Estamos acostumbrados a la dualidad: bueno o malo, espíritu o materia, arriba- abajo, vida o muerte, éxito o fracaso…La cultura occidental nos educó para y por ello creó barreras o fronteras mentales para intentar “controlar” lo que no podía dominar. La totalidad (la unidad) se dividió y desde entonces somos seres fragmentados. Inconscientes, en automático, intentamos atrapar un solo lado de la unidad. De allí nuestra inconsciencia. Pero la división no existe.
Juan Manuel Santos ganó la presidencia pero ¡a qué precio! Es heredero de lo de Uribe y de la Colombia tradicional pero claro, perdió (innegable) independencia. Tiene una votación numerosa, pero qué tanto su “unidad nacional” es una unidad burocrática fruto de la angustia de los políticos que se sintieron perdidos y por ello se agarraron de aquello que los podía acoger, porque total, se parecen. Son lo mismo con nombres diferentes. Al grupo de Juan Manuel fueron a dar todos aquellos que perdieron… El grupo es muy, muy numeroso. Todos se arropan con la misma cobija y ese es el resultado. Los votantes que quieren más de lo mismo, allí están y suman nueve millones de compatriotas.
Antanas Mockus no ganó la presidencia pero el logro de su pensamiento y de su campaña son innegables. ¿Ganó o perdió? Ni lo uno ni lo otro. Abrió las puertas para que en Colombia podamos soñar con hacer las cosas de otra manera. Para creer que la política se pueda realizar con seres humanos honestos, coherentes y “limpios”. Un gran número de colombianos no queremos que nuestro país siga haciendo las cosas como hasta ahora. No queremos que la política continúe ejecutada –en su gran mayoría- por “vivos”, astutos, sin escrúpulos, “paracaidistas”. La política puede ser realizada desde la educación, con planteamientos profundos, con palabras que se construyen, no con las que se finge y se seduce. Antanas habló de independencia y discernimiento. Necesitamos que se construya una conciencia –el Pepe Grillo- que cuestionen que se sigan repitiendo los desmanes del “todo vale” en aras de los objetivos. El Partido Verde que sin alianzas ni apoyos, logró en estas elecciones más votos que en las pasadas, prueba que en 4 meses, de la manera mas artesanal y valiéndose únicamente de la esencia del grupo político y de planteamientos limpios, se pueden hacer cambios que oxigenen el futuro. El Partido Verde será “la piedra en el zapato” en el nuevo gobierno. Pero el pronóstico pinta “raro” si allí, en el momento del triunfo, en la campaña de Santos, estaba J.J. Rendón, como si nada hubiese pasado. Esos son los “efectos” de más de lo mismo…No aprenden o no quieren verlo o no quieren cambiar. O todas las anteriores.
Claro, están las interpretaciones y cada quién analiza de acuerdo a sus creencias. El discurso de Santos fue flojo, populista y “mas de lo mismo”: tenía que dar “demasiadas” gracias, debía reconocer muchas cosas del pasado porque su campaña y su triunfo son fruto de lo que ya se hizo. Prometió y prometió y al revés del discurso de Mockus, cada deseo de cambio, era reforzar aquello en lo que fracasó Uribe. ¿Podrá cumplirlo? Antanas habló del futuro, del cambio indispensable que necesitamos, de que se comenzó a escribir una historia DIFERENTE para este país sin alianzas, prebendas o favores. Cada quién hará su propio balance pero queremos persistir, aprender de lo que se vivió y seguir soñando. ¡Lo dijo Mockus!
