familiares donde radica una prueba contundente de las otras dimensiones, otros mundos, otras historias guardadas a las que podemos acceder a través de los llamados campos mórficos y las nuevas herramientas psicológicas y científicas con las que se accede a esta información.

Ah, claro, la ciencia tradicional no cree, se burla y ridiculiza estos saberes (qué se hizo el psicólogo forista que denigraba de esta información y de paso creía que pisoteaba mi carrera de Psicóloga). Pero la ciencia se burla porque no tiene cómo probar, desde los instrumentos científicos, que este conocimiento se da. Es una paradoja: no cree porque no tiene herramientas para evaluar pero no tiene instrumentos porque no cree. ¿Cuándo romperá el círculo? La historia del nieto de la abuela de la Plaza de Mayo, en Argentina, es una de esas historias que conmueve y que “habla” de los “otros” mundos. Las dras Luz Mary Sánchez y María Cénide Escobar, tienen un libro extraordinario “Mitos y Secretos familiares” editado por la Universidad del Valle como resultado de un trabajo de investigación muy serio. Nuestra colega Paola Guevara está a punto de publicar su libro “Cartas a Mara” donde contará otra historia real que contribuye lenta y pausadamente a abrir la mente a esos otros mundos, a la información “guardada” en la historia familiar y que silenciada, termina haciendo tanto daño, causando hasta enfermedades físicas. El mundo científico, de la mano de investigadores como Bruce Lipton, Brien Weiss, Frank Capra, Ernest Hammer, Masaru Emoto, Rupert Sheldrake, Alice Miller y tantos otros que se han atrevido a romper los estrictos paradigmas de la ciencia, sometiéndose a la burla de sus compañeros pero abriéndole la mente al mundo científico y a la tradicional cultura. Hay miedo por descubrir pero ellos se han atrevido…

Pues bien, la historia del nieto perdido que ahora aparece para satisfacción de todos, plantea muchísimos interrogantes. ¿Es mejor tener secretos que destapar la verdad? ¿Se deben desnudar los secretos familiares? Hijos que no son, asesinatos, suicidios, abortos, robos, amores prohibidos, secuestros, toda una temática silenciosa que ha construido un entramado de problemas y pendientes que hay que resolver. Recuperar a los “excluídos”, poner en paz el alma familiar son algunos de los desafíos de la psicología actual porque nadie se enferma “solo”, ningún humano puede vivir sin raíces y conexiones. Alguna vez, Henry Lipsky (¿recuerda la historia de la niña Raquel Lipsky desaparecida hace mas de 30 años?) planteaba que si hubieran encontrado a su hija 20 años después, de pronto no la traería de regreso al hogar: comprobaría que estuviera bien pero “respetaría” los actuales lazos de la niña con su “nueva familia”. El nieto de Argentina es adulto. Pero, por ejemplo ¿un adolescente “recuperado” debería regresar al hogar biológico? Preguntas que se deben manejar de acuerdo a cada historia. Pero, lo importante sí, es destapar porque si no se develan esos secretos en forma consciente, el alma familiar “busca” y encuentra la manera de airearlos y “poner en paz” el pendiente. Muchas situaciones se podrían evitar en la medida en que se hablan. La vida real y la nueva ciencia aunadas para construir un mejor ser humano. ¿Está listo para aprender?

miércoles, 6 de agosto de 2014

¿Paramos y nos matamos?


Lo que estamos viendo todos, rojos y verdes, azules y blancos, budistas, musulmanes o chiitas, cristianos y protestantes, es que la guerra no lleva a la solución de los conflictos.  Mas claro, imposible. En ninguna parte del planeta tierra, una guerra ha llevado a la paz. Una guerra “ganada” lo mas que aporta es tiempo para luego, en esta o en las próximas generaciones, volver a reanudar la matanza, con un odio enquistado en las entrañas, mas grande, mas visceral. O para que las venganzas y retaliaciones hagan de las suyas perdiendo hasta la esencia de la condición humana. No sé si en algún momento, en medio del fragor del enfrentamiento, algún combatiente se ha podido preguntar “pero, ¿por qué es que peleamos?”. Esas guerras “heredadas”, esas venganzas transgeneracionales que hay que continuar casi dizque por “honor y dignidad patrio, social o religioso” sin estar muy convencidos de cómo y por qué comenzaron, son una afrenta a la condición humana. El fracaso de lo humano. No pudimos manejarlas con la inteligencia y la razón. ¿Qué nos queda?

El poder obnubila a la razón. Creímos que con la inteligencia dominábamos al mundo... Allí está la prueba de que la inteligencia aliada con el poder, produce catástrofes como las que estamos presenciando. En cualquier lugar del planeta. La guerra definitivamente es la prueba mas clara de la incapacidad del patriarcado(¿del hombre?)para encontrar una solución. El “mandato racional” dice que hay que heredarlas, hay que continuarlas hasta “agotarlas”. No se pueden dejar “iniciadas” entonces, generación tras generación, hay que perpetuarlas. La violencia bélica supone que le puede encontrar final a una guerra, ¿cuándo? ¿en qué generación? ¿después de cuántos miles de muertos?

En Colombia debemos continuar el proceso de paz por encima de cualquier consideración. Hay que hacer un esfuerzo, hay que tragarse sapos y dinoasaurios enteros (si es necesario) pero hay que intentar seguir construyendo convivencia aún con los que no saben cómo se hace. Y este ejercicio requiere esfuerzo y sacrificio. ¿Usted se imagina lo qué pasaría al otro día de la interrupción del proceso? ¿Quiere suponer el día después, una vez levantadas las negociaciones de  mesa de La Habana? Es mas fácil interrumpir (y regresar a lo ya conocido, a volvernos a matar en bloque) que continuar construyendo el difícil camino, del cual no existen ni mapas, ni maestros. Toca inventarse ese sendero. Los cantos de sirena entonan que es mas fácil, mas derrotista, mas inmediatista, interrumpir que continuar. Se necesitan agallas para sostener la ilusión, el deseo y la realidad de lo que se está intentando construir. Es una apuesta que hay que proseguir porque (de acuerdo a la simple filosofía de Pambelé), vivir en paz es mejor que vivir en guerra. Desafortunadamente el final de la venganza y la retaliación no se firmarán en La Habana ni se firman en ningún final de conflicto. Estos pendientes quedan en el corazón, en las emociones y en el árbol genealógico. De allí que hay que trabajarlos en ámbitos diferentes y requieren el consenso de una sociedad que es capaz de mirar para adelante y no hipoteca su futuro en la amargura del pasado. Pero hay que comenzar por el principio, por la firma simbólica de la paz.

El conflicto interminable de Gaza e Israel nos tiene que servir de espejo: debe existir una solución diferente a la guerra y hay que tratar de encontrarla. Nadie “disfruta” metiéndose en una confrontación. Por ideales religiosos, económicos o sociales, se han construído grupos que creyeron que con violencia, muerte y destrucción, se encontraba alguna respuesta. No, así no es. Nosotros en Colombia tenemos la alternativa de seguir o suspender este proceso de paz. Si paramos, entonces otra vez, estamos abocados a seguirnos matando indefinidamente…