Dos apellidos, el
uno enclavado en el corazón del Valle del Cauca, el otro, hijo de la geografía
paisa. Ambos pertenecientes a familias golpeadas por las Farc. Los Eder
“inaguraron” la historia de los secuestros con Harold Eder. A los Uribe, les
secuestraron a Santiago Uribe. Heredero de los Eder,
Alejandro es el nieto. Heredero de los Uribe, Alvaro, es el hijo. Sus historias
familiares están marcadas por el signo de la violencia. En el trabajo
psicológico de “Constelaciones Familiares” se dice que los pendientes del alma
familiar se deben reparar porque si no, de generación en generación, se
seguirán pagando hasta que alguno o alguna los solucione. No importa que las
generaciones futuras “no tengan que ver” con el asunto en forma directa.
Pertenecemos a una familia y heredamos, para bien o para mal, no sólo sus genes
sino también sus historias. Los
antepasados nos “amarran” a sus vidas. El árbol genealógico estructura nuestro
presente y mas vale ser conscientes de ello para poderlo manejar. No se puede
cambiar el pasado pero si podemos poner en paz ese pasado familiar para vivir
en armonía, “sin deudas” y permitir a nuestros hijos una vida mas “limpia” de
cargas.
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Para muestra estas
dos familias, los Eder y los Uribe. Alejandro Eder, encargado de manejar el programa
de “Reintegración y Reiserción” de la Presidencia de la República, contó en el programa de radio “Oye Cali”
cómo, en algún lugar del territorio colombiano, un ex-guerrillero le preguntó
que si era hijo de Harold Eder. Contestó que no, que nieto. Y entonces el
desmovilizado le confesó que formó parte del grupo que secuestró y asesinó a su
abuelo y le pidió excusas por lo sucedido. 40 años después en un lugar remoto,
sin mas testigos que el corazón de cada uno, el agresor y el agredido, pusieron
en paz un hecho doloroso y desproporcionado. Alejandro hoy trabaja por lograr
la reintegración de hombres y mujeres
que desean vivir dignamente. “La línea divisoria entre víctima y victimario es
muy compleja. Señalar buenos y malos es difícil. Escuchando sus historias uno
no sabe qué tan victimarios son estas personas o que tan víctimas de otras
situaciones”. Alejandro Eder está dedicado a reparar...
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En el otro extremo,
Alvaro Uribe. No puedo negar que le ayudó a Colombia, desde su deseo de
venganza (consciente o inconsciente), a salir del marasmo y a ponerle
tatequieto a las Farc. Si, ayudó y marcó un derrotero. Pero pareciera que Uribe
no ha perdonado y su rabia está enquistada en sus entrañas y sigue “disparando”
odio y retaliación. Ahora separa, divide, critica, juzga, condena. Eso es el
sentido de su vida: serle fiel a su padre, desde el odio mientras
inconscientemente le repite “lo hago por ti papá”.
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Dos historias de
familias colombianas. Pero la actitud de Alejandro Eder, me hizo sentir
orgullosa, otra vez, de ser vallecaucana, de formar parte de la geografía de
quienes le apuestan a la paz y no a la guerra. De que sea el dolor de su
familia el que esté contribuyendo a sanar y no a incendiar. De que sean vallecaucanos
los que arriesguen para la reconciliación. Con todos los problemas existentes,
es muy satisfactorio formar parte de la comunidad que tiende la mano y
construye puentes. Cada vez son más significativos los intangibles para construir una mejor raza de
seres humanos. Y de lo que si estoy segura, es que se construirán desde la paz
y nunca jamás desde la violencia. Dos familias, dos regiones, dos actitudes. ¡Qué
chévere estar de este lado!