domingo, 27 de mayo de 2012

Eder y Uribe

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Dos apellidos, el uno enclavado en el corazón del Valle del Cauca, el otro, hijo de la geografía paisa. Ambos pertenecientes a familias golpeadas por las Farc. Los Eder “inaguraron” la historia de los secuestros con Harold Eder. A los Uribe, les secuestraron  a  Santiago Uribe. Heredero de los Eder, Alejandro es el nieto. Heredero de los Uribe, Alvaro, es el hijo. Sus historias familiares están marcadas por el signo de la violencia. En el trabajo psicológico de “Constelaciones Familiares” se dice que los pendientes del alma familiar se deben reparar porque si no, de generación en generación, se seguirán pagando hasta que alguno o alguna los solucione. No importa que las generaciones futuras “no tengan que ver” con el asunto en forma directa. Pertenecemos a una familia y heredamos, para bien o para mal, no sólo sus genes sino también sus historias.  Los antepasados nos “amarran” a sus vidas. El árbol genealógico estructura nuestro presente y mas vale ser conscientes de ello para poderlo manejar. No se puede cambiar el pasado pero si podemos poner en paz ese pasado familiar para vivir en armonía, “sin deudas” y permitir a nuestros hijos una vida mas “limpia” de cargas.
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Para muestra estas dos familias, los Eder y los Uribe. Alejandro Eder, encargado de manejar el programa de “Reintegración y Reiserción” de la Presidencia de la República,  contó en el programa de radio “Oye Cali” cómo, en algún lugar del territorio colombiano, un ex-guerrillero le preguntó que si era hijo de Harold Eder. Contestó que no, que nieto. Y entonces el desmovilizado le confesó que formó parte del grupo que secuestró y asesinó a su abuelo y le pidió excusas por lo sucedido. 40 años después en un lugar remoto, sin mas testigos que el corazón de cada uno, el agresor y el agredido, pusieron en paz un hecho doloroso y desproporcionado. Alejandro hoy trabaja por lograr la reintegración de  hombres y mujeres que desean vivir dignamente. “La línea divisoria entre víctima y victimario es muy compleja. Señalar buenos y malos es difícil. Escuchando sus historias uno no sabe qué tan victimarios son estas personas o que tan víctimas de otras situaciones”. Alejandro Eder está dedicado a reparar...
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En el otro extremo, Alvaro Uribe. No puedo negar que le ayudó a Colombia, desde su deseo de venganza (consciente o inconsciente), a salir del marasmo y a ponerle tatequieto a las Farc. Si, ayudó y marcó un derrotero. Pero pareciera que Uribe no ha perdonado y su rabia está enquistada en sus entrañas y sigue “disparando” odio y retaliación. Ahora separa, divide, critica, juzga, condena. Eso es el sentido de su vida: serle fiel a su padre, desde el odio mientras inconscientemente le repite “lo hago por ti papá”.
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Dos historias de familias colombianas. Pero la actitud de Alejandro Eder, me hizo sentir orgullosa, otra vez, de ser vallecaucana, de formar parte de la geografía de quienes le apuestan a la paz y no a la guerra. De que sea el dolor de su familia el que esté contribuyendo a sanar y no a incendiar. De que sean vallecaucanos los que arriesguen para la reconciliación. Con todos los problemas existentes, es muy satisfactorio formar parte de la comunidad que tiende la mano y construye puentes. Cada vez son más significativos los  intangibles para construir una mejor raza de seres humanos. Y de lo que si estoy segura, es que se construirán desde la paz y nunca jamás desde la violencia. Dos  familias, dos regiones, dos actitudes. ¡Qué chévere estar de este lado!


martes, 22 de mayo de 2012

Expresidente Uribe...

A mí, como a usted, me duele este país. A mí, como a usted, me impacta el sacrificio de nuestras Fuerzas Armadas. A mí, como a usted, me angustian los actos terroristas. A mí, como a usted me preocupa el futuro de Colombia. La diferencia está en que usted es un expresidente, yo una simple ciudadana. Por ello no logro asimilar su reacción ante el atentado de que fue víctima su escudero Fernando Londoño. No logro entenderlo, no he podido digerirlo. Usted, como dirigente, debe servir de ejemplo. Pero allí, en las puertas de la clínica del Country usted se solidarizó, claro, con las víctimas, con los heridos, con los escoltas fallecidos, con el dr. Londoño, pero no hubo ni una palabra, ni una sola, de solidaridad con el gobernante de “turno”, con “ese” señor que para bien o para mal, nos representa a todos los colombianos y colombianas. De su boca (o será desde su corazón) no pudo expresar ni una sola palabra de solidaridad de colombiano con el Presidente de su país, que es también el mío. Pregunto, ¿de tal magnitud es su rabia? ¿Tanto es su odio que en un momento de dolor como este, donde todas las manos deben unirse, usted no fue capaz de tenderla para paliar heridas y contribuir a sanar los odios? En definitiva, no era a “ese” señor, sino al Estado colombiano (representado por él) y representante de toda Colombia con el que se solidarizaba. Pero usted no pudo, señor expresidente, no pudo... Sí, usted allí, en la clínica, recalca lo que sucede en ese momento en el Congreso porque pareciera que le interesara más la política que la solidaridad. Usted habla de “ministros” de este gobierno obligando a votar por un proyecto contra la seguridad. ¿Acaso expresidente, “sus” ministros en el Congreso no promocionaron la yidis política? ¿Acaso usted olvida lo que también sucedió en su gobierno y cómo en momentos de dolor, todos expresábamos solidaridad con usted y su gobierno así no se compartiera su ideología? ¿No lo recuerda? Pero ahora, usted no pudo... Cada vez es más patético escuchar sus respuestas cuando lo entrevistan. Pareciera un monólogo. Le preguntan por el clima y usted responde por el dólar. Lo interrogan por el fútbol y usted responde por la droga: con esos ejemplos figurados estoy expresando su obsesión. No contesta sobre lo que le preguntan sino que responde con su monólogo obsesivo. Las contradicciones y las incoherencias se han convertido en su modus operandi. ¿No fue usted el que furioso, como Presidente de Colombia, le reclamó respeto a Hugo Chávez para que no interfiriera en Colombia? ¿Qué hace usted “metiendo la mano” en las elecciones de Venezuela? ¿Cómo se explica esta “dualidad” de conducta? Qué pena, pero en términos psicológicos hablaríamos de doble personalidad: olímpicamente no se puede ser tan dual. Me duele expresidente su actitud. Me impacta su odio. No quiero vivir en un país donde su Presidente, cualquiera que sea, se alimente de rabia, destile odio, pelee con todo el mundo, disfrute señalando críticas, se ensañe marcando defectos. ¿Así se construye patria? ¿Así se tienden puentes de solidaridad y paz? La guerra no es sólo la de las bombas y las armas. Los espíritus también destilan balas y minas incendiarias. Y hay que comenzar por desarmarlos. Cómo serán de obsesivas sus reacciones que hasta furibistas de tiempo completo cuestionan ya su actitud recalcitrante y resentida. Expresidente reaccione, Colombia no quiere construir presente ni futuro con tanto odio...