miércoles, 23 de junio de 2010
martes, 8 de junio de 2010
Arias, el Maestro
En términos espirituales se dice que si quieres conocer qué es lo que tienes que aprender en este momento de la vida, basta con investigar qué es lo que más te talla aquí y ahora y allí está tu aprendizaje. Lo que más te incomoda, lo que más te fastidie, lo que te produzca asco y repugnancia, allí está la fuente de tu aprendizaje actual. Es tan fácil deducirlo porque cuando algo o alguien choca, es imposible disimularlo o esconderlo. Lo sientes en tus entrañas y te produce algo así como náuseas. Es la sensación de asco y repugnancia como si fueras a vomitar. Pero claro, es la emoción del rechazo de algo que no aceptas que vaya contigo. Es percibir afuera algo tan desagradable que tu esencia no puede asimilar. Pero te toca hacerlo si es parte de tu aprendizaje. Y mientras no lo aprendas, se te presentarán y presentarán individuos semejantes hasta que…aprendas. Aprender a respetarlos (respetar a los que nos irrespetan es la máxima prueba de tolerancia). Aprender a aceptarlos en lo que son como parte de un proceso evolutivo cualquiera que sea su nivel de conciencia. Por lo general son las personas –mas que las circunstancias- las que mas “arden”. Las conductas que nos fastidian “tocan” situaciones personales difíciles de evadir. Pero, a eso vinimos, a aprender y nuestros “maestros” surgen por doquier…
Por eso no dudo en aceptar que, hoy por hoy, desde el nivel de espiritualidad, el señor Andrés Felipe Arias se ha convertido en un “maestro” para Colombia. Al igual que lo son el señor Chavez o el señor Correa. Desde el nivel humano y material pueden catalogarse como repugnantes, como seres perversos, que gozan con la contradicción, con el cinismo, con la irreverencia absoluta. Sus niveles de evolución de conciencia deben ser absolutamente elementales. Pero estoy creyendo que Andrés Felipe está superando con creces a todos los demás. Es “hijo” de seres tan oscuros como José Obdulio, Fernando Londoño y qué pena, el “nuevo” (o viejo y morrongo) Alvaro Uribe. Uribito es hijo de lo más perverso de Alvaro Uribe porque su servilismo, su ironía y su manipulación, no han encontrado competencia en Colombia. Está hecho para enredar, para confundir, para aparecer como salvador cuando mueve las fichas de la manera más perversa y descarada. Alvaro Uribe lo gestó, lo alimentó y lo creció para convertirlo en ese pequeño (o grande) monstruo capaz de enredarlo todo, con la actitud más fresca y cínica posible. Quién lo creyera pero así es el proceso del aprendizaje espiritual. No vinieron a enseñarnos tolerancia la Madre Teresa de Calcuta ni Juan XXIII. Nos enseñan quienes más nos tallan. Y Andrés Felipe es maestro desde su nivel de conciencia elemental. Aún no puedo tolerarlo y sólo verlo me revuelve el estómago. Produce una sensación de impotencia, de rabia, de ira y…nada, está enseñando. Y el que sea colombiano arde más que si fuera extranjero (como nuestros vecinos) porque ilusamente esperaríamos que alguien de los “nuestros” no manejara ese nivel de cinismo que dominan los otros. Pero es el maestro por excelencia. El maestro de la tolerancia ante la injusticia, la manipulación y la desfachatez. Debo confesar que estoy todavía en niveles inferiores de crecimiento espiritual cuando tengo que aceptar que un individuo como Arias me revuelve de tal manera las entrañas. Y el corazón. No logro verlo como ser de luz, ni parte de la divinidad, ni otro yo. Por ahora sólo sé que es un ser despreciable.
Por eso no dudo en aceptar que, hoy por hoy, desde el nivel de espiritualidad, el señor Andrés Felipe Arias se ha convertido en un “maestro” para Colombia. Al igual que lo son el señor Chavez o el señor Correa. Desde el nivel humano y material pueden catalogarse como repugnantes, como seres perversos, que gozan con la contradicción, con el cinismo, con la irreverencia absoluta. Sus niveles de evolución de conciencia deben ser absolutamente elementales. Pero estoy creyendo que Andrés Felipe está superando con creces a todos los demás. Es “hijo” de seres tan oscuros como José Obdulio, Fernando Londoño y qué pena, el “nuevo” (o viejo y morrongo) Alvaro Uribe. Uribito es hijo de lo más perverso de Alvaro Uribe porque su servilismo, su ironía y su manipulación, no han encontrado competencia en Colombia. Está hecho para enredar, para confundir, para aparecer como salvador cuando mueve las fichas de la manera más perversa y descarada. Alvaro Uribe lo gestó, lo alimentó y lo creció para convertirlo en ese pequeño (o grande) monstruo capaz de enredarlo todo, con la actitud más fresca y cínica posible. Quién lo creyera pero así es el proceso del aprendizaje espiritual. No vinieron a enseñarnos tolerancia la Madre Teresa de Calcuta ni Juan XXIII. Nos enseñan quienes más nos tallan. Y Andrés Felipe es maestro desde su nivel de conciencia elemental. Aún no puedo tolerarlo y sólo verlo me revuelve el estómago. Produce una sensación de impotencia, de rabia, de ira y…nada, está enseñando. Y el que sea colombiano arde más que si fuera extranjero (como nuestros vecinos) porque ilusamente esperaríamos que alguien de los “nuestros” no manejara ese nivel de cinismo que dominan los otros. Pero es el maestro por excelencia. El maestro de la tolerancia ante la injusticia, la manipulación y la desfachatez. Debo confesar que estoy todavía en niveles inferiores de crecimiento espiritual cuando tengo que aceptar que un individuo como Arias me revuelve de tal manera las entrañas. Y el corazón. No logro verlo como ser de luz, ni parte de la divinidad, ni otro yo. Por ahora sólo sé que es un ser despreciable.
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